Julián Grimau

La historia del mundo la narran aquellas personas quea lo largo del tiempo, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado quela civilización, de un modo u otro,progrese.

Las biografías y las vidas de personas que, como Julián Grimau, seducen nuestra curiosidad, deben servirnos en todo momento como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Julián Grimau, el motivo por el cual Julián Grimau vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Julián Grimau

(Madrid, 1911 - id., 1963) Político comunista español que fue víctima de la opresión franquista. Julián Grimau fue inspector de la Brigada de Investigación Criminal a lo largo de la guerra civil de españa (1936-1939). Miembro del comité central del PCE desde 1954, en 1959 se instaló clandestinamente en España. Tres años después fue detenido, culpado a muerte en un consejo de guerra y fusilado, más allá de una extensa campaña en todo el mundo de manifestaciones.

Establecido en La Coruña, donde trabajaba en una editorial, Julián Grimau se interesó desde muy joven por la política. Ya en Galicia había militado en la ORGA (Organización Republicana Gallega Autónoma), y, tras la proclamación de la república en 1931, regresó a Madrid y se inscribió al Partido Republicano Liberal. Ingresó en el cuerpo de policía y fue inspector de la Brigada de Investigación Criminal en Barcelona. Con el estallido de la guerra civil, participó en el mes de julio de 1936 en el ataque al Cuartel de la Montaña y también ingresó en el Partido Comunista de España (PCE).

Terminada la guerra civil, se exilió a Francia y Cuba y siguió su actividad política. En 1943 regresó a Europa; en 1954, en el congreso de Praga, fue escogido integrante del Comité Central del PCE. Establecido en Francia, desde 1959 pasó clandestinamente ciertas temporadas en España, destinado a la organización en nuestro territorio de la oposición al régimen de Francisco Franco.

El día 8 de noviembre de 1962 múltiples inspectores de la Brigada Político-Popular detuvieron a Grimau en un autobús, en la madrileña Glorieta de Cuatro Caminos. Hacía múltiples días que el componente comunista era observado. En los locales de la Dirección General de Seguridad, y mientras que era sometido a interrogatorio, Grimau "cayó desde una ventana del cuarto piso del edificio". En una rueda de prensa convocada por Manuel Fraga al día después del hecho, el ministro ha dicho: "Se habla del jefe de un pequeño conjunto comunista, muy sobre aviso, y que si se sometió a la pirueta de arrojarse por el balcón de la calle fue por el hecho de que no deseaba declarar ninguna palabra mucho más de las que había proclamado. Está con perfección reconocido: estuvo en el Cuartel de la Montaña, y con nombre supuesto ha circulado dentro y fuera de España a lo largo de tres años, y es imposible todavía añadir solamente sobre este especial por cuanto su estado de gravedad ha impedido tomarle novedosas afirmaciones".

El llamado "caso Grimau" ha justo siempre y en todo momento un régimen particular entre los historiadores por las condiciones en que se causó y sus derivaciones de todo el mundo. Durante el régimen franquista, tras la intensa opresión de 1939-1944, se habían producido capítulos como éste con otra gente por ocupaciones contra la dictadura. En 1962, no obstante, la guerra quedaba ahora lejos, y el tiempo político se encontraba marcado por las esperanzas liberalizadoras.

Julián Grimau era un inculpado de suma importancia y los campos mucho más exagerados del régimen obligaron efectuar con él un castigo ejemplar. El desarrollo alcanzó una enorme espectacularidad. Varios médicos franceses que le interrogaron concluyeron que podía descartarse el intento de suicidio y que la sepa de cortes en la cara y las manos invitaban a estimar que había sido lanzado por la ventana, con el saber perdido gracias a las presiones físicas ejercidas sobre él. El capitán Alejandro Rebollo cuidó de la defensa de Grimau, quien fue acusado de "crímenes realizados contra recursos y personas a lo largo de la Cruzada". Lo es cierto que, increíblemente, la defensa del capitán Rebollo fue refulgente y honesta, pidiendo la absolución por los hechos encausados a lo largo de la guerra y demandando una lástima de tres años de prisión por las ocupaciones del procesado contra la "legalidad vigente". Ese capitán tuvo más tarde adversidades en su historia profesional.

El componente comunista fue culpado a muerte. El períodico Le Monde del último día de abril de aquel 1963 explicó: "En la asamblea del Consejo de Ministros para elegir sobre la fortuna de Julián Grimau, Franco no charló solo una vez a lo largo de las catorce horas de discusión. Por irónico que parezca, la incapacidad del Caudillo alarma a los liberales españoles [...] Al parecer, el desarrollo y la condena de Grimau forma una victoria de la Vieja Guardia y el objetivo de la tentativa de liberalización promovida con la llegada a la vicepresidencia del general Muñoz Grandes. La resolución a favor de la ejecución fue adoptada por un voto en mayoría: votaron por ella todos y cada uno de los en general y 2 civiles. Uno de los en general era Agustín Muñoz Grandes, quien se mostró opuesto, pero no deseó romper la solidaridad con sus compañeros de armas".

Según enseña Manuel Fraga en sus memorias, "la cuestión de si se amnistiaba o no a Grimau fue entre los debates mucho más bien difíciles que recuerdo; prevaleció la proposición negativa y la sentencia se cumplió". Por el indulto se movilizaron varias instituciones de todo el mundo y personalidades de todo el mundo político y cultural. El instructor Giorgio La Pira, alcalde de Florencia y integrante influyente de la Democracia Cristiana de su país, encabezó una acción de queja secundado por los versistas Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti y Alberto Moravia. En Francia se movilizaron personalidades como Jean-Paul Sartre, Yves Montand, André Malraux y considerablemente más, tal como la reina madre de Bélgica y el papa Juan XXIII, quien logró llegar a Franco "una exhortación a la caridad cristiana".

Quizás el hecho más importante fuera el envío por Nikita Kruschev a Franco de un telegrama pidiendo el indulto: "Ninguna razón de Estado podría justificar dado que 25 años tras finalizar la Guerra Civil de España se logre evaluar a un individuo según leyes de tiempo de guerra. Guiado por sentimientos de humanidad me dirijo a usted convencido de que atenderá el suplico de cambiar esta sentencia". La contestación de Franco fue: "Los crímenes horribles realizados, de los que existen pruebas apabullantes, y la continuada acción subversiva hasta el día de hoy mismo de su detención, previenen el ejercicio de la felicidad del indulto".

Al final Grimau fue fusilado el 20 de abril de 1963. El períodico católico francés La Croix aseveró: "Sin inmiscuirnos en los temas internos de España, puede considerarse que la ejecución de Grimau no posibilita el apaciguamiento de los espíritus ni la paz". El dirigente católico italiano Aldo Moro opinó que "este fusilamiento consigue letras y números no de justicia, sino más bien de venganza política". El períodico de roma La Stampa concluyó: "La impresión causada en El Vaticano fué claramente negativa. Un representante papal aseveró que no habían faltado apelaciones a la clemencia, lamentándose de que de nada hubiesen servido".

El caso Grimau fue el mucho más increíble en aquel contexto de muy fuerte opresión vivido en el bienio 1962-1963. Pero es requisito apuntar que el dirigente comunista no fue el único ejecutado. El 29 de julio de 1963 explotaron en Madrid, en las construcciones de la Dirección General de Seguridad y de la Central Nacional Sindicalista, 2 artefactos. Unas horas después eran detenidos 2 jóvenes ácratas a los que se acusó de la autoría del hecho: Joaquín Delgado y Francisco Granados. Según una nota publicada en Toulouse por el Consejo Ibérico de Liberación, los dos nada debían ver en los convocados atentados, aseverando que tenía que ver con un montaje policial en la avalancha de opresión. Joaquín Delgado y Francisco Granados, ejecutados a garrote vil, fueron la culminación trágica de aquella oleada represiva. Otra novedad de aquella coyuntura procedió de la comarca barcelonesa del Bergadá. A principios de agosto, en el transcurso de un acercamiento armado con la Guardia Civil, resultó fallecido el último guerrillero: Ramón Vila Capdevila, popular con el nombre de Caracremada, un solitario adscrito ideológicamente a la CNT, pero sin vinculaciones orgánicas con la un organización.

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