Julia Roberts

La historia universal la escriben aquellos hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho queel mundo, de un modo u otro,avance.

Comprender lo bueno y lo malo de las personas significativas como Julia Roberts, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa esencial para que podamos valorar no sólo la existencia de Julia Roberts, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Julia Roberts, aquellas personas a quienes de de una forma u otra Julia Roberts influenció, y ciertamente, conocer y descifrar cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Julia Roberts.

Las biografías y las vidas de personas que, como Julia Roberts, cautivan nuestro interés, tienen que ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Julia Roberts, porqué Julia Roberts vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Julia Roberts

(Smyrna, 1967) Actriz estadounidense. Julie Fiona Roberts nació el 28 de octubre de 1967 en Smyrna, Georgia. Sus progenitores, Betty y Walter Roberts, que tenían un sencillo taller de teatro y también daban clases de interpretación, se ganaban la vida, de todos modos, él como vendedor de aspiradoras y ella como asesora en la archidiócesis católica de Atlanta.

En el momento en que se divorciaron, su hermano Eric, de quince años de edad, salió a vivir con su padre; al tiempo que ella, que tenía 4, y su hermana Lisa, de nueve, se criaron al precaución de su abuela materna, Beatrice, al lado de su madre, quien volvió a conformar pareja y les dio otra hermana, Nancy. Por entonces, en 1976, su padre murió víctima de un cáncer, lejos de sus hijas.

Cursó sus estudios en la Escuela Primaria Fitzhugh Lee, en la Escuela Secundaria Griffin y, para finalizar, en el Instituto Campbell, en cuya banda tocaba el clarinete. Con diecisiete años salió a vivir a Nueva York con la intención de estudiar interpretación y proseguir los pasos de su hermano Eric, que era ahora un actor secundario comprometido. Sin embargo, una vez allí se vio obligada a trabajar (cuidó pequeños, fue camarera en una pizzería y tendera en una tienda, entre otros muchos empleos) y no asistió a muchas clases.

Julia Roberts se ingresó en el planeta del espectáculo merced a la asistencia de su hermano, que le lograba breves papeles en montajes teatrales del off Broadway, series (apareció en Corrupción en Miami, Friends y Murphy Brown) y en varias películas poco importantes, como Firehouse, en 1986, y Blood Red, Baja Oklahoma y Satisfaction en 1988, de manera que aprendió el trabajo con la práctica.

La enorme actividad de este último año fue definitiva en este sentido, puesto que le dio la ocasión de un trabajo de mayor calado dramático como el de Mystic pizza (1988), de Donald Petrie. Fue descubierta en tal largometraje por el directivo Herbert Ross, quien le ofreció un papel coprotagonista en Magnolias de acero (1989), pasaporte para el Globo de Oro y la primera candidatura al Oscar, algo que se repetiría en 1990 con Pretty woman, la película que le dio popularidad mundial.

Desde ese instante no dio paso en su historia que no fuese correctamente referido, exagerado o distorsionado en la prensa enfocada. Así, sus relaciones sentimentales con los actores Liam Neeson, Kiefer Sutherland, Matthew Perry, Dylan McDermott o Jason Patric fueron la comidilla del ámbito y lectura obligada en salas de espera y salones de hermosura. Se llegó a comentar con una alguna maledicencia, en tanto que sus novios habían sido compañeros de reparto, que «Julia hacía de su profesión su historia».

Después, en el momento en que la avalancha de comentarios parecía remitir tras su boda con Lyle Lovett, a quien le presentaron en el rodaje de El juego de Hollywood (1992), el efímero matrimonio (1993-1995) desató una exclusiva andanada y pasó a ser tomado tan solo como un mero «juego de Hollywood». Nuevamente, en la época de 2001, tras 4 años de relación permanente con el actor de origen peruano Benjamin Bratt -a quien había popular, de qué forma no, en un capítulo de la serie Ley y orden, de la que ella era estrella convidada- la pareja puso fin a su idilio.

Tras el éxito de Pretty woman, la película que la transformó en superestrella, y pese a otros enormes triunfos comerciales siguientes que afianzaron esa condición, en un instante preciso no vaciló en sacrificar parte importante de sus desprendidos honorarios por trabajar con realizadores de prestigio, de forma que encadenó a Robert Altman, Stephen Frears, Neil Jordan y Woody Allen de un tirón, y compartió letrero con actores consagrados: trabajó con Robin Williams y Dustin Hoffman en Hook, el retorno del Capitán Garfio (1991); con Denzel Washington en el thriller El informe pelicano (1993), apoyado en la novela de John Grisham; con Dennis Quaid en Algo de que charlar (1995); con Susan Sarandon en Quédate junto a mí (1998); y con Hugh Grant en Notting Hill (1999).

Este giro en su trayectoria proporcionó un toque de distinción a su filmografía, pero no pareció sensibilizar a los «popes» de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos en el momento de los premios. Por encima de reconocimientos y galardones, no obstante, predominaba un hecho irrevocable: Julia Roberts no tenía avatares en su trayectoria. E hiciese lo que hiciese, siempre y en todo momento se sostenía en la cima. Convertida en la enorme estrella de Hollywood, Julia Roberts era una actriz venerada y con colosal gancho comercial, ya que su solo nombre en los títulos de crédito garantizaba el éxito de taquilla de cualquier largometraje.

Una estrella próxima

Podría aseverarse que Julia Roberts inauguró un nuevo género de estrella. Una estrella natural y también sin dependencia que representaba un sueño tangible para muchas jóvenes. El encanto se encontraba en su figura, en los ojos, el pelo, la sonrisa. No precisaba mucho más artificio. Su encanto consistía en verse como era. Tampoco los hábitos que confirmaba tener -realizar punto como relajación, entrenar gimnasia para sostenerse, cocinar para sus amigos y tener el queso y la pasta italiana como comida preferida- la distanciaban del gusto común de los fatales. No por nada era la reina de los People’s Choice Award, premio concedido a la estrella escogida por el público y que hasta 2001 había ganado en seis oportunidades.

Erin Brockovich (2000), de Steven Soderbergh, le dio la posibilidad de subir un nuevo peldaño en su refulgente trayectoria. Basada en un hecho real, la película cuenta la hazaña de una mujer estresada por las deudas, divorciada un par de veces y madre de tres pequeños, sin estudios universitarios, que consigue ganar un juicio irrealizable contra una destacada empresa por haber contaminado las aguas de un pueblo y provocado un sinfín de anomalías de la salud. (La auténtica Erin Brockovich, desde su empleo de asesora en un sencillo despacho de abogados, logró la mayor indemnización nunca pagada en Estados Unidos.)

Reforzada con el veterano actor británico Albert Finney en el papel de letrado, la película tenía todos y cada uno de los elementos para ser un éxito en Estados Unidos y los materiales precisos a fin de que la actriz pasara de la corrección y la probabilidad probada en distintas géneros al vigor dramático. Y de allí a la gloria. Su destacable interpretación en Erin Brockovich le valió el Oscar a la mejor actriz: era lo único que precisaba para legitimar su situación como máxima figura de todo el mundo del espectáculo. Aunque tenía tres Globos de Oro en su currículo y otras tantas candidaturas al Oscar, Julia Roberts llevaba años tratando probar que, alén de su hermosura y esa sonrisa brillante, que en su país se reproduce hasta en los quirófanos, valía como intérprete.

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Es cierto que llegar a comprender a Julia Roberts es algo que está reservado a muy pocas personas, y que tratar de reconstruir quién fue y cómo fue la vida de Julia Roberts es una especie de puzzleque probablemente alcancemos a reconstruir si colaboramos juntos.

Debido a esto, si eres del tipo de personas que confían en que colaborando se puede crear algo mejor, y detentas información con respecto a la existencia de Julia Roberts, o sobre algún elemento de su personalidad u creación que no hayamos observado en esta biografía, te solicitamos que nos lo hagas llegar.

Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son decididamente determinantes, ya que destacan la singularidad, y en la ocasión de la vida de alguien como Julia Roberts, que poseyó su importancia en una época determinada, es indispensable procurar mostrar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.

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