Ya sea inspirando a otros o formando parte de la acción. Los Niños Héroes es uno de esos sujetos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Los Niños Héroes es conocer más acerca de una época concreta de la historia de la humanidad.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la relevancia que detentó Los Niños Héroes en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que estuvo en este mundo fue determinante no sólo para quienes trataron a Los Niños Héroes, sino que a lo mejor produjo una señal mucho más honda de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Los Niños Héroes en persona.Los Niños Héroes ha sido uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Comprender las luces y las sombras de las personas significativas como Los Niños Héroes, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa básica para que podamos valorar no sólo la existencia de Los Niños Héroes, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Los Niños Héroes, aquellas personas a quienes de de una u otra forma Los Niños Héroes influenció, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Los Niños Héroes.
Nombre genérico con el que se destina a los seis cadetes mexicanos del Colegio Militar que fallecieron heroicamente en la defensa del castillo de Chapultepec a lo largo de la invasión estadounidense de 1847. Los seis cadetes fueron Juan de la Barrera, originario de la Ciudad de México, nativo de 1828; Juan Escutia, nativo de Tepic, Nayarit, en torno a 1830; Francisco Márquez, nativo de Guadalajara, Jalisco, en 1834; Agustín Melgar, perteneciente de Chihuahua, nacido entre 1828 y 1832; Fernando Montes de Oca, originario de Azcapotzalco, y Vicente Suárez, quien nació en Puebla en 1833.
De la previo lista de nombres de los Niños Héroes debe destacarse su edad: tenían entre 14 y 19 años, ya que estaban recibiendo su capacitación en el Colegio Militar. Todos ellos fallecieron el 13 de septiembre de 1847, en el momento en que una columna del ejército de Estados Unidos tomó por ataque, pese a su heroica resistencia, el castillo de Chapultepec, donde se situaba el Colegio Militar. Situado en la ruta de hacia localidad de México, el castillo era el último bastión defensivo que preservaban los mexicanos, y su caída dejó la entrada de las tropas estadounidenses en la ciudad más importante mexicana al día después. Aunque ahora se encontraba perdida, la guerra se alargaría hasta principios de 1848.
Un enclave histórico
Chapultepec, que en lengua nahuátl significa "En el cerro de chapulín" (que equivale a langosta), era un espacio correspondiente a la jurisdicción de los tepanecas del señorío de Azcapotzalco. Cuando llegaron al sitio, exactamente los mismos aztecas lo calificaron de paradisíaco. Instalados en Chapultepec tras su extendida peregrinación desde la mítica Aztlán, los aztecas hicieron enormes proyectos para fortificarlo y transformarlo en un espacio inexpugnable (probablemente, en 1280). Pero la continuidad de sus guerras floridas y su crueldad levantaron la animosidad de los pueblos vecinos, que se asociaron contra ellos y les infligieron una dura derrota en el año Caña (1299), expulsándolos de Chapultepec para confinarlos en las inhóspitas tierras de Culhuacán.
Tras la fundación de Tenochtitlán en 1325, Chapultepec se transformó en un santuario para los mexicas, en el que edificaron distintos monumentos. Nezahualcóyotl, rey de Texcoco y aliado de los aztecas, mandó crear en 1428 un adoratorio, y en 1465 Moctezuma Ilhuicamina, hermanastro de Itzcoatl y también iniciador del imperio azteca, logró crear en exactamente la misma loma un acueducto con el objetivo de abastecer de agua a los pobladores de Tenochtitlán.
Cuando, a inicios del siglo XVI, Hernán Cortés deseó tomar la poblada localidad azteca, dirigió la estrategia desde el insuperable puesto de mando que formaba el cerro de Chapultepec, rincón donde el virrey español Bernardo de Gálvez, a fines del siglo XVIII (1783-1787), logró alzar sobre las ruinas aztecas un edificio que sería designado a albergar la vivienda estival de los máximos representantes de la Corona de españa en el país mexicano, si bien las proyectos fueron descuidadas. Aprovechando una parte de este edificio, en 1842 se instaló en él el Colegio Militar, bajo la dirección del general José Mariano Monterde, que sería tomado al ataque por las tropas de Pilow a lo largo de la invasión estadounidense de 1847, marco de la defensa heroica de los cadetes.
La Guerra Mexicano-estadounidense (1846-1848)
El expansionismo yanqui por los distintos territorios que más adelante serían los estados de Texas, Nuevo México y California se había camuflado siempre y en todo momento bajo la explicación de la protección de sus intereses en esta zona fronteriza. Esta forma de accionar de Washington se repitió en el momento en que, tras la proclamación de la República de Texas, en 1836, y de la anexión pura y fácil de Nuevo México en 1845, las tropas yanquis invadieron la República de México, utilizando una coyuntura de inestabilidad popular y política.
Tras la anexión de Nuevo México en 1845 y la separación de relaciones diplomáticas, el gobierno estadounidense había insistido en reclamar los territorios al norte del río Bravo; frente a la negativa, ordenó en el mes de abril de 1846 su ocupación y se generaron los primeros combates militares. La declaración oficial de guerra sucedió en el mes de mayo de 1846, y los mexicanos perdieron casi todas las peleas. El general Zachary Taylor penetró por el norte; el coronel Stephen Kearny tomó Nuevo México y California; Winfield Scott, a cargo de la marina, bombardeó el puerto de Veracruz y logró desembarcar y tomar la localidad el 29 de marzo de 1847.
Al frene de un ejército de 13.000 hombres, el general Winfield Scott avanzó hacia la ciudad más importante, batiendo a su paso al ejército mexicano en diferentes puntos: Cerro Gordo, Contreras y Churubusco. Más tarde ocupó Casa Mata y Molino del Rey. Tras esta serie de victorias, la columna del mayor Gideon Johnson Pillow se presentó el 12 de septiembre de 1847 frente al castillo de Chapultepec, último obstáculo cuya caída dejaría expedito el paso a la ciudad más importante mexicana.
Los Niños Héroes de Chapultepec
Nuevamente el cerro de Chapultepec volvía a ser ámbito de un hecho histórico. La defensa, que corrió al cargo de 200 cadetes y 632 soldados del Batallón de San Blas, no ha podido eludir la pérdida del bosque y el cerro, y la resistencia se trasladó al Colegio Militar. Los cadetes, en pelea cuerpo a cuerpo, resistieron heroicamente el ataque de las tropas norteamericanas, muy superiores en número. Tras padecer graves pérdidas, los soldados norteamericanos lograron tomar la plaza. La catástrofe de la derrota no ha podido empañar la gloria del heroísmo sin par de unos jóvenes cadetes que prefirieron la desaparición a entregarse al invasor.
Los seis cadetes, adjuntado con una parte de la guarnición de la Academia, tuvieron en alerta a lo largo de un par de días al ejercito estadounidense antes de perecer en la trágica guerra. Si bien hasta el día de hoy se había atribuido equivocadamente a Juan Escutia el acto heroico de haberse envuelto en una bandera mexicana y lanzado al vacío desde la azotea del Castillo, con objeto de que el enemigo no se apoderara de la enseña patria, hoy en día todo semeja señalar que el creador de este sublime acto patriótico fue Fernando Montes de Oca.
Tuvo que transcurrir, no obstante, algo mucho más de un siglo a fin de que los restos fatales de los seis jóvenes cadetes fuesen descubiertos en el bosque de Chapultepec y reconocidos como semejantes de manera oficial en 1947. En esta época, sus despojos descansan desde 1952 en el Monumento a los Niños Héroes, erigido en su memoria y ubicado al pie del cerro de Chapultepec. Dicho monumento es el resultado del trabajo grupo del escultor Ernesto Tamariz y el arquitecto Enrique Aragón Echegaray.
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