Conocer las luces y las sombras de las personas destacadas como José Bové, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo esencial para que podamos valorar no sólo la existencia de José Bové, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por José Bové, gentes a quienes de de una forma u otra José Bové influyó, y indudablemente, entender y comprender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió José Bové.
(Talence, 1953) Sindicalista francés, dirigente del sindicato agrario Confédération Paysanne, y entre los mucho más relevantes activistas de los movimientos antiglobalización. José Bové nació el 25 de marzo de 1953 en Talence, cerca de Burdeos, en el seno de una familia de la pequeña burguesía local. Sus progenitores, de origen luxemburgués, habían conseguido la nacionalidad francesa en el momento en que los dos ingresaron en el respetado Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA).
En 1956 viajó a Estados Unidos con sus progenitores, convidados como instructores de la Universidad de Berkeley, California. Allí continuó diez años, lo que le dejó estudiar intensamente la lengua inglesa, idioma que le serviría después para desplazarse como pez en el agua en sus afirmaciones a los cronistas de todo el planeta y que le daría alguna aura de hombre culto en su ambiente.
A su regreso a Francia, José Bové se inscribió en el liceo parisiense Athis-Mons, comandado por frailes. No tardó en ser expulsado del centro, acusado de «irreligioso», si bien el fundamento real de la sanción fue la apología que logró de la sustancia en un trabajo escolar. Después, solo en París por el hecho de que sus progenitores retornaron a Burdeos, estudió en academias libres para terminar los estudios secundarios.
Se había imbuido desde muy joven del pacifismo y del antimilitarismo. A los quince años ahora fue detenido en una manifestación, y a los diecisiete organizó en un centro juvenil la proyección de la película antimilitarista La bomba. En aquella temporada había entrado en contacto con El Arca, la red social del escritor Lanza del Vasto, un fan de Gandhi que preconizaba el pacifismo y la no-crueldad activa, doctrina donde pocos años después profundizaría en un viaje a la India.
Pero de a poco sus ideas de no-crueldad activa se impregnaron asimismo de ideas ácratas y libertarias, de forma que, según sus expresiones, se sintió reconocido con los componentes de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) que habían conseguido marcado importancia en la Guerra Civil de españa. Participó activamente en el Mayo francés de 1968. En 1971 se inscribió para estudiar filosofía, carrera que abandonó en 1973 adjuntado con su compañera sentimental, Alice Monier, una estudiante de políticas con la que formaría pareja permanente.
Los okupas modélicos
De 1974 a 1975 fue insumiso. Junto con otros simpatizantes de su causa, aún indefinida, escapó del servicio militar y civil, y se ocultó en una granja de la Gironda, cerca de Burdeos. Posteriormente se instaló con su mujer y su hija, Alice, en unos campos dejados por el ejército en Montredon, un pueblecito del antiplano del Larzac. Los campos eran aún propiedad del Estado, con lo que Bové y ciertos amigos que lo secundaron eran formalmente okupas.
Decidió quedarse para toda la vida, cultivando la tierra y criando ovejas. Inicialmente no había ni agua ni luz, hasta el momento en que en 1977 logró reunir fondos para obtener el primer tractor, mientras que un ex- compañero de facultad que se había instalado en Toulouse le prestó unas 75.000 pesetas para obtener sus primeras ovejas.
Allí organizó la pelea pacífica, para lo que formó el conjunto agrícola Garderem lo Larzac, que transcurrido un tiempo fue el que suministraría la leche de sus ovejas para crear queso roquefort y otros modelos artesanales. Se transformó en un modelo del ambiente, de forma que otros labradores comenzaron a copiar sus métodos de producción. Las autoridades toleraron aquella invasión pero sin perder de vista los movimientos de Bové, quien en 1976 fue encarcelado a lo largo de tres semanas por irrumpir otras instalaciones militares.
La Confédération Paysanne
En aquella temporada Bové comenzó a desplazarse asimismo entre los círculos de la izquierda política que peleaba por lograr el poder, y, entre otros muchos, trabó alguna amistad con François Mitterrand, quien le prometió que, si alcanzaba la presidencia de la república, los militares abandonarían formalmente los campos de Montredon. La victoria del candidato de la izquierda en 1981 dejó el campo libre al conjunto Garderem lo Larzac, cuyo líder comenzó a ser popular como Astérix.
En 1987, con el propósito de agrandar su radio de acción, cofundó la Confédération Paysanne, que en 2001 contaba ahora con mucho más de 40.000 afiliados. Este sindicato no nació por generación espontánea, sino tenía su germen en Paysans Travailleurs, organización sindical de la que a fines de la década de los setenta Bové era ahora entre los líderes. Aquellos «labradores trabajadores» no respondían al prototipo de campesino palurdo, sino eran los personajes principales de la modernización acelerada que el campo francés experimentó a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Agricultores modernos, cultos, ciertos de ellos con títulos universitarios y, más que nada, muy politizados al rebufo del Mayo del 68.
Robustecido por su situación en la Confédération Paysanne, José Bové comenzó ahora a hacerse ver con acciones sensacionales. En 1988, en queja por el barbecho de la tierra impuesto por la Comunidad Económica Europea (CEE), decidió labrar con su tractor los Campos de Marte, en París, a la vera de la torre Eiffel. En 1990 defendió a los cananos de Nueva Caledonia, la isla del Pacífico que luchaba por su total autonomía respecto de Francia. En 1995 se unió a los integrantes de Greenpeace dentro del Rainbow Warrior para protestar contra los ensayos nucleares franceses en el atolón de Mururoa, en la Polinesia Francesa, fundamento por el que fue encarcelado unos días.
Defensor de múltiples causas
Bové era un contestatario polifacético que defendía distintas causas: luchaba en pos del Tercer Mundo y del feminismo y se oponía a la actualizada agricultura concebida en los laboratorios de investigación. Cada vez mucho más extremista, en 1996 destrozó múltiples campos de artículos transgénicos, y en 1998 efectuó una quema simbólica de semillas de maíz genéticamente cambiadas, acción por la que fue privado hasta 2003 de los derechos civiles.
No cejó en su empeño de ganar presencia pública, lo que le llevó a interpretar una acción muy sonada, que le dio proyección en todo el mundo. El 12 de agosto de 1999, adjuntado con otros compañeros de la Confédération Paysanne, destrozó un McDonald’s que se encontraba en construcción en la localidad de Millau (Aveyron). Aquella acción deseó ser una queja por el incremento de aranceles que el gobierno de Estados Unidos había dictado contra múltiples artículos agrícolas y ganaderos de europa, más que nada el queso roquefort, primordial fuente de capital de un extenso campo de los ganaderos del Macizo Central francés.
Encausado, y esperando de juicio, el 30 de noviembre de 1999 logró acto de presencia en Seattle para evitar la apertura de la cima de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y el 29 de enero de 2000, en Davos (Suiza), para protestar frente al Foro Económico Mundial.
Poco después, en el Salón de Agricultura festejado en el mes de febrero de aquel año en París, presentaba su biblia, el libro El planeta no es una mercancía, escrito en colaboración con otro compañero de pelea, François Dufour, representante de la Confédération Paysanne. La obra recopila el espíritu de los labradores contrarios a los efectos dañinos de la globalización, demanda la defensa de la agricultura clásico con modelos naturales y propugna un modelo agrario fundado en criterios de sostenibilidad y de solidaridad con los países del Tercer Mundo.
La causa por el «caso McDonald’s» fue vista el 30 de junio de 2000, en exactamente la misma localidad de Millau, donde se reunieron frente a la salón del tribunal mucho más de 15.000 simpatizantes que elevaron a los imputados a la categoría de héroes y mártires. Fueron condenados a tres meses de prisión, sentencia que recurrieron.
El 16 de febrero de 2001, Bové se sentó nuevamente en el banquillo de los acusados en Montpellier, en el séptimo desarrollo que encaraba en tres años. En esta ocasión, él y sus siete compañeros de la Confédération Paysanne respondían del secuestro («retención», según los abogados defensores) de tres gobernantes del Ministerio de Agricultura en el mes de marzo de 1999. Por otro lado, se veía el recurso anunciado contra la sentencia del «caso McDonald’s», que no prosperó más allá de que Bové insistió en que el local fue «desmontado», no «destruido».
Fanático opositor de la mundialización y candente defensor de una agricultura diversificada donde se respeten el medioambiente y la salud de los usuarios, José Bové reclama la «soberanía alimenticia». Ha propuesto la creación de un tribunal en todo el mundo de comercio, sin dependencia, que tome los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, siguiendo el modelo del Tribunal Penal Internacional (TPI). Personaje pintoresco para muchos, Bové es el símbolo mucho más aparente de esa «revolución» que, como todas y cada una, tiene a sus teóricos, en un caso así la autora francesa Viviane Forrester y su compatriota el sociólogo Alain Touraine.
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