Luca Giordano

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la importancia que detentó Luca Giordano en la historia. La manera en que vivió y lo que hizo mientras estuvo en el mundo fue determinante no sólo para quienes frecuentaron a Luca Giordano, sino que tal vez dejó una señal mucho más honda de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Luca Giordano en persona.Luca Giordano fue una persona que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Luca Giordano, atraen nuestra curiosidad, tienen que valernos siempre como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Luca Giordano, porqué Luca Giordano vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Luca Giordano

(Llamado en España Lucas Jordán; Nápoles, 1632 - 1705) Pintor italiano. Dotado de poco comúnes talentos para la pintura, el napolitano Luca Giordano fue, por su refulgente paleta, su técnica pictórica suelta y su fecunda imaginación, un claro precursor de los enormes decoradores venecianos del siglo XVIII. Apodado Luca fa presto por su velocidad de ejecución, fue acólito del español José de Ribera, cuyo influjo es observable en sus proyectos iniciales. Su estilo cambió intensamente tras entender las proyectos de El Veronés en Venecia, tal como las últimas realizaciones de Pietro da Cortona en Florencia y Roma, que lo hicieron orientarse hacia criterios mucho más decorativistas. Pintor más que nada de frescos, con temas religiosos o mitológicos, Giordano desarrolló una intensa actividad, no solo en Nápoles, sino más bien asimismo en otras ciudades de Italia y España, país este último donde trabajó a lo largo de la década de 1690, como pintor de la corte para el monarca Carlos II, y donde se le conoció asimismo con el nombre de Lucas Jordán. Además de la serie de cuadros con situaciones de la narración de Salomón y David, preservados en el Museo del Prado y el Palacio Real de Madrid, resaltan en su abundantísima producción los frescos del palacio Medici-Riccardi y los de la capilla Corsini de la iglesia de Santa Maria del Carmine, los dos en Florencia; tal como los de El Escorial, el madrileño Casón del Buen Retiro y la sacristía de la catedral de Toledo.

Hijo de un mediocre pintor, Luca Giordano se inició en el trabajo bajo la dirección de su padre hasta pasar a recibir una capacitación pictórica mucho más completa en el taller de José de Ribera, artista español afincado en el reino napolitano cuyo estilo influyó en las primeras etapas de su pintura. Gracias a unas características técnicas inusuales, empezó su trayectoria pictórica precozmente. En 1654 era ahora un pintor sin dependencia de contrastada calidad al que se le encargaron los enormes cuadros de la iglesia de San Pietro ad Aram, en su localidad natal. Su forma de colorear, empapada aún de tenebrismo, presentaba ahora unas peculiaridades singulares que indicaban su conocimiento del empleo del color de las academias romana y veneciana, tal como de las creaciones de Rubens.

Poco después marchó a Roma, localidad donde se ejercitó en la técnica de la pintura al fresco como acólito de Pietro da Cortona. Su evolución estilística le fue separando paulativamente del naturalismo riberiano hacia producciones mucho más activas y coloristas, con pinceladas mucho más diligentes y sueltas. Trabajó en múltiples capitales italianas, como Venecia (frescos de la iglesia de Santa Maria de ella Salute), Roma (frescos de la iglesia de Santa Maria in Campitelli) o Bérgamo, pero su actividad primordial prosiguió centrada en Nápoles. En 1677 inició una de sus proyectos simbólicas, la decoración de la abadía de Montecassino (Italia), destruida en 1943, y en 1682 pintó diferentes proyectos en Florencia para la iglesia del Carmine y para el Palacio Médici-Ricardi.

Su enorme popularidad como muralista le llevó a ser llamado en múltiples oportunidades por Felipe IV a Madrid. Giordano rehusó reiteradamente las convidaciones de la Corte de españa, pero en el mes de abril de 1692, a lo largo del reinado de Carlos II, no ha podido negar la provechos oferta que se le logró. Recibió un alto salario y les fueron concedidos esenciales cargos a él y a sus familiares, tanto en España como en Nápoles. Entre 1692 y 1694 pintó distintas creaciones de carácter simbólico, para la ensaltación de la monarquía de los Austria, en las cúpulas de la iglesia y de la escalera imperial del monasterio de El Escorial (San Lorenzo de El Escorial, Madrid), del que se transformó, tras el fallecimiento en 1693 de Claudio Coello, en el primordial directivo de la decoración pictórica.

Más tarde se trasladó a Madrid; en la ciudad más importante del reino efectuó distintos frescos para la Capilla Real, la iglesia de Nuestra Señora de Atocha, la iglesia de San Antonio de los Portugueses y el Casón del Buen Retiro, donde, en la bóveda del Salón del Baile, glorificó la Orden del Toisón de Oro. También atendió pedidos para clientes del servicio particulares, iglesias o exactamente el mismo rey, bien al fresco o al óleo, de gran pluralidad temática. Pintó un cuadro para el camarín del monasterio de Guadalupe (Cáceres) y, en Toledo, decoró las cúpulas de la sacristía de la catedral con el tema de la imposición de la casulla a San Ildefonso. La muerte en 1700 de su asegurador, el monarca Carlos II, y el cambio de dinastía no le privaron ni de sus honores ni de sus varios pedidos. Retrató al nuevo rey, Felipe V, y le acompañó en 1702 en su viaje a Nápoles, localidad donde el pintor murió tres años después.

Cultivador de todos y cada uno de los géneros, Luca Giordano fué reconocido como el pintor mucho más fecundo de todo el barroco. Como decorador mural, empleando la técnica del fresco, desarrolló la herencia que tras ser iniciada por Antonio Allegri da Correggio prosiguieron varios artistas italianos, entre aquéllos que sobresalieron los hermanos Agostino y Annibale Carracci, Giovanni Lanfranco y Pietro da Cortona. Sus producciones, en las que se aprecia su dominio de la visión y de los efectos ópticos, tienen un señalado sentido ornamental. Su aptitud inventiva, su control de los elementos profesionales y la sencillez y velocidad de ejecución le condujeron a ser popular con el sobrenombre de Luca fa presto.

También al óleo, sobre cuadro, efectuó una pintura caracterizada por el empleo de escorzos violentos y la utilización de una extensa variedad de gamas cromáticas. La predominación posterior que ejercitó su obra fue muy extensa, primordialmente en las academias napolitana, veneciana y florentina del settecento. Los pintores madrileños de los primeros años del siglo XVIII, como el asimismo fresquista Antonio Palomino, imitaron su estilo. Desdeñado por la estética neoclásica, los estudios recientes han valorizado el dinamismo y los valores pictóricos de sus proyectos. El Museo del Prado (Madrid) mantiene varios cuadros suyos.

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