La historia universal la cuentan las mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado quela humanidad, de un modo u otro,progrese.
(Rathfarnham, Irlanda, 1871 - Dublín, 1909) Dramaturgo irlandés, figura primordial del renacimiento literario irlandés de principios del siglo XX. Nacido en el seno de una familia protestante, se graduó en el Trinity College de Dublín. Estudió música en Alemania y después marchó a París, donde vivió pobremente a lo largo de ciertos años; en esa etapa se interesó por los prosistas del naturalismo francés, preparó ensayos de crítica literaria y compuso poemas de muy elegante factura, caracterizados por los acentos de profunda inocencia.
En París conoció a W. B. Yeats, poeta compatriota de el que le indujo a regresar a Irlanda y a inspirarse en la vida de los pobres campesinos y los pescadores de su tierra. En las Islas Aran, avanzadilla occidental del territorio irlandés eternamente batida por la lluvia y el viento, vivía desde los tiempos de Cromwell una colonia católica acogida allí para eludir las persecuciones. La contrariedad de las relaciones con la civilización, la dureza del trabajo preciso para la obtención de los pocos elementos procedentes del océano y de la dura roca y el espíritu conservador de aquellas gentes habían mantenido en aquel rincón de todo el mundo, aun a fines del siglo XIX, una suerte de pesado y ramplón dialecto no propiamente gaélico, sino más bien algo similar al lenguaje del periodo isabelino. Synge salió a vivir al lado de estos isleños; logró vencer su desconfianza y traspasar en su psicología y sus prácticas.
Tal experiencia dio sitio a múltiples proyectos teatrales: la parte en un acto A la sombra del valle (In the Shadow of the Glen, 1904), Jinetes hacia el mar (Riders to the Sea, 1904), La fuente de los beatos (The Well of the Saints, 1905) y en 1907, por último, El pillete del oeste (The Playboy of the Western World). La primera de ellas, A la sombra del valle, muestra a un viejo avaro que se finge fallecido para poner a prueba la lealtad de su joven mujer; poco tras su supuesta muerte llegan a la vivienda un vagabundo y un campesino, que instantaneamente comienzan a cortejar a la viuda y le ofrecen matrimonio. La mujer elige a entre los 2 pretendientes, y se pone a contar el dinero heredado y a realizar proyectos para el futuro; entonces el adulto mayor se levanta enfurecido y la echa del hogar. En este punto el público silbó la obra, por cuanto consideró exageradamente inmoral el accionar de la personaje principal.
La acción del drama en un acto Jinetes hacia el mar se lleva a cabo en una isla al oeste de Irlanda cuyos pobladores viven del comercio de caballos, que son llevados por mar a las ferias de la isla mayor, a la que, no logrando atracar las naves, llegan asimismo a nado. En una vivienda viven la vieja Maurya, sus 2 hijas, Nora y Catalina, y Bartley, el único hijo superviviente; la anciana vió ocultar, uno tras otro, a todos y cada uno de los hombres de la familia, fallecidos en el mar. Del penúltimo hijo, Miguel, se han encontrado exactamente las ropas en el lejano norte, en el mar que lo ha tragado.
Llega el instante en que Bartley debe hacerse a la mar, y la madre, más allá de que ignora la desaparición de Miguel, trata por todos y cada uno de los medios de impedírselo. Las jóvenes hermanas, por contra, conocen la desaparición de Miguel, pero saben asimismo que "la vida de los jóvenes está en el mar", y no procuran detenerlo. Bartley parte, y a Maurya se le hace aparición el fantasma de Miguel, que le comunica con anticipación la desaparición de su último hijo. Maurya evoca entonces desgraciadamente todas y cada una de las muertes a las que ha asistido, y particularmente la de su hijo Patch. La puerta de la vivienda se abre y, como en un tiempo le trajeron el cuerpo de Patch, le llevan en este momento el de Bartley, seguido por hombres y mujeres del pueblo.
En este punto la catástrofe llega a su catarsis: tantas muertes vió la anciana en su historia que el pensamiento de que esta es la última le sirve de consuelo. Cuando el mar se agite por la borrasca y las otras mamás velen intranquilas, ella va a poder descansar por fin en paz: "Voy a tener en este momento un enorme reposo, y, precisamente, ya iba siendo hora". Jinetes hacia el mar es un drama de vida primitiva, no vacía de cariños pero atávicamente acostumbrada a la resignación, de gente para la que la desaparición en el mar es alguna de las muchas penas del vivir. Al asistir a sentimientos elementales, Synge dio en esta obra lo que fue llamado (Marriott) el mayor drama en un acto de los tiempos modernos. "Como una sinfonía, no enseña ni prueba nada", ha dicho exactamente el mismo creador. Su sentido trágico se logra con sencillos expresiones y con la austeridad habitual que Synge confirmaba que conseguía empleando únicamente expresiones oídas a los pescadores y a la multitud del pueblo.
La fuente de los beatos es una suerte de parábola en tres actos cuyos personajes principales son Martín Doul y su mujer María, 2 jubilados que mendigan su pan por las calles de cualquier condado de Irlanda. Ambos son feos como el pecado; pero como desee que los 2 son ciegos, cada uno de ellos piensa al otro de modo muy distinto a como es de todos modos. Martín piensa que su compañera es la mucho más hermosa mujer de todo el mundo, y ella, por su lado, piensa en su compañero como en un auténtico Romeo. Sucede que un día un hombre santurrón les hace recuperar la visión a través de el agua de una fuente prodigiosa. A partir de ese momento tienen la posibilidad de verse como son en la espantosa situación. Y es tan enorme su decepción que a lo largo de múltiples días no dejan de reñir, hasta el momento en que se apartan sin promesa de regresar a hallarse.
Martín Doul trabaja en lugar de soliciar limosna, pero su sueldo es irrisorio; recuerda con tristeza el tiempo pasado y un óptimo día se percata de que su curación fué sino más bien un engaño. Habiendo nuevamente quedado ciego, tiene la enorme suerte de regresar a localizar a su mujer María, ciega nuevamente asimismo. Poco a poco procurarán actualizar el sortilegio de otrora, hasta llegar a la plena reconciliación, ya que eligen mil ocasiones "oír juntos el rumor de la brisa que contemplar siempre y en todo momento, separados uno del otro, este bajo planeta desapacible".
Combinación sutil de sátira, cuento y alegoría, la rica ambigüedad de esta obra acepta múltiples interpretaciones; no obstante, un tema primordial se impone: la alegría de ser ciego, tema que es tratado por Synge de la forma gastada y dolorosa que es frecuente en él. Maurice Bourgeois aseveró a propósito de este drama: "En esencia, esta obra es una suerte de acto de fe, cuyos términos aseguran la supremacía de todo el mundo mental sobre el otro. Nos exhibe al desvisto la profunda inclinación del temperamento irlandés a ofrecer paso en todas y cada una de las cuestiones a las solas facultades de la imaginación".
Al igual que A la sombra del valle, asimismo El pillete del oeste provocó una secuencia de manifestaciones, ya que la figura de su héroe parecía una sátira contra el carácter nacional. Su estreno en Dublín desencadenó horribles discusiones, singularmente entre nacionalistas y católicos, con lo que fue retirada instantaneamente. Pero, volviendo a ser representada tras pocos días, la extraña comedia ha podido comenzar su trayectoria triunfal y ser juzgada por los más destacados públicos de Europa como entre las mucho más hermosas y tradicionales comedias de siempre. En una ramplona hostería del condado de Mayo entra, jadeante y trastornado, un jóven llamado Christy. Tras las peticiones de los presentes y de la hermosa hija del hostelero, Pegeen Mike, Christy termina contando que unos pocos días antes, en una discusión que tuvo con su padre, le dio con una azada en la cabeza, matándolo. La gente de la hostería maldice al comienzo al desgraciado y quisiese llamar a la policía, pero entonces, impulsada por la innata admiración que hay en el corazón de todo irlandés por lo inusual, comienza a entusiasmarse con aquel tipo. El jóven es guapo y fuerte, y le agrada más que nada a Pegeen, que en el final, cediendo a sus súplicas, le da el lecho para la noche, más allá de la aparición de una viuda que deseaba llevarse consigo al jóven.
Predeterminado en la hostería, Christy se revela como buen corredor; gana muchas carreras pedestres, es vitoreado por el pueblo y alcanza a ser, en resumen, el ídolo del día. Pero en lo destacado de su triunfo hace aparición su adulto mayor padre, quien, con la cabeza vendada, vino para agarrar a su hijo y llevárselo a su casa tras una aceptable paliza. Al principio Christy procura escapar, pero entonces, enorgullecido por el cariño de Pegeen y por el favor habitual, afirma que probará al mundo entero que, si bien no había matado a su padre, es con la capacidad de llevarlo a cabo en este momento, y se lanza con una azada contra el viejo. Se oye estruendos de pelea, entonces un silencio de muerte. Todos, aun Pegeen, se horrorizan por su abominable acción. Mientras el homicidio fue tan solo un cuento, se podía contemplar a aquel jóven por haberlo realizado, pero en este momento que lo vieron con sus ojos entienden "la diferencia que hay entre un cuento bonito y la verdad de la vida".
Los hombres de la hostería cogen y anudan a Christy, y están a puntito de llevarle a la policía en el momento en que hace aparición de nuevo el viejo padre. Tampoco en esta ocasión su hijo había logrado ofrecerle muerte. El padre se transporta a casa, de una vez, a aquel embustero, y a Christy por el momento no le queda mucho más antídoto que obedecer. Padre y también hijo se van para regresar a su historia, y la pobre Pegeen, que ha perdido su dulce y esperado momento de amor y de ilusión, rompe en un quejido: "¡Uy de mí, uy de mí, he perdido para toda la vida a mi hermoso Pillete del Oeste!". La comedia es habitual no solo por el hecho de que dibuja la naturaleza irlandesa occidental, apasionado de las conversas, de las gracietas y de los buenos golpes, sino más bien asimismo por el charla de sus individuos: llamativa, llena de extrañezas, de peculiares confusiones, de fabulosas jocosidades. Hay en ella una amabilidad de técnica y de estilo que nos ten en cuenta que Synge, estudioso en París de decadentes y simbolistas, había aplicado después este estudio de el a realizar destacar el lenguaje sabroso y chistoso de los campesinos de su país.
Todos estos dramas dejan determinar a Synge como precursor de la literatura de pasiones elementales, candores y heroísmos que treinta años después resultaría propia de Norteamérica y también influiría en la narrativa de todo el planeta. Synge y Yeats asistieron a exactamente la misma fuente: la vieja alma de Irlanda, todavía íntegra en algunas opiniones y prácticas. No obstante, mientras que Yeats circunda a individuos y hechos en una atmósfera de sueño y en el mito, Synge se ajusta a un realismo crudo en el relato de los capítulos y reproduce el arcaico dialecto de las Islas Aran, que, no obstante, no traslada de forma directa a las páginas de sus proyectos, sino lo transfigura en un lenguaje particular, propio de viejos cantares, fabuloso y de cadencia musical.
El resentimiento de los patriotas irlandeses impidió la representación de la obra siguiente de Synge, Las bodas del estañero (The Tinkers Wedding, 1908), ramplona patraña de gusto isabelino. Poco antes de su muerte publicó, además de esto, un riguroso relato de su historia en las mentadas islas salvajes, Las Islas Aran (The Aran Islands, 1909), que alcanzó una enorme difusión. Póstumamente apareció su catástrofe incompleta Deirdre, la de los dolores (Deirdre of Sorrows, 1910).
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