Juan Vicente Gómez

La historia de la civilización la narran aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado quela civilización, de un modo u otro,avance.

Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la relevancia que detentó Juan Vicente Gómez en la historia. Cómo vivió y lo que hizo mientras estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Juan Vicente Gómez, sino que quizá legó una señal mucho más insondable de lo que podamosimaginar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Juan Vicente Gómez en persona.Juan Vicente Gómez fue un ser humano que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Juan Vicente Gómez, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo básica para que seamos capaces de poner en valor no sólo la existencia de Juan Vicente Gómez, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Juan Vicente Gómez, gentes a quienes de de una forma u otra Juan Vicente Gómez influenció, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Juan Vicente Gómez.

Vida y Biografía de Juan Vicente Gómez

(La Mulera, 1859 - Maracay, 1935) Político y militar venezolano, presidente de Venezuela entre 1908 y 1935. Nació en el seno de una esencial familia de hacendados andinos que habitaban en la finca La Mulera, en el estado Táchira. Hombre robusto, de temperamento robusto y vernáculo (como asimismo lo fue su compadre Cipriano Castro, con quien inauguraría para Venezuela la saga de los "Andinos en el Poder"), medró con las argucias y los permisos de primogénito de una pródiga familia de 12 hermanos (Indalecia, Juan Crisóstomo, Regina, entre otros muchos), de quienes al fallecer el padre en 1883 se haría cargo, aparte de su madre Hermenegilda Chacón Alarcón, el asimismo hacendado y vendedor de ganado Pedro Cornelio Gómez.

La trayectoria escencial de Juan Vicente Gómez hasta transformarse en el gobernante mítico de guantes blancos, listo y de escasas expresiones estuvo signada naturalmente por las contrariedades de una guerra civil eternizada en la nación bajo la manera de revoluciones políticas que se sucedían unas a otras entre las múltiples fragmentaciones de los habituales partidos liberal y conservador. A raíz de una demanda entre 2 facciones del liberalismo amarillo tachirense (en la que murió su compadre Evaristo Jaimes), Juan Vicente Gómez conoció a su enorme compañero de armas y amigo, el coronel Cipriano Castro. El fabulario de la relación que existió entre los dos roza por varios ángulos el costumbrismo de las considerables familias de la zona andina.

Al lado de este nuevo compadre, Juan Vicente Gómez se formó como estratega militar en tres esenciales campañas, hasta transformarse en el "Gran Pacificador de Venezuela", como ahora lo reconociese la población en 1903. La primera de ellas ocurrió en el contexto de la Revolución Legalista (1892) encabezada por Joaquín Crespo contra el presidente Raimundo Andueza Palacio, a lo largo de la que Gómez ingresó en el Estado Mayor del ejército de Castro (entonces diputado frente al Congreso por Táchira) como coronel y solicitado de la logística en la defensa de la zona en frente de los revolucionarios. La derrota y el exilio hacia tierras de la frontera colombiana fue el destino que le tocó vivir a los dos.

Prácticamente rozando el cambio de siglo, el 23 de mayo de 1899, las situaciones fueron favoreces a fin de que Juan Vicente Gómez se animara a proseguir a Castro, en calidad de general y segundo jefe expedicionario, en su fructífero intento de tomar la plaza de Caracas bajo la bandera de la Revolución Liberal Restauradora. El camino, iniciado en Táchira, atravesó Mérida, Trujillo, Lara, Yaracuy y Carabobo, y acabó el 22 de octubre en la localidad capital. A Gómez le tocó ejercer múltiples cargos de índole militar y administrativo, tanto en Caracas como en Táchira, hasta el momento en que la Asamblea Constituyente iniciativa por el nuevo gobierno Restaurador lo nombró, en el mes de febrero de 1901, segundo vicepresidente de la República, siendo Cipriano Castro nombrado presidente y Ramón Ayala primer vicepresidente.

Fue, no obstante, la astucia y perserverancia mostrada por Gómez en la campaña contra la cabezota Revolución Libertadora (1901-1903) lo que motivó que Castro lo "predestinara" a ser el pacificador de Venezuela. Aquella "revolución" fue una pelea incesante que, a lo largo de tres años, sostuvo al gobierno en campaña, y en la que figuraron hombres como Luciano Mendoza, Juan Pablo Peñaloza, Gregorio Segundo Riera, Nicolás Rolando, Carlos Rangel Garbiras y Amábile Solagnie en peleas como la de La Victoria (12 de octubre al 2 de noviembre de 1902) y Ciudad Bolívar (entre el 19 y el 21 de julio de 1903). Durante esta contienda, Juan Vicente Gómez estuvo a la cabeza de los ejércitos nacionales, y en el momento en que le tocó llevarlo a cabo, ejercitó de "Presidente solicitado de la República de Venezuela".

"Cosas del poder", podría llamarse a los hechos que se provocaron más tarde y que determinarían, en buena medida, la elevación de Juan Vicente Gómez a la situación de Benemérito de Venezuela. La cultura política de la nación no dejaba de manifestarse; tras un vacío legal a propósito de una reforma iniciativa por Castro para alargar su periodo presidencial, Gómez fue nombrado terminantemente primer vicepresidente de la República para el periodo 1905-1911.

Ahora para esa fecha, el llamado gobierno restaurador estaba dividido en camarillas organizadas cerca de la figura de los 2 líderes, gomistas por una parte y castristas por el otro. De las intrigas entre los dos bandos resultarían "La Aclamación" y "La Conjura" al presidente Castro, de lo que Juan Vicente Gómez sacaría beneficio en jura de la limpieza de su imagen: se sostuvo impávido frente a las supones de Castro en relación a su supuesta conspiración y aguardaría el instante exacto para ofrecer la estocada que lo llevaría al poder.

La dictadura gomecista (1908-1935)

En noviembre de 1908, el general Castro debió dejar el país por causas de salud, y Gómez quedó en ejercicio de la presidencia provisional. El 19 de diciembre del mismo año, Juan Vicente Gómez, al lado de sus socios de la restauración, ganaderos y mercaderes, y bajo motivo de un supuesto atentado que les encantaría hacerle los socios de Castro a su instancia, hizo un golpe de Estado. Las medidas de primer orden estuvieron orientadas a contener la viable sublevación de las fuerzas opositoras. Así, dictaminó la independencia de prensa y dio exactamente el mismo derecho a los presos políticos, convocó a todos y cada uno de los asilados a regresar al país y conformó un Consejo de Gobierno que viene dentro por jefes militares de "La Conjura" y de la vieja Revolución Libertadora (Francisco Linares Alcántara, Roberto Vargas, Rafael María Carabaño, Juan Pablo Peñaloza).

El 27 de abril de 1910, el Congreso Nacional lo designó presidente constitucional para el periodo 1910-1914. Hasta 1913, puede decirse que Juan Vicente Gómez se dedicó a constituir un gobierno de contención en el que, además de lo preciso para supervisar la oposición, dispuso por decreto, en 1910, la creación de la Academia Militar como base de un ejército nacional, que a la postre pondría término definitivo al sistema de ejércitos privados controlados por los caudillos regionales.

A partir de 1913, en el momento en que Gómez decidió alargar el periodo presidencial a siete años, desconocer las selecciones y despedir a todos y cada uno de los viejos líderes del Consejo de Gobierno bajo supuesta amenaza de invasión por la parte de Cipriano Castro, se inició el auténtico desarrollo que caracterizó la época gomecista. Su permanencia en el poder se extendió hasta 1935, dividida en tres periodos constitucionales: 1915-1921, 1922-1929 y 1931-1935.

En ellos rigió desde la figura de presidente de la República, atribuyéndose el título de jefe supremo de los ejércitos de Venezuela. En múltiples ocasiones nombró presidentes encargados, entre aquéllos que figuraron José Gil Fortoul, Victorino Márquez Bustillos y Juan Bautista Pérez. Se rodeó entonces de aconsejes correspondientes a la última generación de pensadores positivistas, populares como el "Gabinete Lírico" (José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz), quienes contribuyeron al desarrollo de legitimación del régimen de esta manera como lo hicieron los expertos de las armas que se graduaban de aquella Academia Militar a cargo, a propósito periodo, del chileno Samuel McGill y del venezolano Félix Galavís. Su abundante familia, pródiga en hermanos, hijos y mujeres (Dionisia Bello y Dolores Amelia Núñez de Cáceres), formó parte del mismo modo de su acompañamiento político. Ese año de 1913 asimismo fue el de la clausura de la Universidad Central por un periodo de prácticamente diez años.

Los jalones del régimen gomecista coinciden, indudablemente, con un cambio extremista en la composición política y económica del país. A partir de 1914, tras el hallazgo del pozo petrolero de Mene Grande, empieza la transformación de Venezuela en nación petrolera. Se promulgaron leyes y se pronunciaron los primeros estatutos para la explotación de esa fuente energética, que la nación solo podía entender como "Riqueza".

Otro jalón de entonces fue la construcción de rutas que dejaron la comunicación terrestre del país y facilitaron la creación de una conciencia nacional. La Ley sobre Hidrocarburos, la creación del Banco Obrero y del Banco Agrícola y Pecuario, y la promulgación de la primera Ley del Trabajo, son elementos paradigmáticos del régimen. El interrogante, no obstante, se prosigue proponiendo toda vez que la nación recuerda aquella generación de alumnos que, a propósito de una celebración de Carnaval, se manifestó desfavorable contra el absolutismo del Benemérito Gómez, y de la que a propósito brotaron los líderes y también intelectuales que entonces se encargarían de conducir los sitios de la nación. La voz de aquella época, y por consiguiente de la paradoja, era aquel popular "sacalapatalajá, sacalapatalajá, ¡sacalapatalajá!".

Juan Vicente Gómez eligió por casa de gobierno la localidad de Maracay, y desde ahí supo hilar los hilos de un absolutismo inédito para la nación. Supo gerenciar, con metáfora de hacienda, las vidas de los de venezuela que, tanto por el terror como por las limosnas, jamás olvidarían al Benemérito. Juan Vicente Gómez murió de una patología en la próstata el 17 de diciembre de 1935. Todavía adulto mayor deseaba proseguir rigiendo, pero, mal que bien, el país ahora era otro.

La cuestión que encierra la proposición del "gendarme preciso" halla en la figura de Juan Vicente Gómez el principio de una paradoja todavía irremediable en la memoria política de los de venezuela: ¿cuál es el valor que debe abonar un país por la consolidación de su unidad nacional? Esta pregunta prosigue provocando polémica, y frecuentemente discusión maniquea, en el momento en que se procura valorar la tarea del citado Benemérito. Sus tiempos fueron los de las evocadas hazañas de la "pacificación nacional", la consolidación de una unidad politicoterritorial con sentido de Estado-nación, la unificación del ejército y su profesionalización institucional, y asimismo de otras acciones de gobierno mucho más adjetivas, pero además mucho más idealizadas por la memoria colectiva: el pago de la deuda externa en 1930 y la política de construcción masiva de rutas, que, mientras que comunicaba todo el territorio nacional, condenaba a trabajos forzosos a los presos políticos.

Todo lo mencionado ocurrió a inicios del siglo XX, en el periodo comprendido entre 1908 y 1935, o sea, a lo largo del tiempo que retardó el orden del dictador, y en el que, a propósito, Venezuela dejó de ser una nación agraria para transformarse en entre los países con mayores reservas petroleras de todo el mundo. Lo dicho, no obstante, sucedió en un tiempo de silencio político y estrategias de concentración de poder en la figura de un solo hombre, con visibles políticas de abolición del disenso político; y, por consiguiente, asimismo fueron los tiempos del popular "consejo de Gobierno", de la incorporación de los líderes rebeldes y pensadores positivistas en las filas del Estado, de los exilios políticos, de la prisión llamada "La Definitiva" y del oscurantismo intelectual "de una Venezuela de la caída". Sus tiempos fueron, de esta manera, los del primer ensayo exitoso de un régimen totalitario en Venezuela, que, al haberse reconocido hasta la saciedad con la figura del Gran Caudillo, se prosigue confundiendo en la actualidad con los hechos de su vida; por este motivo, sus tiempos fueron, al fin y al cabo, "los tiempos de Juan Vicente Gómez".

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