La historia del mundo está escrita por aquellos hombres y mujeres quea lo largo de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han originado quela sociedad, de una forma u otra,avance.
Ya sea inspirando a otros o siendo una pieza esencial de la acción. Juan Ruiz de Alarcón es uno de esos sujetos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Juan Ruiz de Alarcón es comprender más sobre época determinada de la historia de la humanidad.
Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que atesoró Juan Ruiz de Alarcón en la historia. La forma en que vivió y aquello que hizo mientras estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para aquellas personas que conocieron a Juan Ruiz de Alarcón, sino que quizá dejó una huella mucho más honda de lo que podamosimaginar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Juan Ruiz de Alarcón en persona.Juan Ruiz de Alarcón fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Conocer las luces y las sombras de las personas relevantes como Juan Ruiz de Alarcón, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo esencial para que seamos capaces de valorar no sólo la vida de Juan Ruiz de Alarcón, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Juan Ruiz de Alarcón, gentes a quienes de un modo u otro Juan Ruiz de Alarcón influyó, y por supuesto, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Juan Ruiz de Alarcón.
Las biografías y las vidas de personas que, como Juan Ruiz de Alarcón, atraen nuestra curiosidad, tienen que servirnos siempre como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Juan Ruiz de Alarcón, el motivo por el cual Juan Ruiz de Alarcón vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza; Taxco o Ciudad de México, 1580 - Madrid, 1639) Autor dramático que, si bien nativo de México, se considera entre las figuras mucho más resaltadas del teatro español de los Siglos de Oro.
Era hijo de una familia acomodada de ascendencia de españa, ilustre más que nada por el apellido materno. Su padre tenía una situación definida en la minería del Real de Minas de Tasco. Estudió en la Universidad de México desde 1592 y se trasladó a España en 1600, donde se graduó de bachiller en Cánones en exactamente el mismo año, y en Leyes en 1602 (Universidad de Salamanca). Pero su estancia en España se realizó próximamente a nivel económico bien difícil y solo consiguió acompañamiento de un familiar hispalense, Gaspar Ruiz de Montoya; tras ejercer sin título la abogacía en Sevilla, logró repatriarse, si bien debió llevarlo a cabo probablemente en el séquito del arzobispo fray García Guerra en 1608, tras haber intentado ineficazmente la vuelta en el año previo.
Consiguió el título de licenciado en Leyes en la Universidad mexicana en 1609, fracasó en sus pretensiones al profesorado universitario en tres intentos y trabajó en empleos inferiores, para embarcar nuevamente con rumbo a España en 1613. Quizá pues su familia había venido a menos, el joven licenciado no retornaría a su país de origen. Habiendo iniciado ahora su tarea literaria, las adversidades con que tropezó en la península ibérica lo impulsaron a entregarse de lleno al teatro. Cuando consigue ponerse como relator interino en el Consejo de Indias (1626), semeja terminarse la producción literaria que le había dado personalidad, pero que había sido asimismo la causa de sus amarguras y sinsabores. En 1633 se le confirmó en propiedad el cargo.
La inquina que Ruiz de Alarcón despertó en España y, más que nada, en las considerables figuras del llamado Siglo de Oro, no puede detallarse por el mero hecho de que tuviese un físico desgraciado; su joroba podía justificar, quizás, ciertas mofas inclementes, pero en lo más mínimo la acerba crítica, cuyos fundamentos tienen que buscarse, quizás, en la indiscutible calidad de un creador cuyas proyectos conminaban la preeminencia y el éxito teatral y literario de sus consagrados contemporáneos. La hostilidad con que fue acogido en el ámbito literario español el enorme dramaturgo mexicano ha animado muy distintas reacciones en la crítica actualizada latinoamericana.
Es verdad que la reacción hostil fue gran y también intensa. Tuvo que sufrir las sátiras de Francisco de Quevedo, el que, tras garantizar que la "D" de su firma no se refería al "don" sino esbozaba solo la mitad de su retrato, llegó a llamarle "hombre formado de paréntesis". Luis de Góngora, por su lado, lo acusó de plagio. Y alguien tan sereno y tan ponderado como fray Gabriel Téllez, que inmortalizó el seudónimo de Tirso de Molina, le dedicó una décima que no le ahorra insultos como "poeta entre 2 platos", o juicios a su fachada y a su obra que se resumen en estos 2 versos: "Pues es todo tan mal dicho / como el poeta mal hecho". Tampoco se anduvieron con remilgos Lope de Vega o Mira de Amescua, que llegaron a ser detenidos en el momento en que la representación de El Anticristo causó un monumental escándalo.
Pero el hecho de movilizar en contra suya a genios de la altura de Lope de Vega, Góngora, Quevedo y Tirso de Molina es un homenaje muy singular y piensa una valía solo comparable al homenaje que esa hostilidad representa. Si a ello se añade que el dramaturgo mexicano logró atraer a la familia real y terminó por imponerse, el genio de Ruiz de Alarcón se mostró digno de sus atacantes, a quienes respondió cumplidamente en ciertos casos.
Se ha comentado asimismo "su escasa fecundidad", y tampoco la observación resulta precisa, ya que el dramaturgo mexicano se distribución al teatro pues las situaciones lo empujan, y deja parece ser de redactar para la escena en el momento en que soluciona sus inconvenientes económicos; o sea, no es un profesional del género de Lope. Que haya escrito ciertas comedias antes de su segundo viaje a España no resta verosimilitud a la afirmación, como tampoco se la quitaría dado que ciertos escritos suyos resultaran siguientes a su ascenso para el Consejo de Indias. Considerando que las veinte comedias por él publicadas y las otras tres que sin lugar a dudas son suyas fueron en su mayor parte escritas en un periodo de quince años, resulta muy parcialmente escasa la fecundidad del artista.
El teatro de Juan Ruiz de Alarcón
En 1628 publicó la sección primera de sus comedias, en número de ocho: Los favores de todo el mundo, La industria y la fortuna, Las paredes oyen, El similar a sí mismo, La gruta de Salamanca, Mudarse por mejorarse, Todo es ventura y El desdichado es fingir; y en 1634, otras 12 en una segunda parte: Los empeños de un engaño, El dueño de las estrellas, La amistad castigada, La manganilla del Melilla, Ganar amigos, La verdad sospechosa, El Anticristo, El tejedor de Segovia, Los pechos privilegiados, La prueba de las promesas, La crueldad por el honor y El examen de maridos.
Apareció sin fecha Quien mal anda en mal termina; se publicó en 1646 La culpa busca la pena y el agravio la venganza, y en 1653, No hay mal que por bien no venga. Son de peso las causas que se arguyen para negarle la paternidad de una sección primera de El tejedor de Segovia, muy inferior a la segunda y indudablemente redactada con posterioridad.
Su teatro cumple con el canon de la comedia de españa de la temporada: galanes aventureros, pretendientes irreflexivos y muy frágiles en temas de honor, mujeres inconstantes, criados inoportunos y embrollos bien difíciles de solucionar. Al mismo tiempo, exalta valores morales como la piedad y la amistad francas. Lo que en otros es valentía, rudeza y galanura, en él es sabiduría, cortesía, amabilidad; el sentido del honor en su teatro es menos riguroso, mucho más humano, como procede en el hombre que se ha forjado en un país en capacitación; tiene para él mucho más relevancia la conducta que la sangre (Solo radica en obrar / como caballero el serlo, afirma don Beltrán en La verdad sospechosa).
El dramaturgo mexicano se identifica por su ponderación, su equilibrio, su corrección en el lenguaje y en el verso, su sentido humano de la ética, en una palabra, su discreción, calidades en las que sobrepasa al resto de los dramaturgos españoles, si bien no consigue a los más destacados en capacidad para emplear los elementos escénicos. Al achicar la intensidad de las ocasiones comunes del teatro español, lo humaniza y deja atisbar elementos propios y predecesores del romanticismo.
Resalta en sus proyectos un estilo contenido y tramas bien pensadas que dejan poco sitio al absurdo. Su extremado precaución en la construcción de sus comedias conduce siempre y en todo momento a un encadenamiento lógico de todas y cada una de las situaciones de la obra. Se da un predominio de los individuos sobre la acción; por esta razón sus comedias acostumbran a realizarse en entornos íntimos y familiares. De ahí que su teatro logre calificarse como de "letras y números", en tanto que predomina el análisis de la interioridad o psicología de los individuos y el trazado meticuloso de estos. El perfil de los individuos no es el fruto de unos aspectos arquetípicos fríos y abstractos, sino más bien de una descripción llena de sutiles pinceladas que conforman un fresco rebosante de matices y espiritualidad.
Sus proyectos desprenden además de esto un didactismo o enseñanza ética (vicios sociales, especiales de vida, defectos de conducta), pero que manan del propio artículo sin precisar violentarlo para hallar este propósito. La acción tiene plena congruencia y el avance de los individuos almacena una impecable lógica evolutiva. En todos sus trabajos se advierte su capacitación humanística y enorme conocimiento de los tradicionales.
La crítica es unánime al apuntar como sus piezas maestras Las paredes oyen y La verdad sospechosa. Su indudable predominación en el teatro tradicional francés (Corneille), italiano (Carlo Goldoni) y español (Agustín Moreto y Leandro Fernández de Moratín, entre otros muchos) ponen al dramaturgo hispanomexicano en entre los mucho más altos sitios del teatro universal.
¿Qué te ha parecido la existencia de Juan Ruiz de Alarcón? ¿Has podido leer la información que pensabas que ibas a encontrar?
Sin duda alguna conocer profundamente a Juan Ruiz de Alarcón es algo que está reservado a pocas personas, y que pretender recomponer quién y cómo fue la vida de Juan Ruiz de Alarcón es una especie de puzzleque tal vez alcancemos a rehacer si colaboramos todos en conjunto.
Por esta razón, si eres de las personas que confían en que cooperando es posible elaborar algo mejor, y conservas información con respecto a la existencia de Juan Ruiz de Alarcón, o en relación con algún particularidad de su personalidad u creación que no se contemple en esta biografía, te pedimos que nos lo envíes.
Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son siempre importantes, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de una persona como Juan Ruiz de Alarcón, que detentó su significación en una época concreta, es imprescindible procurar ofrecer un panorama de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.
Sin dudarlo, contacta con nosotros para referirnos qué sabes tú con respecto a Juan Ruiz de Alarcón. Estaremos ilusionados de perfeccionar esta biografía con más información.