Julio Ycaza Tigerino

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la trascendencia que tuvo Julio Ycaza Tigerino en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo mientras estuvo en la tierra fue decisivo no sólo para quienes frecuentaron a Julio Ycaza Tigerino, sino que a caso produjo una huella mucho más insondable de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Julio Ycaza Tigerino de forma personal.Julio Ycaza Tigerino fue una de esas personas que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Apreciar las luces y las sombras de las personas destacadas como Julio Ycaza Tigerino, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo básica para que podamos valorar no sólo la existencia de Julio Ycaza Tigerino, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Julio Ycaza Tigerino, aquellas personas a quienes de un modo u otro Julio Ycaza Tigerino influyó, y indudablemente, entender y comprender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Julio Ycaza Tigerino.

Vida y Biografía de Julio Ycaza Tigerino

(Estelí, 1919 - Managua, 2001) Escritor y político nicaragüense. Cursó su capacitación secundaria en el Colegio Centro-América de Granada, regentado por los progenitores jesuitas.

Ahora en posesión del título de bachiller, pasó a la localidad de León para cursar estudios superiores de Leyes, carrera que concluyó en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Managua. Al tiempo que cumplía con sus obligaciones estudiantiles, Julio Ycaza comenzó a enseñar su acusada inclinación hacia la escritura, que le llevó a complementarse en los primordiales cenáculos literarios de Managua.

En 1943 marchó a Chile para agrandar sus entendimientos de Leyes y especializarse en Derecho del Trabajo. En el país andino empezó a ayudar con determinada asiduidad en varias publicaciones periódicas, entre aquéllas que resalta la gaceta Estudios, apuntada por su profesor Jaime Eyzaguirre. Tras una provechosa estancia en Buenos Aires, cruzó el Atlántico y llegó a España en 1946, donde tomó parte activa en el XIX Congreso Mundial de Pax Romana, en calidad de encargado oficial de Nicaragua. Afincado en la ciudad más importante de España, aprovechó este viaje para proseguir ampliando sus entendimientos y consolidar finalmente su prestigio intelectual.

A su regreso a Nicaragua (1950), Ycaza Tigerino se incorporó a la carrera judicial y comenzó a desplegar una intensa actividad política que le situó a la cabeza de los ideólogos del Partido Conservador, en el que había formalizado su ingreso tan rápido como hubo retornado a su país natal. A partir de entonces, su presencia incesante en la vida pública de su nación le condujo hasta el Parlamento de Nicaragua en calidad de diputado, en 2 etapas diferentes (1957-1967 y 1972-1979); y le deparó otras metas políticas de compromiso. En 1954 ingresó como integrante de número en la Academia Nicaragüense de la Lengua, donde pronunció un lúcido y elocuente alegato sobre la obra de Rubén Darío.

Apartado nuevamente en la década de los ochenta a causa del triunfo en Nicaragua de la Revolución Sandinista, fue víctima de la persecución política y el encarcelamiento por su defensa de su ideología católico-conservadora. Finalmente, su figura y su obra fueron rehabilitadas tras la llegada al poder de la Unión Nacional Opositora (UNO), dirigida por Violeta Barrios de Chamorro.

Su obra

Empeñado en pensar sobre la crisis cultural y espiritual de Occidente con mayor dedicación y hondura que algún otro analista centroamericano, fue además un estudioso tenaz y minucioso del término de Hispanidad y de las raíces históricas, culturales y políticas de los pueblos americanos de charla hispana. Para el pensador nicaragüense, la Hispanidad es trágica en la medida en que se distancia de todo el mundo moderno por culpa de su apego y lealtad al cristianismo, vínculo que la muestra como un factor hostil en oposición al racionalismo de la sociedad moderna; además, la experiencia unitaria de la Hispanidad es dolorosa pues los pueblos que la tienen dentro, gracias a su incapacidad para amoldarse al racionalismo frío y materialista de la sociedad moderna, tratan desesperadamente de evadirse de la Historia por las vías de la revolución y la anarquía.

De ahí que la conclusión de Ycaza Tigerino -en medio de una congruencia con su fe religiosa- apunta siempre a la iniciativa de misión: los valores que encierran los pueblos hispánicos son eternos, y en tal condición han de ser de nuevo asumidos por la conciencia de la raza humana, lo que salvaría no solo al cristianismo, sino más bien asimismo (siempre y en todo momento según su personal criterio) a la civilización occidental.

En el lote de la crítica literaria, Ycaza fue entre los primeros investigadores que ensayó una interpretación conjunta y general de la poesía nicaragüense, tal como el genuino introductor en los estudios literarios centroamericanos, en la época del siglo XX, de la crítica sociológica. Entre sus ensayos y estudios literarios mucho más visibles, cabe rememorar los titulados La poesía y los versistas de Nicaragua (1958), Los nocturnos de Rubén Darío y otros ensayos (1964), Estudio de la poética de Rubén Darío (1967) y La palabra y el ritmo en Rubén Darío (1987).

La producción poética de Ycaza (precisamente escasa) mantiene una robusta y fecunda actualidad. Su primer poemario, anunciado a fines de la década de los cincuenta bajo el título de Poemas del campo y de la desaparición (1959) puso de manifiesto la irrupción de una voz lírica tozuda en exteriorizar las conmuevas derivadas de la contemplación del paisaje. Desde una íntima sensibilidad poética, unida a los amplios entendimientos comprados en el ejercicio de la crítica literaria, Ycaza ingresó en las Letras nicaragüenses los más destacados descubrimientos de la Vanguardia europea.

Un año tras la aparición de su primer volumen de versos, el creador publicó una segunda distribución poética llamada Tierra de promisión (1960), obra donde la aprehensión lírica del paisaje cedían paso a un acento épico. Absorbido por sus ocupaciones políticas y sus trabajos ensayísticos, Julio Ycaza se sumió en un largo silencio poético del que no habría de salir hasta el momento en que, ahora en medio de una vejez, volvió a tomar la pluma para recobrar ese aliento lírico que en el fondo jamás le había descuidado. En sus últimos poemas, publicados en distintas gacetas literarias, vuelven a aparecer los viejos temas de su trabaja prima, con singular presencia de la desaparición y la evocación del paisaje.

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