Conocer lo bueno y lo malo de las personas significativas como José de Ribera, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa sustancial para que podamos poner en valor no sólo la existencia de José de Ribera, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por José de Ribera, aquellas personas a quienes de de una forma u otra José de Ribera influyó, y ciertamente, comprender y entender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió José de Ribera.
(Llamado el Españoleto; Játiva, 1591-Nápoles, 1652) Pintor y grabador español. No se tienen novedades seguras sobre su capacitación artística, más allá de que se estima que fue acólito de Francisco Ribalta.
Hacia 1608-1610 marchó a Italia, donde visitó la corte de los Farnesio en Parma (San Martín partiendo su cubierta con el pobre) y se interesó por la obra de Correggio. Hasta 1616 estuvo en Roma, donde admiró a Rafael, Miguel Ángel y, singularmente, a Caravaggio. Allí logró celebridad y efectuó proyectos de una alta calidad, como patentizan El gusto y El tacto, de la serie de Los cinco sentidos.
Se estableció terminantemente en Nápoles, donde se impuso como la personalidad más esencial del foco napolitano. Gozó de la protección de los virreyes, que le fueron adoptando como pintor de cámara, como el duque de Osuna, para quien efectuó el conjunto de proyectos de la colegiata de Osuna, el conde Monterrey (Inmaculada y otras proyectos en la iglesia de las Agustinas de Salamanca) y don Juan de Austria. Trabajó para la iglesia napolitana de Jesús Nuevo, la capilla de San Jenaro de la catedral y, más que nada, para la cartuja de San Martín, que mantiene un magnífico grupo (serie de Profetas, Piedad). De 1620 a 1626 no se tienen novedades de proyectos pictóricas, pero a este periodo corresponden la mayor parte de sus grabados, técnica que cultivó con maestría (Martirio de san Bartolomé).
De su origen español preservó siempre y en todo momento el gusto por la temática religiosa (La bendición de Jacob), con figuras recluidas de beatos (abundando los penitentes y mártires) de semblantes atezados y frentes arrugadas, plasmados con crudo realismo (San Andrés, San Jerónimo), tal como milagros, calvarios (Martirio de San Felipe, Martirio de San Andrés), capítulos del Nuevo Testamento y retratos de la Virgen María con el Niño. Sin embargo, asimismo cultivó el género mitológico y el retrato, y efectuó las series de los Filósofos, tal como representaciones de mendigos y tipos populares.
Hasta 1634 su estilo se caracterizó por un acusado tenebrismo, con violentos contrastes de luz, un plasticismo duro, un crudo realismo en los datos y alguna inclinación a la monumentalidad. A partir de ese instante optó por una pictoricidad mucho más libre y un colorismo mucho más rico, tal como por temas y formas mucho más afables, asimilando influencias venecianas y boloñesas. En su producción final semeja advertirse un repliegue hacia maneras de su periodo juvenil, regresando al tenebrismo y los contrastes luminosos.
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