John M. Coetzee

Vida y Biografía de John M. Coetzee

(Ciudad del Cabo, 1940) Escritor sudafricano en lengua inglesa. John Maxwell Coetzee nació en Ciudad del Cabo el 9 de febrero de 1940. Cuando tenía ocho años, su familia se trasladó a Worcester, en la provincia de Karoo, una región prácticamente yerma. Allí transcurrió su niñez.

Su identidad étnica jamás le resultó bastante clara: en su familia instantánea se charlaba la lengua inglesa, pero con otros familiares pesaba mucho más el lado afrikáner, de cuya cultura, no obstante, Coetzee se sentía alejadísimo. Su filiación religiosa no fue mucho más abierta, ya que su familia no era practicante, y a la confusión del niño se añadió el hecho de medrar con compañeros protestantes, católicos y judíos.

Su padre era letrado y, en el hogar, una figura cuya autoridad no en todos los casos era bienvenida. Con su madre, maestra de escuela, sucedía algo muy distinto: el niño Coetzee desarrolló en frente de ella un fuerte sentimiento de solidaridad, de mutuo acompañamiento, pero asimismo de repulsión y de culpa. «Él desearía que se comportase con ella como lo realiza con su hermano», escribió en Infancia, pero aclarando enseguida: «Sabe que se pondría furioso si ella comenzara a resguardarlo todo el tiempo». La niñez de Coetzee transcurrió en esos espacios apartados de la urbe y sus sofisticaciones.

Cuando debió seleccionar estudios universitarios, se decidió por la Universidad de Ciudad del Cabo. En 1961 acabó, con desenlaces inusuales, sus estudios de lengua y literatura inglesa y de matemáticas; esa doble especialidad determinó parte importante de su porvenir inmediato, ya que ese año viajó a Londres con la intención de hacerse escritor, y fue su trabajo como programador informático el que le dejó costearse la vida en la metrópolis del imperio.

Coetzee fue contratado, no bastante tiempo tras su llegada, por IBM, pero el exceso de trabajo y la rutina próximamente le resultaron inaguantables, y, después de abandonar su trabajo, ha podido dedicar mucho más tiempo a la proposición en que trabajaba, un examen crítico de Ford Madox Ford con el que consiguió, en 1963, su maestría en humanidades por la Universidad de Ciudad del Cabo. Dos años después subió dentro de un barco italiano con rumbo a Estados Unidos. Para ser precisos, su destino era Austin, Texas.

La predominación de Beckett

La Universidad de Texas sería su hábitat natural a lo largo de los años siguientes. Allí, entre múltiples trabajos filológicos, Coetzee escribió una disertación doctoral sobre la obra de Samuel Beckett; en la Sala de Manuscritos de la facultad halló los cuadernos en que Beckett había escrito la novela Watt mientras que se ocultaba de los alemanes a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. El hallazgo lo marcaría para toda la vida, y Beckett se transformaría en una de sus influencias mucho más conocidas.

Hubo otros encuentros, tan casuales como aquel: en la biblioteca halló las monografías del etnólogo alemán Carl Meinhof sobre lenguas sudafricanas como el hotentote. Eso le llevó a retroceder en el tiempo hasta localizar los inventarios lingüísticos hechos por viejos pasajeros y misioneros, entre ellos uno de sus antepasados: Jacobus Coetzee.

En 1968, en el momento en que se mudó a Buffalo para trabajar como instructor en la Universidad Estatal de Nueva York, Coetzee empezó la redacción de una suerte de genealogía o memoria familiar. El artículo terminó por transformarse en su primera novela: Dusklands. Para en el momento en que la publicó, en 1974, ahora había descuidado Estados Unidos, y llevaba un par de años ejercitando como instructor en la Universidad de Ciudad del Cabo. Ese puesto ocuparía la próxima década de su historia.

Durante ese tiempo, Coetzee escribió y prosiguió publicando con una regularidad asombroso, tal y como si se hubiese fijado plazos de tres años para sus novelas. En 1977 apareció En medio de ninguna parte; la influencia de la novela fue excepcional, y el Premio CNA, el mucho más respetado de todo el mundo literario sudafricano, fue para Coetzee una suerte de presentación en sociedad.

Entonces vinieron Esperando a los salvajes (1980), Vida y época de Michael K (1983) y Foe (1986). En ámbas primeras profundizó en la condición de su país, en la culpa de los blancos colonizadores y su viable expiación. Vida y época... ganó el Premio Booker, y situó a su creador en el ámbito mucho más extenso de la prosa en lengua inglesa. En Foe, hasta entonces, Coetzee revisitaba el mito de Robinson Crusoe, desde la perspectiva de una mujer que según Coetzee se encontraba en exactamente el mismo barco y que la novela de Daniel Defoe deja ajeno, y meditaba sobre el impulso «marginador» de los hombres.

Autor consumado

El Premio Fémina de novela extranjera de 1985 y el Premio Jerusalén de 1987 reafirmaron que Coetzee podía ser leído fuera del ámbito del colonialismo anglosajón. Mientras tanto, su situación académica se consolidaba, y en 1984 fue nombrado instructor de literatura general de la Universidad de Ciudad del Cabo.

Para entonces, Coetzee se había enfrentado con excelente resultados al enfrentamiento que parecía preocupar a sus críticos mucho más que a él mismo: ¿De qué forma generar una literatura comprometida con su tiempo y al unísono con la capacidad de integrar los complejos aspectos de la prosa posmoderna? Después del ensayo de Foe, Coetzee publicó su novela mucho más tradicional, La edad de hierro (1990), un artículo moroso de la literatura confesional, y El profesor de Petersburgo (1994), destinado a la figura de Fiodor Dostoievski. Con esta novela Coetzee saldó una vieja deuda -el escritor ruso se encuentra dentro de los diablos presentes en su literatura- y probó, de paso, que su trayectoria no se encontraba definida por adelantado: cada nuevo libro significaría un nuevo desvío.

El siguiente desvío fue Desgracia, novela con la que ganó en 1999 su segundo Premio Booker. Desgracia se distancia del estilo alegórico de otros contenidos escritos y emplea métodos que tienen la posibilidad de ser llamados realistas. La década de los noventa fue para Coetzee la década de la autobiografía. A pesar de sus 2 libros de memorias, Coetzee no se dejaría absorber por el remolino mediático.

En 2002 se mudó a Australia, y ejercitó desde ese momento como instructor de la Universidad de Adelaida. La novedad de que le había sido concedido el Premio Nobel de Literatura -poco tras la publicación de Elizabeth Costello- ocasionó una reacción doble en sus leyentes: de justicia, por el reconocimiento de la relevancia de su obra, y de preocupación, ya que Coetzee se vería obligado por vez primera a salir de su cobijo y ofrecer la cara frente a las cámaras. Era el segundo creador sudafricano en conseguir el galardón, y la Academia sueca resaltó la «brillantez y la sinceridad intelectual» del creador, tal como su «conciencia crítica».

Como sus libros, J. M. Coetzee hizo del aislamiento un valor. Su vida de novelista se mantuvo ajeno de los círculos sociales de la literatura; Coetzee redacta y trabaja en privado, y, al revés de las tendencias contemporáneas, se ha asegurado de que sus datos biográficos interesen menos que sus novelas.

Desde esa visión, ha realizado entre las proyectos mucho más sólidas de aquello que dió en nombrarse literatura poscolonial, si bien las etiquetas le importan poco: en sus novelas, la experiencia de su país, Sudáfrica, y la suya como hombre blanco en el territorio del apartheid, se han mezclado alegremente con el ejercicio de la crítica literaria, y han procurado no realizar del deber político el fetiche que es para muchos prosistas de territorios problemáticos. El hecho de que haya logrado prescindir de la publicidad, y al tiempo efectuar un cuestionamiento de las realidades del colonialismo equiparable al de Joseph Conrad, es el auténtico testimonio de su capacidad como artista y crítico popular.

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