Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. Luis Gonzaga Urbina es uno de esos seres humanos cuya vida, en verdad, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Luis Gonzaga Urbina es conocer más sobre una época concreta de la historia del ser humano.
(México, 1868 - Madrid, 1934) Escritor mexicano. Por la hondura y calidad de su producción poética, tal como por la riqueza y pluralidad de su amplia obra periodística, se considera como entre los escritores mucho más representativos de las Letras mejicanas del primer tercio del siglo XX.
Su temprana vocación humanística, precisada a lo largo de su desarrollo de capacitación académica en la Escuela Nacional Preparatoria, enseguida le dejó ayudar en distintas medios (como el rotativo El Siglo XIX, del que fue uno de sus mucho más jóvenes articulistas) que le anunciaron como escritor y periodista.
Así, próximamente comenzó a tener relaciones con ciertas personalidades culturales y artísticas mucho más importantes de su temporada, como el periodista, narrador y poeta modernista Manuel Gutiérrez Nájera -de quien Urbina fue considerado sustituto, por el virtuosismo de los dos en el género de la crónica-, o el político y escritor Justo Sierra, genuino guía y guía de Luis Gonzaga Urbina a lo largo de los inicios de su trayectoria literaria y periodística.
Exactamente fue Justo Sierra quien, desde su cargo de ministro de Instrucción Pública, se transformó en el primordial asegurador del joven escritor de Ciudad de México y le ingresó en su gabinete, con el título de secretario personal de el. A partir de entonces, la trayectoria profesional de Luis Gonzaga Urbina estuvo enlazada a la administración pública de su nación y, al tiempo, a los primordiales medios del panorama informativo mexicano.
En su condición de instructor, ejercitó la docencia en la cátedra de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria, de donde pasó a asumir la dirección de la Biblioteca Nacional de México (1913). Colaboraba, entretanto, con ciertos rotativos y gacetas tan importantes como El Mundo Ilustrado, El Imparcial y Revista Azul, donde se realizó célebre por sus refulgentes crónicas de la verdad diaria de su país y por sus inexorables críticas teatrales.
Pero su importancia en la vida pública mexicana se vio bruscamente interrumpida a causa de los hechos revolucionarios que sacudieron todo el país en 1915. Contrario a estos cambios, Urbina tomó el sendero de un exilio que le condujo primero a Cuba (en cuya capital se instaló para ejercer la docencia y proseguir llevando a la práctica el periodismo) y, más tarde, a España (1916), donde vivió en el transcurso de un año en Madrid como corresponsal de El Heraldo de La Habana.
El resto de su historia transcurrió en la ciudad más importante de españa, con la salvedad de ciertos desplazamientos importantes motivados por su incansable actividad enseñante, literaria y periodística. Así, en 1917 pasó unos meses en Argentina para dictar un período de charlas sobre literatura mexicana en la Universidad de Buenos Aires; de vuelta a España, fue nombrado desde México Primer Secretario de la Embajada azteca en Madrid, cargo que desempeñó a lo largo de un par de años (1918-20). En el lapso de tal periodo efectuó otro esencial viaje por Italia, al término del que regresó a su país natal para regresar a abandonarlo con presteza, tras la desaparición, en la Sierra de Puebla, del presidente Venustiano Carranza, a manos del general Rodolfo Herrero.
Vuelto a Madrid, Luis Gonzaga Urbina se ocupó de poner en orden el extendido legado que había dejado tras su muerte (acontecida en 1916) el historiador mexicano Francisco del Paso y Troncoso. En estas y otras ocupaciones afines estuvo ocupado a lo largo del resto de su historia, concluida en la ciudad más importante de España en 1934. Tras su fallecimiento, el gobierno mexicano demandó sus restos fatales y los trasladó a Ciudad de México, donde fueron depositados en la Rotonda de Hombres Consagrados.
Su obra
En general, la producción poética de Luis Gonzaga Urbina puede caracterizarse por su esmerado estilo, su calidad estética y su incesante empeño de unidad y congruencia. La andadura lírica del escritor de Ciudad de México se inició con un volumen que se titula Versos (1890), al que prosiguió otro poemario, Ingenuas (1902), en el que se dieron a conocer las primeras muestras de unas creaciones que, desde entonces, serían reiterativas en su obra lírica: las "vespertinas".
Más tarde, dio a la imprenta otros títulos que reafirmaron su valía en el género poético, como Puestas de sol (1910), Lámparas en agonía (1914), El glosario de la vida vulgar (1916), Los últimos pájaros (1924), Corazón juglar y Cancionero de la noche sosiega. En medio de esa unidad temática y formal que caracteriza su quehacer lírico, Luis Gonzaga Urbina logró una obra de enorme armonía y plenitud, donde sobresalen con vigor ciertos instantes gráficos de acusada sensibilidad (de este modo, en las creaciones tituladas "El poema del Lago" y "El poema del Mariel").
En su faceta de prosista, resaltó por sus crónicas periodísticas, sus críticas teatrales y sus proyectos ensayísticas (centradas, por norma general, en el análisis de la literatura mexicana). Respecto a sus crónicas, resulta conveniente rememorar los títulos de ciertas atrayentes recopilaciones que dejó impresas con apariencia de libro, como Cuentos vividos y crónicas soñadas (1915), Bajo el sol y en oposición al mar (1916), Estampas de viaje (1919), Psiquis enferma (1922), Hombres y libros (1923) y Luces de España (1924). Frente a estas cuidadas recopilaciones, sus críticas teatrales han quedado desperdigadas en los medios en que vieron la luz (principalmente, El Siglo XIX y El Universal)
En lo que atañe a la tarea ensayística que Luis Gonzaga Urbina realizó como estudioso literario, resulta obligado refererir 2 proyectos monumentales que, en su día, formaron la base sobre la que se basó la posterior crítica literaria azteca. La primera de ellas, llamada Antología del Centenario (1910), es una obra que, publicada en 2 volúmenes, fue redactada por Urbina en colaboración con Nicolás Rangel y con el filólogo, político y escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña, bajo la dirección del susodicho Justo Sierra. La segunda, llamada La vida literaria de México y la Literatura Mexicana a lo largo de la Independencia (1917), forma la recopilación de las charlas que Urbina dictó en Buenos Aires, un extenso repaso sobre las Letras mexicanas, que comprende desde sus orígenes en el siglo XVI hasta la obra del poeta postmodernista Enrique González Martínez.
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Debido a esto, si eres del tipo de personas que confían en que colaborando es posible hacer algo mejor, y detentas información en relación con la existencia de Luis Gonzaga Urbina, o en relación con algún aspecto de su persona u obra que no hayamos contemplado en esta biografía, te pedimos que nos lo hagas llegar.
Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son siempre imprescindibles, ya que perfilan la diversidad, y en la ocasión de la vida de alguien como Luis Gonzaga Urbina, que tuvo su relevancia en un momento concreto de la historia, es imprescindible procurar brindar una visión de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.
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