Luis Fernández de Córdova

Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Luis Fernández de Córdova es una de las personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Luis Fernández de Córdova es conocer más acerca de un periodo concreto de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que tuvo Luis Fernández de Córdova en la historia. La forma en que vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que estuvo en la tierra fue determinante no sólo para las personas que trataron a Luis Fernández de Córdova, sino que quizá legó una huella mucho más honda de lo que logremosconcebir en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Luis Fernández de Córdova de modo personal.Luis Fernández de Córdova ha sido una persona que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Luis Fernández de Córdova, cautivan nuestra atención, tienen que ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Luis Fernández de Córdova, el motivo por qué Luis Fernández de Córdova vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Luis Fernández de Córdova

(Luis Fernández de Córdova o Córdoba y Rodríguez de Valcárcel; San Fernando, 1798 - Lisboa, 1840) Militar y diplomático español. Tras fracasar en un intento de rebelar a la guarda real (1822), escapó a Francia, de donde regresó con los Cien Mil Hijos de San Luis (1823). Desempeñó trabajos diplomáticas en París (1825) y Lisboa (1832), y fue ministro en Copenhague (1827) y plenipotenciario en Berlín (1829). Durante la primera guerra carlista dirigió entre 1835 y 1836 el Ejército del Norte del bando isabelino. Después de formar parte en la fracasada insurrección de Sevilla (1838), se exilió en Portugal.

En 1810 Luis Fernández de Córdova fue aceptado como cadete del Real Cuerpo de Guardias Españolas en reconocimiento a su padre, quien murió ejecutado en el avance del desarrollo independentista de Argentina. En 1819, ahora a lo largo del reinado de Fernando VII, se integró en el Ejército expedicionario de Ultramar, con el que en 1823 defendió Cádiz contra los liberales que apoyaban el pronunciamiento del general Rafael del Riego en Cabezas de San Juan (1820).

Ello le creó muchas adversidades a lo largo del Trienio Constitucional (1820-1823), periodo de tiempo en el que tomó parte en la sublevación absolutista encabezada por la Guardia Real (La capital de españa, 1822). El fracaso de la insurrección, debido más que nada a la rápida intervención de la Milicia Nacional, le forzó a resguardarse en Francia. Regresó a España tras incorporarse a las tropas de los Cien Mil Hijos de San Luis, ejército francés enviado en 1823 por la Santa Alianza para terminar con el régimen constitucional y con el que combatió hasta la rendición de Cádiz (agosto de 1823), último reducto liberal al que se había replegado el Gobierno constitucional encabezado por José María Calatrava.

Una vez restaurado el absolutismo fue ascendido a coronel y, más tarde, estuvo designado como secretario de embajada en París (1825), Copenhague (1827) y Berlín (1829). A su vuelta a España participó en la persecución de las partidas liberales de Francisco Espoz y Mina en Navarra y ascendió a brigadier. A pesar de ser entre los máximos defensores del absolutismo, aceptó la misión que le confió la reina María Cristina de Borbón antes de la desaparición de Fernando VII: controlar al pretendiente Carlos María Isidro de Borbón a lo largo de su estancia en Lisboa. En lo sucesivo, Fernández de Córdova se mostró leal a la regencia de Cristina.

En 1834, poco tras iniciada la I Guerra Carlista (1833-1840), Fernández de Córdova regresó a España y se integró en el Ejército isabelino, en el que estuvo bajo las órdenes de José Ramón Rodil, Espoz y Mina y Jerónimo Valdés. En 1835 fue nombrado general en jefe del Ejército del Norte, con el que consiguió ese año la esencial victoria de Mendigorría, por la que fue ascendido a teniente general (a título póstumo se le daría el marquesado de Mendigorría, que pasó a su hermano Fernando Fernández de Córdova).

El triunfo de Mendigorría, más allá de que no supuso una acción definitiva para el lapso de la guerra, sí contribuyó a acrecentar la división entre los mandos carlistas, en tanto que los fallos tácticos realizados por Vicente González Moreno aguzaron el combate que este sostenía con Rafael Maroto, con lo que el pretendiente Carlos María Isidro de Borbón decidió destituir a los dos. Un extenso campo de los liberales estimó que el éxito de Fernández de Córdoba había sido incompleto y le acusó de no saber explotar el éxito de Mendigorría, con lo que se le culpó de connivencia con los absolutistas y de hacer una mala administración de los caudales del Ejército, hechos que impulsaron al Gobierno encabezado por Juan Álvarez Mendizábal (1835-1836) a substituirle en 1836 por el general Baldomero Espartero a cargo del Ejército del Norte.

Poco después, en el mes de julio de 1836, se causó la sublevación de los sargentos de La Granja, que supuso el restablecimiento de la Constitución de 1812. La obligatoriedad de prometer la carta magna determinó su marcha a Francia, donde publicó una Memoria justificativa (1837) donde exponía las causas que le habían conducido a tomar esa resolución, tal como su actuación en el enfrentamiento carlista. En 1837 volvió a España siendo escogido diputado, y cooperó con el general Ramón María Narváez en el fallido pronunciamiento de Sevilla (1838), situación que le forzó a exilarse en Lisboa, donde continuó hasta su muerte.

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