Lucas de Leiden

La historia universal está contada por las mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han originado quela civilización, de un modo u otro,progrese.

Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. Lucas de Leiden es una de esas personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Lucas de Leiden es conocer más sobre una época concreta de la historia del ser humano.

Vida y Biografía de Lucas de Leiden

(Lucas van Leyden; Leiden, 1494 - id., 1533) Pintor y grabador holandés. Se formó y trabajó en su localidad natal, pero viajó bastante, más que nada por los Países Bajos y Flandes, y se estima que llevó una vida un poco disoluta. Sin embargo, ello no le impidió hacer una abundante producción, tanto de grabados como de pinturas. Se le considera una de las considerables figuras de la historia del arte en la técnica del grabado, con un estilo afín al de Durero, si bien mucho más imaginativo y con mayor gusto por lo anecdótico y caricaturesco. Aplicó a su pintura enorme imaginación y una envidiable aptitud de observación. En sus cuadros, más que nada religiosos y de prácticas, se da una unión muy armoniosa entre figura humana y paisaje. Es especialmente considerable el tríptico del Juicio Final, efectuado con la pincelada dinámica propia de este artista, que disfrutó de enorme celebridad ahora en su tiempo.

Artista precoz, ahora de muy niño probó su capacidad como pintor, hasta el radical de cobrar por vez primera la venta de una obra suya a la edad de 12 años, y asimismo como dibujante de vidrio en color y como grabador, faceta donde desarrolló una enorme capacidad en la utilización de la línea. En 1521 se trasladó a Amberes para lograr ayudar al homenaje que los artistas de esa localidad ofrecieron a Alberto Durero. Su obra evolucionó hacia formas poco a poco más influidas por lo italiano, hecho que comportó una pérdida de carácter en busca de una mayor corrección académica, pero sin perder su personalidad.

Murió en 1533 después de ser reconocido esencialmente como grabador, aspecto este último que eclipsó su trayectoria como pintor. Una serie de autorretratos revelan que Lucas de Leiden tenía un temperamento especial y prácticamente neurótico. Su primer biógrafo, Karel van Mander, quizás confundiéndole con otro artista, nos comunica que llevaba una vida caracteristica de un diletante, trabajaba en cama y se vestía con ropas de seda amarilla. Los artistas alemanes del siglo XVII le profesaron enorme admiración, y Rembrandt, por su lado, se inspiró en ciertos grabados de Lucas.

Sin duda entre los pintores holandeses mucho más significativos de la primera mitad del siglo XVI, de las proyectos de Lucas de Leiden merece destacarse, primeramente, Los players de cartas (1511, Colección Earl of Pembroke, Wilton House), un cuadro juvenil, aún exento de puntos italianizantes, que refleja la energía del creador. El tema se puede detectar como un claro antecedente de la pintura de género que arraigará en Holanda en el siglo XVII.

En cambio, el tríptico del Juicio Final (Museo de Leiden) se anota absolutamente en las líneas italianizantes. Esta obra la pintó en 1526 para la iglesia de San Pedro y San Pablo de su localidad (Leiden). La tabla central muestra el juicio de las ánimas encabezado por Dios Padre, al tiempo que las alas laterales representan el paraíso y el infierno. Este tema, propio de la iconografía medieval, se muestra de una forma novedosa. No hablamos de un ámbito horrible, sino más bien de una explosión de luz caracteristica de la salvación, donde el pintor opta por expresar un cierto optimismo pese a la condenación de ciertas ánimas. En la parte de atrás de las alas del tríptico están representados San Pedro y San Pablo.

Un Lucas de Leiden diferente hace aparición en Lot y sus hijas (1510-1520, Museo del Louvre, París). El tema bíblico se muestra de una manera fabuloso, con un régimen de la luz irreal; los personajes principales de la escena están alumbrados lateralmente con un efecto de claroscuro, al paso que el fondo, en cambio, recibe la luz desde la nube de fuego que destroza la localidad. A la hermosura de los colores y la maestría de la composición se añade de este modo un género de luminismo que comunica a los pintores holandeses siguientes. El carácter poético y visionario de esta obra y sus símbolos atrajeron poderosamente la atención de los surrealistas.

La curación del ciego de Jericó (1531) almacena escasa relación con las creaciones religiosas de la época previo: no está imbuido de un sentimiento espiritual, ni manifiesta ningún aspecto de las habituales representaciones de los santurrones. En la parte central del tríptico el artista representa el paisaje de lomas, bosques y creaciones a la orilla del río con agudo realismo, pero más que nada debe de considerarse magistral la representación de la multitud. La escena exhibe el instante en que el ciego solicita a Jesús de Nazaret que le cure. Con inusitado sentido de observación, Lucas de Leiden transmite el ademán propio de un ciego que busca el hombro del niño lazarillo y apunta con impotencia sus ojos. De su cintura cuelga un plato designado, indudablemente, a la recoge de dádivas. Jesucristo, sencillísimo en su obscura indumentaria, le prolonga la mano en un ademán afable y de profundo concepto.

Los 2 individuos primordiales, adjuntado con el lazarillo, son el centro geométrico y temático del cuadro. Hacia él se dirige y desde él se desperdigada la muchedumbre en ondulante movimiento. Estas figuras centrales, no obstante, no están resaltadas en un primer chato. Éste le corresponde al niño abigarradamente vestido que estira su brazo derecho, y que semeja ingresar al espectador con su ademán en la escena del cuadro. La imagen de la muchedumbre, movediza, conmovida y con una reacción vivaz en frente de todo cuanto sucede, consigue un papel escencial. La multitud no es vista de modo impersonal: cada figura muestra sus peculiaridades. A ocasiones es un rostro demasiado individual, una pose, un ademán; en otras ocasiones una indumentaria exótica, extravagante. Los movimientos y las miradas unen entre sí a los competidores. Todo esto, unido a las contrastadas zonas de luz y de sombra, conseguidas con un hábil manejo de los colores, dan a la composición un sentido de hondura, espacio, ritmo y dinamismo.

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