León Tolstói

La historia universal la escriben las mujeres y hombres quea lo largo de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,avance.

Apreciar las luces y las sombras de las personas relevantes como León Tolstói, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa fundamental para que podamos apreciar no sólo la vida de León Tolstói, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por León Tolstói, gentes a quienes de de una forma u otra León Tolstói influenció, y indudablemente, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió León Tolstói.

Las biografías y las vidas de personas que, como León Tolstói, cautivan nuestra atención, deben servirnos siempre como punto de referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de León Tolstói, porqué León Tolstói vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de León Tolstói

(Liev Nikoláievich Tolstói; Yasnaia Poliana, 1828 - Astapovo, 1910) Escritor y reformador ruso. Junto con Fiódor Dostoievski, es el más importante gerente de la novela verdadera en Rusia, como lo fueron Balzac, Stendhal y Flaubert en Francia o Galdós y «Clarín» en España.

Hijo del noble dueño y de la adinerada princesa María Volkonski, Tolstói viviría siempre y en todo momento escindido entre esos 2 espacios simbólicos que son la enorme urbe y el campo, ya que si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban relucir en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el sitio del afanoso alumbramiento de sus preclaros sueños literarios. El jóven quedó precozmente huérfano, pues su madre murió a los un par de años de haberlo concebido y su padre murió en 1837. Pero visto que después pasara a vivir con 2 tías suyas no influyó en su educación, que estuvo a lo largo de todo este tiempo al precaución de múltiples preceptores masculinos no bastante rigurosos con el joven aristócrata.

En 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se inscribió en la Facultad de Letras, carrera que abandonó para cursar derecho. Estos cambios, sin embargo, hicieron que mejorasen poquísimo sus pésimos desempeños académicos, y probablemente no hubiese coronado jamás exitosamente su instrucción de no haber atendido sus examinadores al prominente rango de su familia.

Además de esto, según cuenta nuestro Tolstoi en Adolescencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción ética y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía sorprendentemente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin reposo y conseguía con envidiable sencillez los favores de las mujeres. Regalado por esa vida de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió cierto tiempo tanto en la escandalosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante localidad de San Petersburgo.

Al irse de la facultad, en 1847, escapó de las populosas ciudades y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, tolerando su conciencia una profunda llamada de atención frente al espectáculo del mal y la pobreza de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble iniciativa de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde iniciar. De instante, para dar libertad al vigor desbordante de su espíritu joven, decidió abrazar la carrera militar y también ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artillería.

El combate contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble consecuencia de descubrirle nuestra temeridad y desprecio de la desaparición y de ofrecerle a entender un paisaje pasmante que guardará para toda la vida en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, esos monumentales sitios grabaron en su ánimo una exclusiva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo.

Al reventar la guerra de Crimea en 1853, solicitó ser designado adelante, donde dio muestras de enorme arrojo y ganó alguna reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada aceptó con impaciencia la ineptitud de los en general y el de manera frecuente baldío heroísmo de los soldados, tal es así que solicitó su retiro y, tras reposar una corto temporada en el campo, decidió consagrarse enteramente a la labor de redactar.

Lampiño en su temporada de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta, la estampa que se realizó mucho más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ahora adulto mayor, con las luengas y pobladas barbas blancas descansando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos desvariados. Pero esta simbólica imagen de patriarca acabó por adoptarla en su excéntrica vejez tras duras peleas para reformar la vida popular de su patria, compañía esta marcada en demasiadas oportunidades por irrevocables derrotas.

A lo largo de cierto tiempo viajó por Francia, Alemania, Suiza..., y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas educativos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era totalmente gratis, los estudiantes podían ingresar y salir de clase a su antojo y nunca, por ningún fundamento, se procedía al mucho más mínimo castigo. La escuela se encontraba situada en una vivienda cercana a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento.

Próximamente fue imitada por otras, pero su dañina novedad, al lado de los asaltos del escritor contra la censura y a su reivindicación de la independencia de palabra para todos, aun para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno, que a los pocos años mandó cerrarla. Era entre los primeros reveses de su emprendimiento reformador y entre los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, si bien no sería el único. Sus disconformidades con la Iglesia Ortodoxa asimismo se hicieron conocidas al denegar abiertamente su parafernalia ritual, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos entornos con fragancia a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.

Además de esto, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de crueldad era contraria a las enseñanzas de Jesucristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no solo de los militares sino más bien del propio zar. Incluso sus siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre y en todo momento a Tostoi, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.

A pesar de ser persona habituada a pensar acerca de la desaparición, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acontecido el 20 de septiembre de 1860, le causó una excepcional convulsión y, por año siguiente, se estableció terminantemente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante mujer Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su historia y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento perfecto para un hombre abismado en sus fantasías.

Sofía era entonces una inocente chica de dieciocho años, deslumbrada por aquel experimentado joven de treinta y 4 que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además de esto, con imprudente sinceridad, deseó que conociera al aspecto sus precedentes insesateces y le entregó el períodico de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella (que le daría trece hijos) no titubeó ni un instante y aceptó enamorada la proposición de juntar sus vidas, contrato que, salvando periodos tormentosos, habría de perdurar prácticamente medio siglo.

Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y contentos años de matrimonio, Tolstoi disfrutó de condiciones perfectas para redactar su asombroso fresco histórico que se titula Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, donde se recrean nada menos que las vidas de quinientos individuos. El voluminoso manuscrito fue pacientemente copiado siete ocasiones por la mujer conforme el escritor corregía; asimismo era ella quien se encargaba de la educación de los hijos, de enseñar a las pequeñas en sociedad y de cuidar al patrimonio familiar.

La construcción de este monumento literario le reportó en el instante popularidad en Rusia y en Europa, por el hecho de que fue traducido enseguida a todas y cada una de las lenguas letradas y también influyó claramente en la narrativa posterior, pero el místico patriarca juzgó siempre y cuando disfrutar halagadamente de esta celebridad era una exclusiva forma de pecado, una forma impropia de complacerse en la vanidad y en la soberbia.

Si Guerra y paz había empezado a publicarse por entregas en la gaceta El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869, muchas fueron después las novelas visibles que salieron de su fecunda pluma; sus proyectos terminadas tienen la posibilidad de ocupar prácticamente cien volúmenes. La primordial de ellas es Ana Karenina (1875-1876), donde se cuenta una febril pasión infiel, pero asimismo son increíbles La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimonio, y la que es quizás mucho más patética de todas y cada una: La muerte de Iván Ilich (1885).

De la misma ciertos de sus individuos, el desenlace de Tolstoi tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años distribuyendo prácticamente todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la pobreza, haciendo un trabajo como zapatero a lo largo de múltiples horas cada día y repartiendo limosna. Muy alejado de su familia, que no podía entender estas peculiaridades, se abstenía de fumar y de tomar alcohol, se nutría de vegetales y dormía en un duro catre.

Para finalizar, concibió la iniciativa de finalizar sus días en un retiro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticiamente en la sola compañía de su discípulo el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la región para continuar los pasos del íntegro novelista. Tras argumentar sus causas en una carta a su mujer, partió en la madrugada del diez de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros.

A lo largo de ciertos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 de noviembre Tolstoi fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo forzó a detenerse y a buscar cobijo en la vivienda del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados resueltos de la familia de este. Sofía llegó antes que muriera, pero no deseó turbar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta tras el final. Le afirmaron, si bien no entendemos si la anciana ha podido hallar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que su últimas expresiones habían sido: "Amo a varios."

En cierta forma, la biografía de León Tolstoi forma una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y de manera frecuente despiadado que lo rodeaba, con lo que consagró toda su historia a la búsqueda trágica del deber mucho más sincero y franco que podía entablar con ella. Aristócrata refinado y opulento, terminó por definirse paradójicamante como anarquista católico, ocasionando el desconcierto entre los de su clase; fiel convencido de la realidad de los evangelios, sostuvo libres combates con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no consiguió el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revolucionarios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las mucho más altas virtudes; y, en resumen, discutible y discutido pensador popular, absolutamente nadie le niega el día de hoy haber dado a la imprenta una obra literaria enorme, entre las mayores de siempre, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran situación plásticamente en los suntuosos salones y en los campos de guerra, en las ilusiones irreducibles y en los coléricos tormentos del asendereado corazón humano.

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