La historia del mundo está escrita por las mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela civilización, de un modo u otro,progrese.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas significativas como José Celestino Mutis, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa fundamental para que podamos poner en valor no sólo la vida de José Celestino Mutis, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por José Celestino Mutis, personas a quienes de de una u otra forma José Celestino Mutis influyó, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió José Celestino Mutis.
(José Celestino Bruno Mutis y Bosio; Cádiz, 1732 - Santafé de Bogotá, 1808) Médico y botánico español que figura entre los mucho más relevantes iniciadores del conocimiento científico en el Nuevo Planeta.
José Celestino Mutis estudió medicina y cirugía en el Colegio de Cirugía de su localidad natal, que fue un centro de renovación médica a la cabeza de la ciencia aplicada en España. Sin embargo, como esa institución no se encontraba autorizada a dar el nivel de bachiller en Artes y Filosofía, Mutis debió finalizar su trayectoria en la Universidad de Sevilla. Una vez concluidos sus estudios, se vinculó, a lo largo de 4 años, al Hospital de Cádiz.
Se interesó entonces por la astronomía y la botánica, disciplinas en las que tuvo por profesores a Jorge Juan de Santacilia para la primera y a Domingo Castillejo y Miguel Barnades para la segunda. En situación, en su periodo de capacitación, Mutis tuvo geniales preceptores: Jorge Juan fue, adjuntado con Antonio de Ulloa, el enorme vanguardista del redescubrimiento científico de América, y Barnades fue el personaje principal del renacimiento de la ciencia botánica en la Península. Cuando Mutis recibió el título de médico del Real Proto-Medicato de Madrid, contó con la tutela de Andrés Piquer, la mayor excelencia de la medicina de españa de la temporada.
Mutis se desempeñó como suplente de la cátedra de anatomía del Hospital General de Madrid y mejoró sus entendimientos botánicos en el Jardín del Soto de Migas Calientes. En 1760 rechazó una beca de especialización en París y partió para América como médico especial del recién nombrado virrey Pedro Messía de la Cerda, ya que comprendió que en el Nuevo Continente podría consagrarse como científico, dedicándose singularmente al conocimiento de las quinas. Deseaba desentrañar ciertas de sus incógnitas, entablar sus reales características curativas, sus restricciones terapéuticas y sus potencialidades económicas. En los primeros años de su historia en Santafé, abrigaba la iniciativa de viajar a Loja, en la provincia de Quito, para realizar semejantes indagaciones.
José Celestino Mutis partió de España con rumbo a América el 7 de septiembre de 1760, y llegó a Santafé el 24 de febrero de 1761. El encontronazo del trópico fue grande, ya que a cada paso estaba con una novedad botánica o zoológica. También le sorprendió el ámbito cultural y popular: la educación superior era una imitación de las instituciones educativas metropolitanas, singularmente de la contrarreformada Universidad de Salamanca, y se encontraba encomendada a las diferentes órdenes religiosas (Beato Tomás a los dominicos, Javeriana a los jesuitas, Agustiniana de San Nicolás de Bari a los agustinos) o al clero secular (Nuestra Señora del Rosario). La pedagogía que se infundía en las academias y seminarios era heredera del Concilio de Trento de 1530 y se encontraba centrada en el aristotelismo y la escolástica tardía, sin explicación científica de la verdad.
Desde el instante en que Mutis desembarcó en Cartagena se preocupó por adelantar visualizaciones astronómicas, juntar plantas con las que fue formando un herbario, revisar una gran parte de lo consignado en proyectos escritas sobre América y estudiar la quina. Al año y 17 días de su llegada a Santafé, sentó las bases de la revolución científica y también ideológica en el Virreinato de la Nueva Granada en el momento en que, en el alegato inaugural de la cátedra de matemáticas del Colegio Mayor del Rosario, expuso los principios elementales del sistema de Copérnico: fue la presentación de una exclusiva metodología, la del eclecticismo, y de una novedosa actitud frente el planeta y la vida, que significaba el abandono del fanatismo y la credulidad, para ingresar en los terrenos de la física de Newton.
En ese empeño por actualizar las construcciones mentales de los criollos neogranadinos, Mutis se encaró con los campos habituales de aquella sociedad estamental, y de forma especial con los dominicos. Así, en 1773, se declaró copernicano frente al virrey Manuel Guirior; en 1774 se le prosiguió causa, que fue archivada, y en 1801 debió regresar a defenderse, un escándalo para la hipócrita y pacata sociedad de la temporada.
Una de las secuelas de la exposición de la teoría heliocéntrica de Copérnico fue que, tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la Corona debió atestar de alguna forma el vacío cultural y también ideológico que dejaron los progenitores de la Compañía de Jesús. En ese contexto el fiscal y doctor Francisco Antonio Moreno realizó un Plan de Estudios en el que se creaba una facultad pública y unos estudios en general; la base ideológica para semejantes planteamientos fue el alegato inaugural de Mutis en la capilla de La Bordadita.
En 1763, Mutis envió al rey de España una representación, redactada desde Cartagena, donde propuso redactar la Historia Natural de América. No consiguió contestación y volvió a redactar, por año siguiente, otra carta, con exactamente el mismo resultado. Decidió entonces ir adelantando por su cuenta ese trabajo, para el que precisaba fondos. Aunque era el médico favorito de los pobladores de Santafé y percibía buenas entradas económicas, prefirió incursionar en peligrosas compañías comerciales y mineras. Entre 1766 y 1770 continuó en las minas de La Montuosa, en las cercanías de Pamplona, y entre 1778 y 1782 estuvo en las del Sapo, en las cercanías de Ibagué. En los dos intentos fracasó a nivel económico, si bien ingresó, adjuntado con su colega Juan José Delhuyar, el procedimiento de amalgamación para la extracción de la plata.
En lo que no fracasó, si bien debió enfrentar serias discusiones, fue en el hallazgo de la quina en el territorio de la presente Colombia. El interés de Mutis lo llevó a recorrer regularmente los aledaños de Santafé y la búsqueda dio desenlaces en el momento en que en 1772 halló el vermífugo en compañía de don Pedro Ugarte, en el monte de Tena. En 1774 el médico panameño Sebastián López Ruiz consiguió una comisión real para realizar indagaciones sobre la presencia de la quina en Tena, Guayabal y La Mesa, con lo que entró en polémica con el sabio.
Al cabo de un par de años, López Ruiz probó que ciertamente había quina en los aledaños de Santafé. Luego de ciertos análisis en España, fue afirmado como directivo de los acopios de quina en el virreinato y en 1778 el rey le dio un sueldo de forma anual de 2 mil pesos. Comenzó entonces un largo litigio entre los dos individuos, en el final del que Mutis salió victorioso, pero muy desgastado, y de todas y cada una formas los desenlaces no fueron lo que la Corona aguardaba.
Mientras que llevaba a cabo sus aventuras comerciales y sus discusiones con López Ruiz, el sabio Mutis continuó con sus trabajos de investigación en botánica, en especial en el campo de las plantas útiles, que era aquello que mucho más interesaba a la Corona. Además, sostuvo una nutrida comunicación con científicos de europa, como Carlos Linneo, Carlos Alstroemer y Antonio José Cavanilles. Fue designado académico de Upsala y ciertas de sus comentarios científicas fueron publicadas en gacetas suecas.
En 1777 envió una compilación de plantas disecadas al Jardín Botánico de Madrid y otra a Linneo. Formó una grande biblioteca, entre seis y ocho mil volúmenes, en especial de botánica (unos tres mil ejemplares), que el sabio alemán Alexander von Humboldt juzgó comparable a la de míster Banks, presidente de la Real Sociedad de Londres.
La Real Expedición Botánica
En 1776, España creó la primera Real Expedición Botánica, en el Perú; en ello tuvieron bastante que ver los conceptos que el popular marino español Antonio de Ulloa lanzó en su libro Noticias americanas (1772) sobre la conveniencia económica, científica y cultural para la metrópoli de entender en hondura el conjunto de naciones americano. En 1783 el arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora creó la Real Expedición Botánica del Virreinato del Nuevo Reino de Granada y nombró a Mutis como su directivo, con una asignación de forma anual de 2 mil pesos.
A lo largo de los seis meses que van de abril a septiembre, la expedición funcionó provisionalmente y tuvo su sede en La Mesa de Juan Díaz; el aparato humano inicial fue achicado: el mimo Mutis como directivo, Eloy Valenzuela como segundo, y Antonio García como dibujante. Luego se incorporaron, como herbolarios, el indígena Luis Esteban y el campesino Roque Gutiérrez.
El 23 de noviembre de 1783, la expedición fue confirmada por real cédula y se trasladó a Mariquita. Esta población resultaba bastante favorece para adelantar las trabajos de inventario de la expedición: se asentaba entre 2 cordilleras, su comunicación con Santafé no era bien difícil y era circuito obligatorio en la vía que enlazaba la ciudad más importante con el principalísimo puerto de Honda, hecho que favorecía las trabajos comerciales, aparte de situarse asimismo cerca de un centro minero de relativa relevancia, donde era posible ensayar las distintas técnicas de minería.
La Real Expedición continuó ocho años en Mariquita, hasta el momento en que el virrey José Manuel de Ezpeleta decidió que para su mayor control había de ser reubicada en Santafé, con lo que el ámbito cultural de la ciudad más importante virreinal se vio robustecido. Se formó de esta forma la Casa Botánica, que funcionó hasta 1816, en el momento en que las tropas de la reconquista de españa la cerraron finalmente, remitiendo su patrimonio científico a España.
En Mariquita la expedición se reordenó de a poco. Se hicieron cargos con funcionalidades muy establecidas: los comisionados, personal de seguridad de Mutis y del virrey, emprendían largas excursiones a distintas unas partes del virreinato, para admitir y juntar minerales o plantas distintas a las conocidas, pero asimismo para amontonar datos y visualizaciones científicas; se recalcaron fray Diego de García, Pedro Fermín de Vargas, Bruno Landete, el geógrafo José Camblor y Francisco José de Caldas.
Los botánicos debían agarrar muestras de forma exclusiva botánicas y eran acompañados de uno o múltiples herbolarios que ejercitaban funcionalidades socorrieres. Los pintores se ocupaban de copiar las plantas recogidas sin omitir el mucho más mínimo aspecto y con la mayor perfección viable. A partir de 1791, aparecieron agregados científicos como Francisco Antonio Zea, Juan Bautista Aguilar, José y Sinforoso Mutis, y de la misma manera se creó el cargo de oficial de pluma, que ejercitó José María Carbonel; en 1803 se incorporó como zoólogo Jorge Tadeo Lozano. Así, de los tres puestos conformados en un inicio, la Real Expedición llegó a contar en 1808 (año de la desaparición de José Celestino Mutis) con un total de 35 personas.
Comúnmente se ha insistido en que la coyuntura a fin de que el arzobispo-virrey se resolviera a conformar la Expedición Botánica en el virreinato fue la petición de unos científicos alemanes para recorrer los territorios de la presente Colombia. Como una parte de las trabajos asignadas, Mutis debía enriquecer las compilaciones botánicas del Gabinete de Historia Natural y del Jardín Botánico de la Corte a través de permanentes remisiones de semillas y raíces vivas de las plantas y árboles mucho más útiles, sin omitir visualizaciones geográficas y astronómicas y la redacción de La flora de Bogotá.
Todo ello es verdad, como asimismo lo es que en la idea de la expedición jugó un papel esencial la Revolución de los Comuneros de 1781, y que los comisionados debían reportar y valorar popular, política y a nivel económico los diferentes pueblos y provincias del virreinato, con el objetivo de que la Corona pudiese tener un concepto de las diferentes ocasiones y poder utilizar castigos. El aspecto más esencial de la Expedición Botánica fue su contribución a la conformación y consolidación de una clase letrada criolla, toda vez que varios de sus integrantes fueron próceres de la Independencia y que en torno de la expedición viraron las considerables figuras de la política de la Primera República.
Los desenlaces científicos y económicos son mucho más relativos, ya que, más allá de que se coleccionaron 5.393 láminas fabulosamente efectuadas, compuestas por 2.945 estampas en color y 2.448 dibujadas a pluma, que representan 2.696 especies y 26 variedades, muchas de ellas no tienen la descripción pertinente, no hay clave alguna de semejante iconografía y no se conoce una correo entre las láminas y el herbario. Su aporte a la taxonomía nacional de hoy es casi nulo, en tanto que solo ocho géneros y especies han preservado la denominación dada por Mutis: Barnadesia, Beforia, Ezpeletia, Ternstroemia, Vallea, Spilanthes de america, Aristolochia cordiflora y Sericotheca argentea.
La flora de Bogotá jamás se publicó en vida de Mutis. El sabio no la ha podido terminar, disperso en inmensidad de ocupaciones y fracasadas aventuras comerciales, como la organización de la factoría y estanco de la quina, apoyado en un minucioso estudio que después de 25 años de indagaciones dio como resultado el libro El misterio de la quina, obra aparecida en un inicio en el Papel Periódico de Manuel del Socorro Rodríguez y que es el único trabajo terminado de Mutis, en el que distinguió 4 especies de quina: anaranjada, roja, amarilla y blanca, las que distinguió unas de otras según las reglas botánicas y su app médica.
De antemano, había escrito un emprendimiento de estanco de la quina, en el que llamó la atención sobre la necesidad de racionalizar al límite viable la explotación del producto. También procuró adaptar los canelos de los andaquíes, que bien próximamente se secaron, fomentar en la Corte el amargo té de Bogotá, que no fue recibido en los mercados de europa, solucionar consultas oficiales, marcar y regentar políticas sanitarias y de minería, reformar los estudios de matemáticas del Colegio del Rosario y también establecer los de medicina, según con los logros actualmente. Mutis murió en Santafé, el 11 de septiembre de 1808, a los 76 años de edad.
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