La historia de las civilizaciones está escrita por aquellas mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han hecho quela civilización, de un modo u otro,avance.
Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. La Bella Otero es una de las personas cuya vida, en verdad, merece nuestra consideración por el grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de La Bella Otero es comprender más acerca de etapa determinada de la historia del género humano.
Comprender lo bueno y lo malo de las personas destacadas como La Bella Otero, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa sustancial para que seamos capaces de valorar no sólo la existencia de La Bella Otero, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por La Bella Otero, gentes a quienes de un modo u otro La Bella Otero influyó, y indudablemente, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió La Bella Otero.
(Ponte de Valga, 1868 - Niza, 1965) Bailarina de españa. Su nombre terminado era Agustina Carolina Otero Iglesias (los dos apellidos le venían por la parte de madre, ya que el padre jamás reconoció a la pequeña como hija suya), pero su popularidad posterior y su hermosura le valieron el apelativo de La Bella Otero, con el que fue internacionalmente famosa.
De carácter alegre, pese a haber vivido una niñez infestada de pretensiones, próximamente dejó ver su innata vocación artística y comenzó a probar sus capacidades toda vez que se le presentaba ocasión. Haciendo gala de un temperamento fuerte, díscolo y rebelde, se enamoró a los catorce años de un joven llamado Paco, con quien se escapó una noche para proceder a bailar a un local nocturno. El dueño de aquella salón quedó fascinado por el modo perfecto de bailar de la joven Carolina, hasta el punto de darle un contrato y pagarle 2 pesetas (un sinnúmero de dinero por ese momento).
La pareja, alentada por este éxito principiante, decidió explotar la posibilidad para escapar a Lisboa en pos de mayor fortuna, y allí la Otero trabajó como bailarina en el transcurso de un tiempo. Sufrió entonces su primer desengaño amoroso siendo dejada por Paco, a quien persiguió hasta la localidad de Barcelona, adonde este se había movido. Allí trabajó en el Palacio de Cristal antes de partir hacia Marsella y, entonces, a París.
Carolina Otero llegó a París con la ilusión de estudiar baile y ofrecer sus primeros espectáculos. Su hermosura y su buen llevar a cabo la transformaron de manera rápida en un personaje consagrado donde por ese momento era la ciudad más importante cultural de occidente, y sus actuaciones en el Folies-Bergère le intentaron una legión de seguidores, maravillados por su apariencia de mujer gitana, pese a ser gallega (situación que, por otro lado, se ocupó de esconder a lo largo de toda su historia).
De este modo, hacia 1900, era ahora todo una sex-simbol de "La Belle Époque" parisina, triunfadora tanto en los niveles del teatro como en los del amor, y dueña de una enorme fortuna que gastaba en el Casino de Montecarlo y en joyas sensacionales (fueron suyos el collar de la ex- emperatriz Eugenia, otro de la emperatriz de Austria y un collar de diamantes que había sido propiedad de María Antonieta). Se calcula que por ese momento su fortuna ascendía a unos dieciséis millones de dólares estadounidenses, lo que suponía en aquel tiempo un número exorbitante.
La pasión que los hombres sintieron por ella fue irreprimible. Según cuenta en sus memorias, con motivo de una da un giro por Rusia, debió huír por la ventana del salón donde la había encerrado con llave el enorme duque Nicolás. La caída sobre el suelo nevado con la espalda desviste, a una temperatura de 20 grados en negativo, le provocó una neumonía que la tuvo tres meses en la cama, en el palacio del príncipe Pedro. Otros se suicidaron por su amor, o gastaron verdaderas fortunas en lograrlo; entre aquéllos que la amaron se cuentan el emperador Guillermo II, el barón de Ollstreder (arruinado en Montecarlo por su culpa), el político Aristide Briand y Eduardo VII de Inglaterra.
Según ella misma cuenta, un banquero de nombre Berguen le ofreció 25.000 francos por pasar media hora en su habitación, deber que ella aceptó y cumplió literalmente. Toda una generación de versistas, pintores y políticos se rindió, batió y arruinó frente su hermosura y poder de seducción. Toulouse-Lautrec le dedicó una obra a pastel preservada en el Museo de Albi, y el enorme poeta José Martí, que la conoció en Nueva York, le dedicó asimismo ciertos versos.
Su vida, más allá de que viraba cerca de París, transcurrió asimismo en países como Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Inglaterra, Hungría, Austria, Rusia y Japón, en todos los que fue ovacionada como una mujer realmente inusual. Pero a los 45 años, en el momento en que estaba en pleno apogeo artístico, se retiró profesionalmente para vivir con calma en Niza. En esta etapa comenzó a serle reconocido su talento como actriz y, pese a ser pedida en múltiples oportunidades por la mismísima Ópera Cómica de París, se negó de forma sistemática a regresar al teatro.
Descuidado ahora para toda la vida el planeta del espectáculo, sin que su "falso andalucismo" le procurara ahora ningún beneficio, aseguran que volvió sus ojos nuevamente hacia su Galicia natal, a la que jamás regresó y por la que sintió "morriña" el resto de su historia. La Bella Otero murió en Niza, donde fue asimismo sepultada, el 12 de abril de 1965, en el momento en que contaba 96 años de edad. A pesar de las fortunas que pasaron por sus manos en vida, en el instante de su muerte solo tenía 609 francos, que donó a las familias mucho más necesitadas de su Valga natal.
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