Leonardo Torres Quevedo

Ya sea inspirando a otros o siendo una pieza esencial de la acción. Leonardo Torres Quevedo es uno de esos seres humanos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra atención por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Leonardo Torres Quevedo es comprender más sobre un periodo concreto de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que tuvo Leonardo Torres Quevedo en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo mientras estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para quienes frecuentaron a Leonardo Torres Quevedo, sino que posiblemente dejó una señal mucho más insondable de lo que logremosconcebir en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Leonardo Torres Quevedo de forma personal.Leonardo Torres Quevedo fue un ser humano que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Conocer las luces y las sombras de las personas significativas como Leonardo Torres Quevedo, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa fundamental para que podamos valorar no sólo la vida de Leonardo Torres Quevedo, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Leonardo Torres Quevedo, gentes a quienes de un modo u otro Leonardo Torres Quevedo influyó, y indudablemente, conocer y descifrar cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Leonardo Torres Quevedo.

Las biografías y las vidas de personas que, como Leonardo Torres Quevedo, atraen nuestra atención, deben servirnos siempre como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Leonardo Torres Quevedo, el motivo por el cual Leonardo Torres Quevedo vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que avanza, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Leonardo Torres Quevedo

(Santa Cruz del Valle de Iguña, 1852 - Madrid, 1936) Ingeniero español. En 1868 concluyó estos estudios en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao, y ahora pasó un par de años en París en el Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. En 1870 su familia se trasladó a Madrid, y Leonardo, a su vuelta de París, regresó a las riberas del Nervión, donde se alojó en la casa de unos familiares: las señoritas Barrenechea. El aprecio que le tenían forma un apunte primordial en la vida de este prolífico ingeniero de caminos y también inventor, ya que al fallecer le legaron su fortuna (de notables dimensiones), lo que logró viable que Leonardo no tuviese que preocuparse por nuestra supervivencia. Además, este suceso dotó al inventor de una independencia de trabajo y pensamiento que le dejó prescindir de instituciones gubernativos y también investigar lo que en todos y cada instante le apetecía.

En 1871, instalado ahora en Madrid, ingresó en la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos. Cinco años después, en 1876, acabó sus estudios y empezó a ejercer su profesión, dedicándose a trabajos ferroviarios a lo largo de unos meses. En 1887 patentó un sistema de sendero funicular aéreo de alambres múltiples. La primordial innovación de Torres Quevedo, matemático y físico inusual, la forma el hecho de conseguir un coeficiente de seguridad capaz para el transporte de personas sin solamente peligro. Liberando un punto fijo de acompañamiento del cable por el que discurre la barquilla y sustituyéndolo por una polea con pesos, logró que la tensión en estos cables fuera la que él deseaba (ya que dependía del peso que se colocara) y que además de esto fuera traje durante todo el camino; como los cables eran múltiples, en el caso de rotura de uno la tensión se distribuía equitativamente entre el resto.

En 1889 Leonardo Torres Quevedo se trasladó nuevamente a Madrid para simultanear estudios matemáticos, físicos y profesionales con tertulias culturales de todo género. Un año después presentó en Suiza el emprendimiento de su transbordador, pero fue rechazado. Este desprecio a su genialidad produjo que el inventor dejase durante un momento de lado su proyecto y pasara a centrarse en lo que Eduardo Saavedra calificó como "hecho increíble en la producción científica de españa": su Memoria sobre las Máquinas Algébricas, presentada en 1893 en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Además de la solución teorética al inconveniente de la construcción de las relaciones algébricas, Torres Quevedo edificó asimismo múltiples máquinas de calcular. Fue desde este instante en el momento en que Leonardo Torres Quevedo alcanzó el éxito, del que no se apartó el resto de su historia.

En 1901 ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, y en este año el Gobierno español creó el Laboratorio de Mecánica Aplicada (tras Automática) y lo puso predisposición de Torres Quevedo. A partir de este instante, Leonardo Torres Quevedo empezó a diversificar sus indagaciones, quizá alentado por la creación del Laboratorio.

En 1902 presentó en las Academias de Ciencias de Madrid y de París una memoria con anteproyecto de globo dirigible. La actividad de Torres Quevedo en el campo de la aeronáutica merece asimismo atención, ya que logró inventar y diseñar lo que después se conoció como globo dirigible semirrígido o dirigible T.Q. En la temporada existían 2 géneros de dirigibles: los recios, compuestos de un armazón metálico cubierto de lona y lleno de gas; y los flexibles, que carecían de armazón alguno. Los primeros se edificaron esencialmente en Alemania, y fueron populares con el nombre de su inventor, Zeppelin. Su enorme inconveniente lo provocaban las restricciones que imponía su rigidez, ya que aparte del peligro de incidente en vuelo al mucho más mínimo roce con un obstáculo, eran primordiales enormes infraestructuras en tierra para guardarlos, ocultarlos o maniobrar con ellos.

Los dirigibles flexibles, por el contrario, podían ser deshinchados y achicar su volumen para el transporte o maniobra en tierra, al paso que en el aire resistían mejor los golpes o roces, como cabe sospechar de su primordial característica. Sin embargo, exactamente por su elasticidad, tenían inconvenientes en lo que se refiere a la seguridad y calidad en el vuelo, ya que eran de forma fácil deformables, y a raíz del peso de la barquilla y los motores, tendían a doblarse y a subir ámbas puntas o extremos.

La solución a la que llegó Torres Quevedo en su dirigible semirrígido revela nuevamente su enorme cualificación como matemático y físico. El dirigible que concibió tenía dentro del globo una armadura maleable destinada a evitar que se deformase por causa del peso de los aeronautas, motores y lastres, pero constituida únicamente por lonas y cuerdas que se sostenían tirantes por efecto de la presión del gas del globo, lo que dejaba que pudiera ser desinflado en tierra y achicar su volumen. De este modo, los problemas de uno y otro sistema que existe (recio y maleable) quedaban obviados.

En 1905 fue construido, con la colaboración de Alfredo Kindelán, el primer dirigible bajo el nuevo servicio. Sin embargo, el desinterés español en este aparato provocó que Torres Quevedo entrara en diálogos con la vivienda francesa Astra, que en 1909 le adquirió la patente, empezó rápidamente a crear el nuevo género de aerostato y lo vendió en el mundo entero. Los dirigibles Astra-Torres lucharon en la Primera Guerra Mundial contra los Zeppelin alemanes, y resultaron mucho más veloces y polivalentes que estos últimos.

A la vez que se encontraba estudiando el inconveniente de los dirigibles, y con la intención de no poner en riesgo vidas humanas en pruebas y experimentaciones en vuelo, Torres Quevedo desarrolló una de sus ideas mucho más refulgentes, prácticamente indispensable en nuestro planeta diario: el Telekine o primer aparato de todo el mundo de radiodirección a distancia. En septiembre de 1903 presentó en España la patente de este aparato con el título "Un sistema llamado Telekine para gobernar a distancia un movimiento mecánico".

Cada señal de onda hertziana hacía seguir un paso a una rueda en el telekine; según el número de señales recibidas a través de un conmutador, se actúa en un circuito preciso y se realiza la maniobra pertinente. El telekine tenía un mecanismo de contacto retrasado del conmutador a fin de que pudiera recibir la orden completa, automatismo de vuelta a la situación inicial del conmutador y dispositivo de seguridad que paralizaba el motor si se generaba fallo o no se recibían señales en el transcurso de un preciso tiempo, para eludir de esta manera la pérdida del aparato dirigido. El el día de hoy tan habitual "mando" es, esencialmente, un proyecto de Torres Quevedo.

En 1912, Torres Quevedo inauguró un nuevo campo de la ciencia al comenzar sus primeros ensayos en el campo de la automática, la cibernética y la computación, que han quedado establecidos en su primer Autómata Ajedrecista, el primer ajedrecista automático de todo el mundo. Este formaba, esencialmente, un primer computador con la capacidad de procesar información y accionar consecuentemente, todo ello desde estímulos eléctricos controlados a través de relés. En el ajedrecista se ejecutaba el mate de rey y torre contra rey indudablemente, fueran cuales fueran los movimientos del opuesto humano, y se encontraba sosprechada, aun, la oportunidad de que se tratara de "mentir" al autómata.

En la década de 1910 y 1920 Torres Quevedo proseguiría con sus ensayos en el nuevo campo de la automática, que él había desarrollado, hasta finalizar por transformarse en el padre de la informática de hoy. En 1914 escribió sus Ensayos sobre automática, donde se adelantó en treinta años a las primeras disquisiciones inglesas, americanas o alemanas sobre la analogía cabeza-máquina y sobre los primeros ordenadores. En 1920 edificó un segundo ajedrecista autómata mejorado.

Además de los ajedrecistas, Torres Quevedo inventó, diseñó y edificó el Aritmómetro electromecánico, una máquina de calcular con la capacidad de agregar, restar, multiplicar y dividir, regida a distancia a través de una máquina de redactar ordinaria dotada de contactos eléctricos y proveída de un dispositivo para redactar de forma automática los desenlaces. Poseía memoria electromecánica y un coordinador o cerebro automático. Con esta máquina se conseguía por vez primera en el planeta la memoria artificial. Torres Quevedo dejó varios escritos de alta definición técnica, aparte de las memorias gráficas de sus múltiples patentes, españolas y extranjeras.

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