Ya sea inspirando a otros o siendo una pieza esencial de la acción. Luis García Berlanga es una de esas personas cuya vida, en verdad, merece nuestro interés por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Luis García Berlanga es conocer más acerca de periodo preciso de la historia de la humanidad.
Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que detentó Luis García Berlanga en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo mientras estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para quienes trataron a Luis García Berlanga, sino que a lo mejor legó una huella mucho más profunda de lo que logremossospechar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Luis García Berlanga personalmente.Luis García Berlanga fue uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Luis García Berlanga, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo básica para que seamos capaces de apreciar no sólo la vida de Luis García Berlanga, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Luis García Berlanga, aquellas personas a quienes de un modo u otro Luis García Berlanga influenció, y sin duda, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Luis García Berlanga.
(Valencia, 1921 - Madrid 2010) Cineasta español que figura entre los enormes realizadores españoles que empezaron su trayectoria bajo el franquismo. Estudió en Valencia y en Suiza y, tras formar parte en la guerra civil de españa y en la Segunda Guerra Mundial, se inscribió en el Instituto Español de Cine (IIEC). En 1951 escribió el guion y dirigió, al lado de Juan Antonio Bardem, el extenso film Esa pareja feliz. Ese mismo año volvieron a ayudar en el guion de ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, apuntada por Berlanga, que fue mostrada con enorme éxito en el Festival de Cannes; la buena acogida de esta película contribuyó a subir el prestigio del cine español. Liberal y también individualista, Berlanga continuó la búsqueda de una línea personal de expresión, pese al acoso de la censura. En 1961 su película Plácido fue aspirante al Oscar. En el Festival de Cine de Valladolid de 1977 ocasionó un enorme encontronazo con Tamaño natural, un largometraje cargado de simbolismo sexual y con enormes dosis de erotismo. En la trilogía que comienza con La escopeta nacional (1978) y acaba con Nacional III (1982) presentó una imagen esperpéntica de la España de la época de la transición. Todos a la prisión (1994) fue premiada con múltiples premios Goya. Su miniserie para televisión Blasco Ibáñez (1997) puso en prueba la solvencia de Berlanga en nuevos registros trágicos. En 1999 dirigió París Tombuctú y anunció que se retiraba terminantemente del cine.
Que viene de una familia de la burguesía valenciana, Luis García Berlanga estudió filosofía en la Universidad de Valencia, y en su primera juventud fue voluntario de la División Azul y llegó a crear una Oda a la pistola, pero su filosofía de la vida y su situación política cambiaron después radicalmente, más que nada desde su matriculación en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid, en el que ingresó en 1947 y en el que se graduó como director.
En 1951 formó pareja con Juan Antonio Bardem para redactar y regentar su primera película, Esa pareja feliz. Bardem dirigió a los actores, al tiempo que Berlanga se encargó de la parte técnica. La película continúa como un hecho primordial de la cinematografía de españa y como arranque, según ciertos historiadores, del cine español moderno. Del mismo modo que muchas de sus proyectos, Esa pareja feliz es una historia de perdedores, de individuos que, según el director, “parten de una situación popular, ética o biológica cierta y terminan en exactamente la misma situación o en otra peor, pese a haber tenido la oportunidad de progresar en el sendero, sea por aportes mágicos o por su esfuerzo. En mis películas hay siempre y en todo momento una miserabilización final del personaje”.
En Esa pareja feliz se revelaban ahora distintas influencias que marcaron, más que nada, la primera etapa de su trayectoria: el neorrealismo italiano, el sainete de Carlos Arniches o el cine de Frank Capra y René Clair. La película fue mal clasificada por la Administración y solo el éxito de su siguiente obra dejó su habitual distribución un par de años después, si bien los dos directivos se levantaron con el Premio Jimeno al mejor directivo novel del Círculo de Escritores Cinematográficos. Fue el primer título de una carrera que englobaría diecisiete films. Su desahogada coyuntura económica y, principalmente, sus inconvenientes con la censura, comentan lo exiguo de una filmografía definitiva en la historia del cine español.
Al lado de Bardem y Miguel Mihura escribió el guion de su segundo extenso film, ¡Bienvenido, Mr. Marshall! (1953), una sátira del Plan Marshall, el plan de asistencia de EE.UU. a Europa tras la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que una radiografía cómica de la España rural. En ella están ahora presentes las especificaciones mucho más comunes de su quehacer después de las cámaras, y específicamente esa peculiar mezcla de tradición y modernidad que le sirve como base donde vuelca sus medites sociológicas o políticas sobre el presente. Como tradición, cabe apuntar su querencia por actores y actrices de género y la visible predominación del sainete, la zarzuela o la comedia de prácticas en la composición de tipos y ocasiones. Por otra sección, la modernidad surge a rebufo de la actitud regeneracionista que subyace en su obra y de su apego a determinados puntos del neorrealismo de corte italiano tan de tendencia en la época. Berlanga, Bardem y Miguel Mihura han recibido el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor guion original.
La acción de ¡Bienvenido, Mr. Marshall! (1953) se lleva a cabo en 1948, año en que el ministro de Asuntos Exteriores estadounidense George G. Marshall realiza el plan de asistencia económica a Europa. La novedad revoluciona el relajado pueblo español de Villar del Río, que escoge elaborar un increíble recibimiento a los estadounidenses, transformando sus viviendas y sus calles en un adornado hispalense, e inclusive disfrazándose ellos mismos de genuinos andaluces. El largometraje detalla en clave de comedia y con el tono de humor propio de su directivo la España de finales de los años 40, inmersa en la autosuficiente economía de posguerra, con su mercado negro y su racionamiento. La visión que ¡Bienvenido, Mr. Marshall! da de España entronca con el surrealismo y precisamente con el neorrealismo italiano, que en estos años aparece de manera fuerte en el panorama del cine europeo de posguerra.
Las situaciones mucho más repentinas que hicieron viable el emprendimiento y la realización del largometraje tienen relación con la amistad entre Berlanga y Bardem, que había surgido ahora en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid, y el contrato que la productora UNINCI ofreció a los dos a través de Ricardo Muñoz Suay para la realización de una película donde apareciese la folclórica Lolita Sevilla. Sin embargo, los inconvenientes económicos hicieron que García Berlanga asumiese a solas la dirección de este largometraje, en el que la fotografía de Xanet, la música de Leoz y las canciones de Ochaíta, Valerio y Solano, el montaje de Pepita Orduña y un elenco de artistas inusual (José Isbert, Manolo Morán y Lolita Sevilla) hacen las exquisiteces del espectador. Estrenada el 29 de abril de 1953 en el cine Callao de Barcelona, el elogio de la crítica y del público fue unánime, y los galardones conseguidos en el Festival de Cannes supusieron la revelación en todo el mundo del cine español y la consagración de su directivo.
Benito Perojo fue el productor de Novio a la visión (1953), fundamentada en una historia de Edgar Neville ambientada en 1914 y interpretada por jovenes, una película sobre “la contrariedad de comenzar a vivir” y una ilustración sobre el papel de la mujer en el engranaje popular. En Calabuch (1956), una exclusiva comedia rural contada en tono de fábula, Berlanga exhibe una inocencia y un romanticismo que persiste, si bien con menor fuerza, en el resto de su trayectoria, donde “una suerte de lucidez insolente se impone a mi ingrediente romántico”; el largometraje mereció la nominación al León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia (Italia). En Los jueves, milagro (1957), demanda de la explotación comercial de las visualizaciones y los milagros, la censura religiosa ingresó ediciones en el guion y también impuso un nuevo final, rodado por Jorge Grau frente a la negativa de Berlanga, que repudió la película.
Desde el mediometraje Se vende un tranvía (1959), codirigido por Juan Estelrich, Luis García Berlanga inició una época de colaboración con el escritor de guiones Rafael Azcona, que se extendería en el resto de sus películas. Esta coalición se concretó en un mayor rigor en la construcción de las historias, en un fortalecimiento de la amargura, la miserabilización de las ocasiones y la utilización del humor negro y, simultáneamente, en un incremento de la entrañabilidad hacia los individuos.
Plácido (1961), desenmascaramiento de las prácticas de caridad estructurada, se revela como una de sus películas clave en relación se transforma en síntesis ejemplar de los aspectos que distinguen su cine: el sentido tragicómico de la presencia, la imposibilidad de ser feliz en un ambiente ruin, una profunda desconfianza hacia el poder, el desamparo y la incomunicación que asolan al sujeto en una sociedad hostil, una alguna ambigüedad que, para el directivo “quizá sea el término que mejor explique mi vida y mi cine”, el carácter coral de la historia, el cariño en el régimen de los individuos secundarios o la masiva presencia del chato-secuencia como procedimiento narrativo.
El título de Plácido (1961), cambiado por culpa de la censura, no refleja el carácter coral de su razonamiento: en una pequeña localidad de provincias, Zapater (dueño de una factoría de ollas) y una asociación de caridad femenina deciden ordenar una peculiar campaña con ocasión de la Navidad. Bajo el lema "Siente un pobre a su mesa", y con la participación de unas vedettes llegadas de Madrid, se efectúa una rifa para conceder a cada familia pudiente un pobre y una vedette para la cena de Nochebuena. Entre los usados del acontecimiento aparecen el pusilánime pero voluntarioso Quintanilla, quien se hace cargo de la coordinación de campo, y Plácido, un humilde trabajador casado y con 2 hijos, que termina de obtener un motocarro que va a ser empleado a lo largo de la comitiva para cargar en su remolque a un indigente y a un rico.
Plácido, preocupadísimo por el hecho de que ese día vence la primera letra del motocarro y le falta algo de dinero para retirarla, va todo el tiempo tras Quintanilla a fin de que le asista a arreglar su inconveniente. Berlanga y Azcona edificaron en esta su primera colaboración un auténtico alarde de orfebrería, una hilarante reacción en cadena que transporta al espectador de adefesio en adefesio. Ciertamente la anécdota central da un giro cerca de la peripecia del pobre Plácido, pero asimismo él es el vehículo usado por los autores para hacer una secuencia de estampas de enorme vivacidad y con individuos muy jugosos. Por una absurda negativa de la censura, el largometraje no ha podido titularse como el eslogan de la infausta campaña navideña, Siente un pobre a su mesa, que era lo sosprechado. La película fue nominada para el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa y para la Palma de Oro de Cannes.
En 1962 Berlanga efectuó La muerte y el leñador, entre los capítulos de la coproducción en todo el mundo Las 4 verdades, apoyado en una fábula de Jean de La Fontaine, que provocó un enorme escándalo siendo acusado de agredir a España. El recurso al pesimismo, el adefesio y el humor negro alcanzó su máxima efectividad en El verdugo (1963), otro de sus trabajos básicos, feroz alegato contra la pena capital y ácida estampa de la España de la época. Sufrió múltiples cortes impuestos por la censura y su presentación en el Festival de Cine de Venecia (donde su directivo fue nominado al León de Oro por segunda vez) motivó la queja del gobierno a través de el embajador de España en Italia, Alfredo Sánchez Bella, que la denunció como una maniobra política contra el régimen de Francisco Franco.
Tras el estreno de esta última película, García Berlanga inició una época de quince años donde solo efectuó tres películas: Las pirañas (1968), Vivan los novios (1970, segunda nominación a la Palma de Oro en Cannes) y Tamaño natural (1973). Berlanga continuó averiguando en ciertos de sus temas preferidos: la mujer, la pareja y la soledad. Con La escopeta nacional (1978), uno de sus mayores éxitos de taquilla, inició un período de películas sobre el personaje del Marqués de Leguineche, interpretado por Luis Escobar, que completaría en Patrimonio nacional (1980) y Nacional III (1982).
En esa serie recobró abiertamente su estilo esperpéntico, barroco y coral para ironizar sobre la clase política franquista y la aristocracia decadente y desconcertada tras la desaparición de Franco. Berlanga intentó materializar en estos trabajos una vieja obsesión, la realización de un cine de clara vocación habitual, ese género de cine menospreciado por los cineastas de su generación desde las Conversaciones de Salamanca de 1955, a las que Berlanga consideró, más allá de su participación, un fallo histórico del cine español. De los tres grabes que conforman esta trilogía fue indudablemente el primero el que alcanzó un mayor reconocimiento de público y crítica, más allá de que Patrimonio Nacional le valió su cuarta nominación a la Palma de Oro en Cannes.
En La vaquilla (1985) salvó un guion de la década de 1950 para prestar una visión alejada y cómica de la Guerra Civil. El caluroso recibimiento habitual de La vaquilla no se repitió con Moros y cristianos (1988), una sátira de los aconsejes de imagen, si bien fue mejor retribuida: un Goya a la mejor actriz de reparto para Verónica Forqué, aparte de otras tres nominaciones, entre ellas la de mejor guion (Azcona y Berlanga). En 1992 empezó a elaborar una serie sobre el escritor Vicente Blasco Ibáñez, que sin embargo no vio la luz hasta 1997. El año siguiente estrenaba Todos a la prisión (1998), cuya trama está relacionada en cierta forma con la de Moros y cristianos, puesto que forma una superación, una renovación y una puesta cada día de varios de los temas tratados en la trilogía de La escopeta nacional: la hipocresía y la corrupción del poder y sus intrusos, en una clara relación con los escándalos de ese tipo que vivía entonces el país, ahora en medio de una democracia.
Con una tarea creativa ahora mucho más distendida, indudablemente por la edad, sus 2 últimos trabajos fueron el extenso film París Tombuctú (1999) y el rodaje del corto de once minutos El sueño de la profesora (2002), que recrea entre las secuencias que la censura rechazó de su ¡Bienvenido, Mr. Marshall! por considerarla excesivamente erótica, y que al final desapareció: el sueño que la señorita Eloísa, profesora del pueblo (interpretada en 1953 por Elvira Quintillá y en este momento por Luisa Martín), tiene exactamente la misma noche en que sueñan Don Pablo, el alcalde (Pepe Isbert), Don Cosme, el sacerdote (Luis Pérez de León) y Don Luis, el caballero (Alberto Romea), frente a la inminente llegada de los americanos.
Simultáneamente a su trabajo como director, Luis García Berlanga desarrolló distintas ocupaciones: instructor de Dirección y Montaje (1959-1970) en la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC), presidente de la Filmoteca Española (1979-1982), editor de la compilación de literatura erótica “La sonrisa vertical” y presidente de honor de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España desde su ingreso en 1986. Entre los premios recibidos durante su trayectoria resaltan el Nacional de Cinematografía (1981), la Medalla de Oro de Bellas Artes (1982), el Príncipe de Asturias de las Artes (1986) y un Goya honorífico (1987).
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