Josep de Togores

Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo parte de la actuación. Josep de Togores es una de esas personas cuya vida, indudablemente, merece nuestro interés por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Josep de Togores es conocer más sobre época determinada de la historia del género humano.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la relevancia que atesoró Josep de Togores en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que permaneció en el mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que frecuentaron a Josep de Togores, sino que a caso produjo una huella mucho más vasta de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Josep de Togores de forma personal.Josep de Togores ha sido un ser humano que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Josep de Togores

(Josep de Togores i Llach; Cerdanyola, 1893 - Barcelona, 1970) Pintor español. Después de una primera etapa verdadera, con predominio del desvisto, derivó hacia un estilo de temática religiosa. Trabajó asimismo la pintura mural y la ilustración de libros.

Nativo de el seno de una familia acomodada y con inquietudes intelectuales y artísticas, no tardó en descubrir una enorme sensibilidad para el dibujo. A los trece años de edad quedó sueco gracias a una meningitis. En esos años era alumno de dibujo de Joan Llaverias, quien aconsejó al padre que dejase desarrollar al límite el potencial artístico de su hijo. En 1906, padre y también hijo viajaron a París y después a Bélgica con la promesa de sanar la sordera del jóven.

Un año después, estimulado por la impresión que le ocasionó la pintura de Monet que vio en la Exposición Internacional de Barcelona, Josep de Togores comenzó a colorear sus primeros cuadros al óleo. Tras un intérvalo de tiempo de estudio con Félix Mestres en Barcelona, pintó ciertos cuadros meritorios, el mucho más popular de los que es El desquiciado de Cerdanyola (1909), exhibido en la salón Parés de la Ciudad Condal antes que fuera premiado en la Exposición Universal de Bruselas (Bélgica) y conseguido por el Gobierno belga.

Con esta obra abrió la que se ha considerado su etapa impresionista. En 1911 logró una tercera medalla en la Exposición de Bellas Artes de Barcelona. Dos años después, animado por su familia, pasó a Madrid a lo largo de unos meses para hundirse en la pintura del Museo del Prado, y ese año regresó a París con una beca del Ayuntamiento de Barcelona. En la ciudad más importante francesa descubrió a pintores que iban a ser definitivos en los rumbos del gusto estético, eminentemente Cézanne y Matisse, de quienes extrajo enseñanzas escenciales de clasicismo. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Togores decidió dejar París y regresar a Barcelona.

Fue entonces en el momento en que, al contacto con ciertos representantes del Noucentisme pictórico catalán (Sunyer, Nogués, Casanovas o J. M. Junoy) y con la lección aprendida en Francia, comenzó a dejar los métodos impresionistas para prestar mayor atención a la línea, el volumen y la materialidad de los elementos. Una vez superado el drama de la desaparición de su madre (1915) y la quiebra de la fortuna familiar, el arte de Josep de Togores comenzó a ofrecer lo destacado de sí.

En 1919 se instaló nuevamente en la localidad del Sena, esta vez por espacio de once años. Allí frecuentó a Picasso, Gris, Utrillo, Modigliani y otros artistas, si bien continuó en una situación insuficiente hasta hallar un contrato con el galerista Kahnweiler, merced al como expuso con éxito en distintas capitales de europa. En el catálogo de su primera exposición individual (1922), Max Jacob charló de “vigor cubístico”, “composición lineal”, “analismo constructivo”, etcétera., peculiaridades que emparentaban su arte con la novedosa objetividad alemana y con la corriente valori plastici italiana.

Ciertas pinturas geniales de la década de 1920 son el retrato de Aleix de Togores, Dos desnudos y Bañistas, amén de varios desnudos femeninos de inusual factura, en cuyo sentido formal se intercalan el academicismo tradicional picassiano y la próxima vitalidad carnal del mejor Sunyer. En 1926 efectuó una exposición triunfal en Barcelona, pero los museos oficiales de la región proseguían teniendo en cuenta su arte bastante provocador. Entre 1928 y 1930 su obra cambió: los cuerpos se desrealizaron y se cambiaron en figuras prácticamente abstractas, que fueron derivando hacia una especide de caligrafía antropomorfa cercana a la estética del surrealismo automático francés.

Tras unos años de práctica de esta clase de surrealismo, bastante extraño en España, Togores volvió al clasicismo y a una figuración usual, un tanto estandarizada, pero la mayoria de las veces de increíble factura técnica. En su última etapa creativa se interesó por la temática religiosa, alentado por sus ocupaciones como restaurador de retablos viejos. Es asimismo de enorme interés su obra gráfica destinada a ediciones de biblómano. Desde mediados de la década de 1940 presentó sus proyectos en la salón Parés y asimismo en galerías y museos de Madrid. Está representado, entre otros muchos, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) y en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (Barcelona).

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