La historia de las civilizaciones la narran las personas queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado queel mundo, de un modo u otro,prospere.
Apreciar las luces y las sombras de las personas relevantes como Los Reyes Católicos, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo sustancial para que podamos valorar no sólo la existencia de Los Reyes Católicos, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Los Reyes Católicos, personas a quienes de de una forma u otra Los Reyes Católicos influenció, y por supuesto, entender y comprender cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Los Reyes Católicos.
Las biografías y las vidas de personas que, como Los Reyes Católicos, atraen nuestra curiosidad, tienen que valernos siempre como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Los Reyes Católicos, el motivo por qué Los Reyes Católicos vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que avanza, de forma inexorable, la historia.
Denominación que recibe el matrimonio de Isabel I de Castilla (Madrigal, Ávila, 1451 - Medina del Campo, Valladolid, 1504) y Fernando II de Aragón y V de Castilla (Sos, Zaragoza, 1452 - Madrigalejo, Cáceres, 1516), en virtud del título de Católicos que les dio una bula del papa Alejandro VI (1494) y que se transmitió a sus sucesores como sucesos de la Monarquía Católica.
Eran hijos de Juan II de Castilla y de Juan II de Aragón, respectivamente. La princesa Isabel desafió a su hermanastro, Enrique IV, al encabezar la rebelión de los nobles castellanos dejándose proclamar heredera del trono; un primer combate se saldó con el reconocimiento por el rey de los derechos sucesorios de Isabel (Vista de los Toros de Guisando, 1468). Para remarcar su situación, Isabel se casó con el príncipe heredero de Aragón, Fernando, en Valladolid (1469); Enrique IV de Castilla se opuso a aquel link y desheredó a Isabel a favor de su hija Juana la Beltraneja (1470).
Cuando Enrique murió, en 1474, Isabel se proclamó reina de Castilla; pero los incondicionales de Juana la Beltraneja, apoyados por Portugal, se resistieron, provocando la Guerra Civil castellana de 1475-79. Isabel y Fernando se obligaron en las peleas de Toro y Albuera, que concluyeron el reconocimiento de Isabel por las Cortes de Madrigal (1476) y la firma del Tratado de Alcaçovas con Portugal (1479). Aquel mismo año Fernando fue proclamado rey de Aragón, por la desaparición de su padre.
El matrimonio de los Reyes Católicos agrupó por vez primera la Corona de Castilla y la Corona de Aragón, que pasarían juntas a sus sucesores, dando sitio a la Monarquía Hispana. Pero la unión personal de los reinos no entrañó la integración política de sus instituciones, ya que cada reino sostuvo su personalidad distinguida hasta la aparición de España como Estado nacional en el siglo XIX. Los Reyes Católicos procuraron llenar la unificación peninsular a través de una sucesión de links maritales de sus hijos con príncipes portugueses, todos los que fracasaron por fallecimientos prematuros.
En lo que se refiere al último territorio musulmán que quedaba en la península Ibérica, el reino nazarí de Granada, los reyes impulsaron la Guerra de Granada (1480-92), que determinó su integración en la Corona de Castilla. Acabada de esta forma la Reconquista, dirigieron el empuje conquistador de Castilla y Aragón hacia otros campos geográficos: por una parte, impulsaron la penetración en el norte de África, concluyendo la conquista de las Canarias (1496) y estableciendo bases en Mazalquivir, Orán, Bugía, Argel y Trípoli; por otra parte, apoyaron a Cristóbal Colón en su búsqueda de buscar una ruta marítima hacia Asia por el oeste, compañía que condujo al hallazgo de América (1492).
Tan rápido como se instalaron en el trono, los Reyes Católicos se brindaron a la tarea de hacer mas fuerte el poder monárquico, recortando los permisos de la nobleza. Incorporaron a la Corona los maestrazgos de las órdenes militares, centralizaron la administración en torno al Consejo Real, redujeron los poderes de las Cortes, nombraron corregidores para supervisar los ayuntamientos, fortalecieron mecanismos de control como la administración de justicia y el ejército, hicieron otros nuevos como la Santa Hermandad y la Inquisición (1478) y reformaron el clero (1494). Para hacer mas fuerte la integración de sus reinos cerca de la religión cristiana, dictaminaron la expulsión de los judíos que no estuviesen prestos a transformarse (1492); una medida afín se adoptó respecto a los musulmanes en 1502.
En lo que se refiere a la política exterior de los Reyes Católicos, estuvo marcada por la rivalidad con Francia; para frenar su predominación en Italia concertaron la Liga Santa con el papa, los Habsburgo, Inglaterra, Venecia, Génova y Milán (1495). Bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, los ejércitos españoles mantuvieron distintas campañas en Italia entre 1494 y 1504, que dieron a Aragón el control de Nápoles.
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón habían pactado por la Concordia de Segovia (1475) la total igualdad de los dos como reyes. Cuando murió Isabel en 1504, Fernando pasó a ejercer la Regencia en Castilla representando a su hija Juana la Loca (Juana I de Castilla). Pero su mal comprensión con su yerno, Felipe el Hermoso, le forzó a retirarse a sus reinos en 1506. La muerte de Felipe I el Hermoso y la incapacidad por patología mental de Juana I dejaron que don Fernando volviese a encargarse de la Regencia de Castilla en 1507, representando a su nieto Carlos V.
La integración del reino de Navarra fue obra del rey Fernando tras la desaparición de Isabel: aduciendo los presuntos derechos sucesorios que le correspondían por su matrimonio en segundas nupcias con Germana de Foix (1505), Fernando invadió Navarra en 1512 y anexionó cinco de sus seis merindades a la Corona castellana; no ha podido realizar lo mismo con la Merindad de Ultrapuertos (Baja Navarra), que quedó en verdad bajo dominio francés.
Al fallecer, don Fernando legaba a Carlos V un conglomerado de territorios que se sostendrían unidos desde hace tiempo formando la Monarquía de españa: los reinos de la Corona de Castilla, la de Aragón (con Cataluña, Valencia y las Baleares), Navarra (hasta los Pirineos) y Canarias, con proyecciones hacia Italia (Nápoles, Sicilia y Cerdeña), América y el Magreb.
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