La Virgen María

La historia del mundo está contada por aquellas mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho queel género humano, de una forma u otra,avance.

Apreciar lo bueno y lo malo de las personas destacadas como La Virgen María, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo esencial para que podamos poner en valor no sólo la existencia de La Virgen María, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por La Virgen María, personas a quienes de de una forma u otra La Virgen María influyó, y sin duda, entender y comprender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió La Virgen María.

Las biografías y las vidas de personas que, como La Virgen María, seducen nuestra atención, tienen que valernos siempre como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de La Virgen María, porqué La Virgen María vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de La Virgen María

Madre de Jesús. Los evangelios solo aportan, en relación a María, los datos escenciales y ciertas anécdotas. Consta que antes y tras el nacimiento de Jesús vivió en Nazaret, pequeña localidad de Galilea, y que, según la ley, estuvo casada con el artesano San José, descendiente de la vivienda del rey David. María acompañó a Jesús de Nazaret a lo largo de su ministerio de un espacio a otro, adjuntado con las mujeres que le acompañaron desde Galilea y los "4 hermanos de Jesús": Santiago, José, Simón y Judas, hijos de María y Cleofás.

Tanto María como los 4 hermanos fueron rodeados de una atmósfera de veneración que prosiguió en incremento, ya que María cumplía de modo convincente las condiciones propias de los ciudadanos del reino. Como ejemplo del recuerdo que los primeros acólitos preservaban de María están las expresiones que se ponen en boca de Isabel: "Bienaventurada tú que has creído" (Lc. 1,45). Tiene asimismo un recuerdo vivo la oración de San Lucas: "María preservaba todos esos recuerdos, meditándolos en su corazón" (Lc. 2, 19).

María estuvo al pie de la cruz y fue testigo de la resurrección. Su mención en el cenáculo (Act. 1,14) adjuntado con los 12 apóstoles, el resto mujeres y los "hermanos de Jesús", es el comienzo de una presencia viva y incesante en el seno del cristianismo primitivo. La red social de Jerusalén honró asimismo a María como "Madre del Señor", título con el que hacían formar parte a María de la gloria de Jesús y también empezaban con esto el desarrollo de reflexión teológica cerca de lo que vino a nombrarse "las glorias de María".

Desde la perspectiva de la fe cristiana, la figura de la Virgen María tiene una importancia singular y creciente durante los siglos. Por lo que hace referencia al Antiguo Testamento, la tradición ha señalado varios contenidos escritos en los que están avisos proféticos sobre María. Un pasaje que tuvo suma trascendencia es la profecía del Emmanuel (Is. 7,14). En ella el profeta Isaías comunica como signo divino el alumbramiento por la parte de una doncella (hebrero almah y heleno parthénos), en el que la iglesia ve el aviso de la Madre del Mesías y de su virginidad.

En el Nuevo Testamento, las narraciones de la niñez de los evangelios de San Mateo y San Lucas recogen las enseñanzas sobre la concepción virginal y el nacimiento de Jesús, transmitidas en la primitiva red social cristiana. Narra San Mateo que María concibió virginalmente al Mesías, cumpliéndose de esta forma la profecía del Emmanuel. "Habiendo concebido por obra del Espíritu Santo, da a luz (sigue diciendo el envangelista) a un hijo a quien se pone por nombre Jesús, Salvador" (Mt. 1, 20-25).

En San Lucas la concepción virginal y la maternidad mesiánica y divina de María se describen en el marco narrativo de la Anunciación como obra del Espíritu Santo (Lc, 1, 26-35). San Lucas muestra a la Virgen como figura central del evangelio de la niñez, unida, por consiguiente, al nacimiento de Cristo; y regresa a resaltar su presencia en los hechos de los apóstoles al narrar la vida incipiente de la iglesia. San Juan Evangelista detalla su presencia en Caná, interviniendo activamente en el primero de los milagros completados por Jesucristo, y al pie de la cruz.

Ciertos autores cristianos reflexionaron sobre la significación de María en el grupo del secreto de la salvación y en su relación con Cristo, su hijo. Así, San Ignacio de Antioquía (siglo II) averiguó en el secreto de Jesús nacido de María, al tiempo que San Justino defendió la concepción virginal de María y San Ireneo ha propuesto un paralelismo entre las figuras de Eva-María y Adán-Cristo.

Asimismo en la época del siglo II se dieron a conocer unos contenidos escritos apócrifos (como el Protoevangelio de Santiago) donde se contaba la vida de María, desde la de sus progenitores Joaquín y Ana hasta tras el nacimiento de Jesús. En otros contenidos escritos (Transitus) se explicaba la desaparición de María y su asunción en cuerpo y alma a los cielos.

Desde los siglos IV-V se consideró a María como el modelo especial de fe y santidad a imitar por las vírgenes cristianas, según la doctrina antes desarrollada por los enormes doctores de la Iglesia (San Atanasio, San Jerónimo, San Ambrosio, San Agustín de Hipona). En el año 431, el Concilio de Éfeso reconoció a María como Madre de Dios, ratificando de esta manera la creencia de varios leales que desde bastante antes intercedían frente ella.

Para los Padres de la Iglesia era un tema de discusión la perpetua virginidad de María y su santidad personal. Progresivamente llegó a imponerse la iniciativa de una virginidad "antes del parto, en el parto y tras el parto" y de una total exención de pecado. La perpetua virginidad quedó definida en el concilio de Letrán (649 a.C.) y en la epístola dogmática del papa Agatón (680 a.C.). El concilio de Trento, por su lado, sancionó en 1547 su total exención del pecado.

Tras siglos de discusión entre las academias, la Iglesia fue llegando a la conclusión de que María había sido redimida en atención a los méritos de Cristo, pero que, desde el primer momento de su ser, se había visto libre de la mácula original. Este es el dogma de la Inmaculada Concepción definido por Pío IX en 1845. En la bula Munificentissimus Deus, Pío XII definió en 1950 el dogma de la glorificación o Asunción, según el que María fue asumida en cuerpo y alma al cielo tras su muerte sin saber la corrupción del sepulcro.

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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son siempre determinantes, ya que perfilan la diversidad, y en la ocasión de la vida de un ser como La Virgen María, que tuvo su significación en un momento concreto de la historia, es esencia procurar ofrecer un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.

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