Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la importancia que tuvo Julio Cortázar en la historia. La forma en que vivió y aquello que hizo en el tiempo en que estuvo en el mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que trataron a Julio Cortázar, sino que quizá legó una señal mucho más insondable de lo que podamosfigurar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Julio Cortázar de forma personal.Julio Cortázar ha sido uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
(Bruselas, 1914 - París, 1984) Escritor argentino, una de la enormes figuras del llamado «boom» de la literatura latinoamericana, fenómeno editorial que, en la década de 1960, dio digna proyección en todo el mundo a los narradores del conjunto de naciones.
Relacionado con Borges como inteligentísimo cultivador del cuento fabuloso, los cuentos breves de Cortázar se separaron no obstante de la alegoría metafísica para saber en las facetas inquietantes y misteriosas de lo diario, en una búsqueda de la vericidad y del sentido profundo de lo real que halló siempre y en todo momento lejos del encorsetamiento de las opiniones, patrones y prácticas establecidas. Su afán renovador actúa más que nada en el estilo y en la subversión de los géneros que se corrobora en varios de sus libros, de entre los que la novela Rayuela (1963), con sus 2 probables órdenes de lectura, se destaca como su pieza maestra.
Biografía
Hijo de un funcionario asignado a la embajada argentina en Bélgica, su nacimiento coincidió con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, con lo que sus progenitores continuaron mucho más de lo pensado en Europa. En 1918, a los 4 años de edad, Julio Cortázar se desplazó con ellos a Argentina, para radicarse en el suburbio bonaerense de Banfield.
Tras llenar sus estudios primarios, prosiguió los de magisterio y letras y a lo largo de cinco años fue profesor rural. Pasó después a Buenos Aires, y en 1951 viajó a París con una beca. Concluida esta, su trabajo como traductor de la UNESCO le dejó afincarse terminantemente en la ciudad más importante francesa. Por entonces Julio Cortázar ahora había anunciado en Buenos Aires el poemario Presencia con el seudónimo de «Julio Denis», el poema dramático Los reyes y la primera de sus series de cuentos breves, Bestiario, donde se advierte la profunda predominación de Jorge Luis Borges.
En la década de 1960, Julio Cortázar se transformó en entre las primordiales figuras del llamado «boom» de la literatura sudamericana y gozó del reconocimiento en todo el mundo. Su nombre se puso al mismo nivel que el de los enormes personajes principales del «boom»: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, los uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti o sus compatriotas Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, entre otros muchos. A diferencia de Borges, Cortázar sumó a su sensibilidad artística su preocupación popular: se identificó con las clases marginadas y estuvo muy cerca de los movimientos de izquierdas.
En este sentido, su viaje a la Cuba de Fidel Castro en 1962 formó una experiencia definitiva en su historia y el detonante de un extremista cambio de actitud que influiría intensamente en su historia y en su obra: el intelectual introvertido que había sido hasta el momento devendrá activista político. Merced a su concienciación popular y política, en 1970 se desplazó a Chile para ayudar a la liturgia de toma de posesión como presidente de Salvador Allende y, después, a Nicaragua para respaldar al movimiento sandinista. Como personaje público, Julio Cortázar intervino con solidez en la defensa de los derechos humanos, y fue entre los promotores y integrantes mucho más activos del Tribunal Russell.
Como una parte de este deber escribió varios productos y libros, entre ellos Dossier Chile: el libro negro, sobre los excesos del régimen del general Pinochet, y Nicaragua, tan ferozmente dulce, testimonio de la pelea sandinista contra la dictadura de Anastasio Somoza, en el que incluyó el cuento Apocalipsis en Solentiname y el poema Noticias para pasajeros. Tres años antes de fallecer adoptó la nacionalidad francesa, si bien sin abandonar la argentina. Falleció en París el 12 de febrero de 1984, poco tras enviudar de su segunda mujer, Carol Dunlop.
La obra de Julio Cortázar
La literatura de Cortázar una parte de un cuestionamiento escencial, próximo a los planteamientos existencialistas en la medida en que puede caracterizarse como una búsqueda de la vericidad, del sentido profundo de la vida y de todo el mundo. Tal temática se expresó a veces en proyectos de marcado carácter en fase de prueba, que lo transforman en entre los mayores renovadores de la lengua y la narrativa en lengua castellana.
Como en Jorge Luis Borges, sus cuentos profundizan en lo fabuloso, si bien sin dejar por este motivo el líder de la verdad diaria: en verdad, la aparición de lo fabuloso en la vida diaria exhibe exactamente la abismal dificultad de lo "real". Para Cortázar, la verdad instantánea significa una vía de ingreso a otros registros de lo real, donde la plenitud de la vida consigue múltiples formulaciones. De ahí que su narrativa forme un persistente cuestionamiento de la razón y de los esquemas comúnes de pensamiento.
En la obra de Cortázar, el instinto, el azar, el goce de los sentidos, el humor y el juego acaban por identificarse con la escritura, que es por su parte la formulación del existir en el planeta. Las roturas de los órdenes cronológico y espacial sacan al lector de su criterio usual, proponiéndole distintas opciones de participación, tal es así que el acto de la lectura es llamado a llenar el cosmos narrativo. Tales proposiciones alcanzaron sus mucho más acabadas expresiones en las novelas, singularmente en Rayuela, considerada entre las proyectos escenciales de la literatura de lengua castellana, y en sus cuentos breves, donde, más allá de su originalísimo estilo y su dominio incomparable del ritmo narrativo, se sostuvo mucho más próximo a la convenciones del género. Cabe poner énfasis, entre otros cuentos, Casa tomada o Las babas del demonio, los dos llevados al cine, y El perseguidor, cuyo personaje principal evoca la figura del saxofonista negro Charlie Parker.
Si bien su primer libro fueron los poemas de Presencia (1938, firmados con el seudónimo de «Julio Denis»), seguidos por Los reyes, una reconstrucción del mismo modo poética del mito del Minotauro, esta etapa se considera generalmente la prehistoria cortazariana, y acostumbran a darse como comienzo de su bibliografía los cuentos que integraron Bestiario (1951), publicados en exactamente la misma fecha donde inició su exilio. A esta tardía iniciación (se aproximaba por entonces a los 40 años) acostumbra atribuirse la perfección de su obra, que desde esa distribución no contendrá un solo artículo que logre considerarse menor.
Cabe indicar, además de esto, una singularidad estrenada en simultáneo con esa distribución: las consecutivas recopilaciones de cuentos de Cortázar conservarían esa clase de perfección estructural prácticamente clasicista, en los cánones del género. El resto de su producción (novelas asombrosamente rupturistas y contenidos escritos misceláneos) se distancia hasta tal punto de las convenciones genéricas que es difícilmente clasificable. De hecho, parte importante de la crítica valora mucho más su faceta de fabulista inigualable que la de prosista subversivo.
Los cuentos
En el campo del cuento, Julio Cortázar es un delicioso cultivador del género fabuloso, con una singular aptitud para fusionar en sus cuentos los mundos de la imaginación y de lo diario, consiguiendo como resultado un producto enormemente inquietante. Ilustración de esto es, en Bestiario (1951), un cuento como "Casa tomada", en el que una pareja de hermanos siente de qué manera, todos los días, su extenso caserón va siendo ocupado por presencias extrañas y también indefinibles que acaban ocasionando, primero, su confinamiento en nuestra casa, y, después, su expulsión determinante.
Lo mismo podría decirse a propósito de Las armas segregas (1959), entre cuyos cuentos resalta "El perseguidor", que tiene por personaje principal a un crítico de jazz que escribió un libro sobre un célebre saxofonista borracho y drogadicto. Cuando se dispone a elaborar la segunda edición del mismo, Jonnhy, el saxofonista, desea exponerle sus críticas sobre su música y el libro, pero, de todos modos, no le cuenta nada; no semeja que tenga nada profundo que decir, como tampoco lo tiene el creador del libro, con lo que, fallecido Jonnhy, la segunda edición únicamente se distingue de la primera por el añadido de una necrológica.
En los cuentos de Final del juego (1964), podemos encontrar ciertas especificaciones mucho más atroces de Cortázar, como por servirnos de un ejemplo "Las ménades", una genuina pesadilla; pero asimismo hay sátiras, como sucede en "La banda", en el que su personaje principal, fatigado del sistema dominante en su país (clara alusión al peronismo), se destierra de manera voluntaria, como Cortázar logró a París en 1951. En "Axolotl", tras contemplar día tras día y obsesivamente un ejemplar de estos anfibios en un acuario, el narrador del cuento se ve transformado en uno mucho más de ellos, recobrando de tal modo el tema del viejo mito azteca.
De Todos los fuegos el fuego (1966), conformado por otros ocho cuentos, hay que poner énfasis "La autopista del Sur", historia de un amor nacido en el transcurso de un embotellamiento, cuyos personajes principales, que no se dijeron sus nombres, son arrastrados por la riada de automóviles en el momento en que el atasco se deshace y no vuelven ahora jamás a hallarse. Impresionante es además el cuento que da título a la compilación, en el que se intercalan admirablemente una historia de hoy con otra ocurrida cientos y cientos de años atrás.
En los asimismo ocho cuentos de Octaedro (1974), lo fabuloso regresa a entremezclarse con la vida de los hombres, la mayoria de las veces en el instante mucho más inesperado de su vida. Más próximas a lo diario y abiertas a la normalidad son sus tres últimas compilaciones de cuentos, Alguien que anda por ahí (1977), Queremos tanto a Glenda y otros cuentos (1980) y Deshoras (1982), sin que por este motivo dejen de estar presentes los temas y fundamentos que caracterizan su producción.
Rayuela y la narrativa inclasificable
Pero es exactamente lejos del relato corto donde radica la huella revolucionaria y también irreproducible que Julio Cortázar dejó en la literatura en lengua de españa, desde su novela inicial (Los premios, 1960) hasta la cariñosa despedida textual de Nicaragua, tan ferozmente dulce (1984). El instante culminante de esta iniciativa renovadora que aniquilaba las convenciones genéricas fue la escritura de Rayuela (1963).
Interpretada por un álter ego de Cortázar, Horacio Oliveira, Rayuela cuenta el itinerario de un intelectual argentino en París (sección primera) y después en Argentina (segunda parte), para añadir, en la tercera parte y al modo de misceláneas, una sucesión de notas, recortes periodísticos, poemas y citas que tienen la posibilidad de intercalarse en la lectura de ámbas primeras, según el paseo que decida el lector, desde los 2 que ofrece el creador.
Las desavenencias cariñosas entre La Maga y Horacio Oliveira, los enfrentamientos intelectuales de Horacio, una extensa red de referencias culturales, con el jazz en situación preferente, y la convidación a la participación del lector como coautor de esa obra abierta, hallaron en el tiempo de efervescencia cultural de la década de 1960 su especial campo de avance. Rayuela quedó tal como entre los distintivos indispensables de la civilización argentina de ese instante, en el que la novela de Julio Cortázar ocupó un espacio central y fue objeto de todo tipo de asedios y comentarios críticos.
Ciertas consecutivas novelas de Cortazar fueron un intento de seguir en la dirección de Rayuela: de esta manera, la llamada 62. Modelo para construir (1968) es un increíble comentario paralelamente, extraído de una iniciativa sugerida en el capítulo 62 de su pieza maestra. En el Libro de Manuel (1973), el experimentalismo deja paso a un intento de argumentar la bien difícil convivencia entre el deber político y la independencia individual.
Por lo relacionado al género de los "calendarios", esa combinación particularmente cortazariana de todos y cada uno de los géneros en ninguno, es indispensable referirse a títulos como La vuelta cada día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969). Tales volúmenes, de bien difícil clasificación, alternan el cuento con el ensayo, el poema y el fragmento narrativo o crítico. En este capítulo meritan mención aparte las inefables Historias de cronopios y de famas (1962), chistosos y complejos individuos simbólicos con singulares reacciones en frente de la vida, Un tal Lucas (1979), irónico retrato de un personaje de extraña congruencia, y el prácticamente póstumo Los autonautas de la cosmopista (1983), irreproducible mezcla de períodico de viaje y testamento de amor.
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