La historia universal la escriben los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela humanidad, de un modo u otro,prospere.
Ya sea inspirando a más seres humanos o tomando parte de la acción. Luis Barahona de Soto es uno de esos seres humanos cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Luis Barahona de Soto es comprender más acerca de etapa determinada de la historia del género humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la importancia que tuvo Luis Barahona de Soto en la historia. Cómo vivió y lo que hizo en el tiempo en que estuvo en este mundo fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Luis Barahona de Soto, sino que tal vez dejó una señal mucho más honda de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Luis Barahona de Soto de modo personal.Luis Barahona de Soto fue una de esas personas que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas significativas como Luis Barahona de Soto, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo básica para que podamos apreciar no sólo la existencia de Luis Barahona de Soto, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Luis Barahona de Soto, aquellas personas a quienes de de una forma u otra Luis Barahona de Soto influyó, y ciertamente, entender y comprender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Luis Barahona de Soto.
(Lucena, 1548 - Archidona, 1595) Poeta y médico español. Su obra poética prueba la predominación del italianismo. Sus fábulas mitológicas, como Acteón, son paráfrasis de Ovidio escritas en octosílabos; son mucho más auténticos sus églogas en endecasílabos. Su obra más esencial, no obstante, es un riguroso poema en octavas que se titula Las lágrimas de Angélica (1586), imitación del Orlando de Ariosto muy elogiada por Cervantes y Lope de Vega.
De familia noble depauperada, Luis Barahona de Soto vivió penosamente a lo largo de sus años de estudiante; pero siempre y en todo momento se enorgulleció de su origen y de las condiciones de su vida. En sus contenidos escritos aparecen ciertas alusiones autobiográficas, tal como referencias a escritores y individuos contemporáneos, como el capitán Alonso de Céspedes, Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña, el duque de Osuna, Téllez Girón y otros. Mantuvo relaciones con varios autores de las academias sevillana y castellana, en ocasiones mediante una atrayente correo literaria.
En Antequera, considerada entonces una pequeña Atenas de esos tiempos, fue acólito del docto humanista y poeta Juan de Vilches. Entristecido por la desaparición de su profesor, se dirigió en 1567 a Granada, y combatió contra los moros de las Alpujarras rebelados en 1568. Asistió a la tertulia granadina de Alonso de Granada Venegas, y en ella conoció a lo destacado de los ingenios contemporáneos y entabló íntimas relaciones de amistad con el poeta Gregorio Silvestre, quien, al comienzo, le recriminó sus tendencias poéticas petrarquistas; atrayente resulta su trueque de sonetos. Tras el fallecimiento de Silvestre (1569), Barahona de Soto se trasladó a Osuna, donde frecuentó la academia de Cristóbal de Sandoval; en ella leyó, entre otras muchas cosas, sus epitafios latinos. Entregado al estudio de la medicina, consiguió en 1571 el título de médico en Sevilla, y ejercitó esa profesión en Archidona, donde fue nombrado regidor.
Si bien en varias de sus creaciones se manifestaron desfavorables al movimiento literario que debía culminar en el gongorismo, los versistas del conjunto antequerogranadino de finales del siglo XVI son, en verdad, un eslabón mucho más de la cadena que debía culminar en el excelente cordobés. Luis Barahona de Soto no es salvedad entre sus compañeros, y si uno de sus sonetos ("Esplendores celajes, rigoroso / selvaje, llama...") es una entretenida sátira contra el lenguaje poético del divino Fernando de Herrera, en su mucho más conocida composición, Las lágrimas de Angélica, deja traslucir con cierta frecuencia una fina distinción y precaución estilo que dejan citarlo entre los predecesores de Góngora.
Anunciado en 1586, Las lágrimas de Angélica es un poema narrativo a la italiana, un poco dispar en su composición y exageradamente sobrecargado de capítulos. Dividido en 12 cantos, el título terminado de este poema caballeresco es Primera una parte de la Angélica, pero es mucho más popular con el de Las lágrimas de Angélica. Quiere ser una continuación del Orlando furioso de Ariosto y cuenta las aventuras de la hermosa Angélica, que, tras haberse casado con Medoro, escapa de la persecución de Orlando y pasa por toda suerte de peripecias, cárceles y encantamientos mientras que procura recobrar el usurpado reino de Catay.
Las aventuras son mucho más peculiares que fabulosas y el poema no tiene la menor unidad, reduciéndose a un frágil tejido de capítulos que se se relacionan unos con otros sin hallar jamás un relieve definitivo. Con lo heroico caballeresco alterna lo fantástico, sin derretirse, en estilo bastante espeso, duro y amanerado; hay no obstante instantes de enorme fuerza plástica y de un vivo colorido en las especificaciones. Como en la obra de Bernardo de Balbuena, puede encontrarse una clara predominación de los libros de caballerías. De este parecer no fueron los contemporáneos de Barahona, que elevaron la obra hasta las nubes. "Hubiera llorado -afirma el Cura en el sexto capítulo de Don Quijote de la Mácula- si hubiera hecho abrasar este libro (La Angélica), por el hecho de que su creador fué entre los enormes versistas, no solo de España sino más bien de todo el mundo." Hay que resaltar, al lado del de Miguel de Cervantes, el elogio que recibió de Lope de Vega. De la segunda una parte del poema solo quedan extractos convocados en otras proyectos.
Asimismo bajo la predominación italiana escribió Barahona muchas otras creaciones; de enorme hermosura y sentido acento es la que deja compararle a Herrera (A la pérdida del rey don Sebastián en África) y, más que nada, la famosa Égloga de las hamadríades, de esta forma llamada por el hecho de que empieza con el verso "Las hermosas hamadríades, que cría..." y que manifiesta puntos gongorinos. A este conjunto hay que añadir su elegía A la desaparición de Garcilaso.
Barahona tradujo además de esto libremente a Ovidio; en las Metamorfosis del poeta latino están inspiradas la Fábula de Vertumno y la de Acteón, en las que Barahona de Soto sigue leal a las maneras de la escuela clásico castellana. En la primera relata de qué forma Vertumno consigue agradar su amor por Pomona convirtiéndose en la figura de una vieja y llegando de esta forma a la joven, a quien le resulta simple seducir de que admita sus insinuaciones y se otorgue al apuesto gallardo en que ahora se transforma. En la de Acteón cuenta de qué manera éste fue transformado en ciervo por Diana y devorado por sus perros por haber contemplado el baño de la diosa. Ambas fábulas son traducciones bastante leales de Ovidio, si bien ampliadas y no exentas de ecos virgilianos ni de alusiones a casos reales.
A Barahona de Soto se asigna además una curiosa obra cinegética en prosa: Diálogos de la montería. Francisco Rodríguez Marín ha demostrado que esos Diálogos son de Barahona fundándose en el lenguaje: sobran los andalucismos propios del reino de Granada, los diminutivos y las voces de origen árabe; hay además de esto numerosísimas citas de Las lágrimas de Angélica, y el creador paga enormes encomios a este poema. Los Diálogos se sostienen entre tres interlocutores: Montano, Solino y Silvano (personaje que representa al mismo Barahona), y se escribieron para el que transcurrido un tiempo sería tercer Duque de Osuna. Es el mucho más destacable de los libros de caza españoles.
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