La historia de las civilizaciones la cuentan las mujeres y hombres quea lo largo de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,avance.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que tuvo José María Arguedas en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que estuvo en el mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que frecuentaron a José María Arguedas, sino que posiblemente legó una huella mucho más insondable de lo que logremosconcebir en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a José María Arguedas personalmente.José María Arguedas ha sido una persona que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Apreciar las luces y las sombras de las personas destacadas como José María Arguedas, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa fundamental para que seamos capaces de apreciar no sólo la vida de José María Arguedas, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por José María Arguedas, personas a quienes de de una u otra forma José María Arguedas influyó, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió José María Arguedas.
(Andahuaylas, 1911 - Lima, 1969) Escritor y etnólogo peruano, renovador de la literatura de inspiración indigenista y entre los mucho más relevantes narradores peruanos del siglo XX.
Sus progenitores fueron el letrado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que se desempeñaba como juez en distintos pueblos de la zona, y Victoria Altamirano Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre había fallecido tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y después a San Juan de Lucanas. Al poco tiempo el padre fue cesado como juez por causas políticas y tuvo que trabajar como letrado itinerante, dejando a su hijo al precaución de la madrastra y el hijo de ésta, quienes le daban régimen de sirviente.
En 1921 se escapó con su hermano Arístides de la opresión del hermanastro. Se refugiaron en la hacienda Viseca, donde vivieron un par de años en contacto con los indios, comentando su idioma y aprendiendo sus prácticas, hasta el momento en que en 1923 los recogió su padre, quien los llevó en peregrinaje por distintos pueblos y ciudades de la sierra, para al final establecerse en Abancay.
Tras efectuar sus estudios secundarios en Ica, Huancayo y Lima, ingresó en 1931 en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar literatura. Entre 1932 y 1937 trabajó como socorrer de la Administración Central de Correos de Lima, pero perdió el puesto siendo apresado por formar parte en una manifestación académico en pos de la República De españa.
Tras mantenerse en torno a un año en la prisión El Sexto, fue nombrado instructor de español y geografía en Sicuani, en el departamento de Cuzco, cargo en que descubrió su vocación de etnólogo. En octubre de 1941 fue añadido al Ministerio de Educación para ayudar en la reforma de los proyectos de estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano en el Congreso Indigenista Interamericano de Patzcuaro (1942), reasumió su tarea de instructor de español en los institutos nacionales Alfonso Ugarte, Nuestra Señora de Guadalupe y Mariano Melgar de Lima, hasta el momento en que en 1949 fue cesado por considerársele comunista.
En marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore en el Ministerio de Educación, para más tarde ser impulsado a Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y Despacho del mismo ministerio (1950-52). En 1953 fue nombrado Jefe del Instituto de Estudios Etnológicos del Museo de la Cultura Peruana, y exactamente el mismo año empezó a divulgar la gaceta Folklore Americano (órgano del Comité Interamericano de Folklore, del que era secretario), la que dirigió a lo largo de diez años.
A este cargo sucedieron el de directivo de la Casa de la Cultura del Perú (1963-1964) y directivo del Museo Nacional de Historia (1964-1966), desde los que editaría las gacetas Cultura y Pueblo y también Historia y Cultura. También fue instructor de etnología y quechua en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones (1950-53), catedrático del Departamento de Etnología de la Universidad de San Marcos (1958-68) y instructor en la Universidad Nacional Agraria de la Molina desde 1964 hasta su muerte, ocurrida como consecuencia de un balazo que se disparó en la sien y que causaría su fallecimiento 4 días después. Fue premiado con el Premio Fomento a la Cultura en las áreas de Ciencias Sociales (1958) y Literatura (1959, 1962) y con el Premio Inca Garcilaso de la Vega (1968).
La obra de José María Arguedas
La producción intelectual de Arguedas es bastante extensa y entiende, aparte de proyectos de ficción, distintos trabajos, ensayos y productos sobre el idioma quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación habitual, entre otras caracteristicas de la civilización peruana. La situación particular de haberse educado en 2 tradiciones culturales, la occidental y la indígena, unido a una frágil sensibilidad, le dejaron entender y detallar como ningún otro intelectual peruano la complicada situación del indio originario, con la que se identificó de una forma desgarradora.
Por otra parte, en Arguedas la tarea del literato y la del etnólogo no están jamás completamente disociadas, e inclusive en sus estudios mucho más académicos podemos encontrar exactamente el mismo lenguaje lírico que en sus narraciones. Y si bien no era diestro en el manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada en especial en las especificaciones) supo hacer llegar con enorme intensidad la esencia de la civilización y el paisaje andinos.
Arguedas vivió un enfrentamiento profundo entre su amor a la civilización indígena, que deseaba se sostuviera en un estado "puro", y su deseo de redimir al indio de sus condiciones económicas y sociales. Se puede decir que la añoranza a las formas habituales de la vida andina logró que postulara un estatismo popular, en abierta contradicción con su adhesión al socialismo. Su obra revela el profundo amor del escritor por la civilización andina peruana, a la que debió su mucho más temprana capacitación, y representa, indudablemente, la cima del indigenismo: fue al tiempo un continuador de la mejor narrativa indigenista (Alcides Arguedas, Jorge Icaza y su compatriota Ciro Alegría) y su mucho más profundo renovador, como asimismo lo fueron, si bien desde otros enfoques, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpenter o Juan Rulfo.
2 situaciones asisten a argumentar la angosta relación de Arguedas con el planeta campesino. En primer término, que naciese en una región de los Andes que no tenía mayor roce con los estratos occidentalizados; seguidamente, que su madrastra lo obligara a mantenerse entre los indios tras la desaparición de su madre. De esa forma asimiló la lengua quechua, y lo mismo sucedió con las prácticas y los valores éticos y culturales del poblador andino.
Esta precoz experiencia, vivida primero y simbolizada en su escritura por la oposición indios/señores, se vería después reforzada con los estudios antropológicos. Como resultado de esta trama, la vida de Arguedas transcurrió entre 2 mundos no solo diferentes, sino más bien además de esto en contienda. De allí brotó su insaciable intención de interpretar la verdad peruana, la persistente corrección de sus ideas sobre el país y la definición de su obra como la búsqueda de una imagen válida de este.
Ahora desde sus primeros cuentos se advierte la problemática que acabaría por comandar su escritura: la vida, los azares y los sufrimientos de los indios en las haciendas y aldeas de la sierra del Perú. Allí asimismo se muestra esa escisión fundamental de 2 conjuntos, señores y también indios, que va a ser una incesante en su obra narrativa. El espacio en que se desarrollan sus cuentos es con limite, lo que deja a esta oposición popular y cultural verse en sus puntos mucho más trágicos y lacerantes. El derrotero de Arguedas ahora está trazado; si bien en su fuero interior vive intensamente la ambigüedad de formar parte a 2 mundos, su actitud literaria es clarísima, en la medida en que establece una adhesión sin mitigantes al cosmos de los indígenas, provocando 2 cauces de expresión que se transformarán en sendos aspectos de estilo: la representación épica y la introspección lírica.
Su primer libro reúne tres cuentos con el título de Agua (1935), que describen puntos de la vida en una aldea de los Andes peruanos. En estos cuentos se advierte el primer inconveniente al que se debió combatir en su narrativa, que es el de localizar un lenguaje que dejara que sus individuos indígenas (monolingües quechuas) se tengan la posibilidad de expresar en idioma español sin que sonara falso. Ello se resolvería de forma correcta con el empleo de un "lenguaje inventado": sobre una base léxica principalmente de españa, injerta el ritmo sintáctico del quechua. En Agua los enfrentamientos sociales y culturales de todo el mundo andino se observan por medio de los ojos de un niño. El planeta indígena hace aparición como depositario de valores de solidaridad y inocencia, en oposición a la crueldad de todo el mundo de los blancos.
Yawar celebración (1941) expone un inconveniente de desposesión de tierras que padecen los pobladores de una red social. Con esta obra el creador cambia ciertas reglas de juego de la novela indigenista, al resaltar la dignidad del originario que ha conocido proteger sus tradiciones pese al desprecio de los campos de poder. Este aspecto triunfal es, por sí, excepcional en el canon indigenista, y da la oportunidad de comprender el planeta andino como un cuerpo unitario, regido por sus leyes, enfrentado al modelo occidentalizado dominante en la costa del Perú.
En Los ríos profundos (1958), José María Arguedas ofrece la dimensión autobiográfica como clave interpretativa. En esta obra se nos enseña la capacitación de su personaje principal, Ernesto (que recupera el nombre del niño personaje principal de varios de los cuentos de Agua), mediante una sucesión de pruebas definitivas. Su acercamiento con la localidad de Cuzco, la vida en un instituto, su participación en la revuelta de las mujeres indígenas por la sal y el hallazgo angustioso del sexo son ciertas etapas por medio de las que Ernesto define su visión de todo el mundo. El planeta de los indios acepta poco a poco más connotaciones míticas, erigiéndose como un antídoto contra la brutalidad que tienen las relaciones humanas entre los blancos.
La novela siguiente, El Sexto, publicada en 1961, representa un paréntesis respecto al período andino. "El Sexto" es el nombre de la prisión de Lima donde el escritor fue encarcelado en 1937-1938 por la dictadura de Óscar Benavides. El infierno carcelario es asimismo una metáfora de la crueldad que domina toda la sociedad peruana.
Con Todas las sangres, de 1964, Arguedas reinició, sobre bases mucho más extensas, la representación de todo el mundo andino. Del relato autobiográfico se pasa a un cuadro general que entiende las transformaciones económicas, sociales y culturales que suceden en la sierra peruana. A través de la narración de una familia de enormes latifundistas, el creador encara las secuelas del desarrollo de modernización que avanza sobre un planeta todavía feudal.
Todas las sangres es precisamente un emprendimiento narrativo de largo aliento y considerablemente más ambicioso que los precedentes, ya que quiere sopesar todos y cada uno de los modelos que se muestran como alternos para crear y modificar la sociedad peruana. A ello obedece su composición coral, en la que se combaten el emprendimiento capitalista, el orden feudal y un boceto de capitalismo nacional. Pero el creador inutiliza cada uno, sugiriendo como legítimo un modelo popular comunitario que no desprecia, empero, la modernización. Todas las sangres eleva el inconveniente indígena a inconveniente nacional, e inclusive le ofrece un tinte universal, en la medida en que el enfrentamiento expresado en la novela corresponde ahora en ese instante al llamado Tercer Planeta.
La última novela de Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo, que se publicó póstuma en 1971, quedó inconclusa por el suicidio del escritor. Los episodios que logró redactar están ambientados en Chimbote, un puerto pesquero del norte que padece un avance vehemente y caótico. El creador alterna la representación trágica de los costos humanos de este desarrollo, singularmente la pérdida de identidad cultural de los indios trasplantados a la localidad, con apuntes de períodico, de los que surge la resolución, poco a poco más implacable, de suicidarse.
La imagen literaria de Arguedas se completa con sus Relatos terminados, reunidos en 1975, y con esenciales indagaciones antropológicas y folclóricas, aparte de su producción poética en lengua quechua.
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