John Fowles

La historia universal la cuentan aquellos hombres y mujeres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado quela sociedad, de una forma u otra,progrese.

Ya sea inspirando a otras personas o tomando parte de la acción. John Fowles es una de las personas cuya vida, en verdad, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de John Fowles es comprender más acerca de periodo preciso de la historia de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que tuvo John Fowles en la historia. La manera en que vivió y lo que hizo durante el tiempo que permaneció en este mundo fue decisivo no sólo para quienes trataron a John Fowles, sino que tal vez legó una huella mucho más honda de lo que podamosfigurar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a John Fowles en persona.John Fowles fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de John Fowles

(John Robert Fowles; Leigh-on-Sea, Essex, 1926 - Dorset, 2005) Escritor británico, entre los mucho más refulgentes narradores de su generación, cuya obra incluye novelas tan jaleadas como El coleccionista (1963) y La mujer del teniente francés (1969), llevadas respectivamente a la enorme pantalla por William Wyler y Karel Reisz.

John Fowles frecuentó las academias de Londres y la Universidad de Oxford (New College), por la que se licenció en francés en 1950. Durante un par de años enseñó en Francia y Grecia, y después en Inglaterra, donde abandonaría la enseñanza para ocuparse completamente a la carrera literaria. Su primera novela, El coleccionista (1963), conjugaba ahora 2 permanentes de su producción: una trama extravagante, a medio sendero entre la novela de intriga sicológica y el folletín, y una temática fundamentada en la confrontación entre opresión y vitalidad, en sus repliegues políticos, sociales y éticos, pero asimismo existenciales y literarios.

El coleccionista tiene como personaje central y eje de la acción a un antihéroe: Frederick Clegg, un funcionario sencillo, tímido, retraído y de pocas luces. Frederick nutre un amor irrealizable por una estudiante de preciosas artes llamada Miranda, que no ha reparado en él. Este trivial tema hubiese quedado recluído al planeta de los sueños inalcanzables de Frederick de no ser pues resulta afortunado con un premio gordito de la lotería.

Enriquecido de súbito, Frederick deja su mediocre empleo y consigue una vivienda de campo apartada, donde efectúa unas proyectos ahora con la iniciativa de sostener allí raptada a Miranda. Lleva a cabo su plan según lo tenía pensado: cloroformiza a la joven y la recluye en el sótano que había acondicionado. Frederick sabe que las diferencias sociales entre los dos y su falta de atrayente hacen irrealizable una relación de igual a igual, y opta por esa forma de dominio que compensa su asumida inferioridad.

La narración alterna el relato de Frederick y el períodico de Miranda, enamorada de todos modos de George Paston, un pintor mayor que ella y, en el fondo, tampoco bastante superior que Frederick, ya que semeja tratarse de un seductor sin bastantes escrúpulos. Los diálogos entre raptor y víctima entran a veces en el lote de la literatura y el psicoanálisis. En esta relación amo-esclava, Frederick mezcla la sórdida situación de un secuestro con sus espectros y sus desvaríos imaginativos de reprimido, y la joven retenida destila en su períodico sus pensamientos mucho más íntimos mientras que relativiza varios de los prejuicios que arrastraba. Finalmente, Frederick deja fallecer a Miranda, la sepulta en el jardín y se expone la oportunidad de buscar a otra chica para hacerle correr exactamente la misma suerte. La novela vio reforzado su éxito por la instantánea y refulgente adaptación cinematográfica de William Wyler.

No menos extravagante que El coleccionista fue su siguiente libro, The Aristos (1964), en el que Fowles recopila aforismos, apuntes y notas de una "filosofía personal" influida por el existencialismo francés, que abre la puerta a la mezcla de realismo y fantasía que se encuentra en su producción. Tal vena tiene su expresión mucho más racional en El mago (1966). Su personaje principal, Nicholas Urfe, admite el puesto de instructor de inglés en un instituto privado de Grecia, ubicado en una isla donde "reina" un enigmático multimillonario llamado Conchis, dueño de una finca cercana al instituto. El excéntrico personaje actúa como un genuino mago, convirtiendo la verdad frente a los ojos de un desorientado Nicholas, a través de inusuales puestas en escena. El joven instructor traba una amistad especialmente íntima con 2 muchachas que, de todos modos, son comparsas de los malabarismos de Conchis.

El desvelamiento de los artificios del mago, de los secretos que envuelven su personalidad y del turbio episodio de su actuación a lo largo de la ocupación alemana son otras tantas etapas que Nicholas debe sobrepasar en una especide de paseo iniciático. Pero ni lo logra enteramente ni sabe adónde va a conducirle la elucidación de esos secretos. Tras dejar la isla, y con esto aquel planeta a medias real y onírico, Nicholas vuelve a Londres y busca a su viejo amor, Alison, a la que había olvidado, absorbido por los embelecos de Conchis, el enorme manipulador, y por la seducción de las jóvenes a su servicio. Todo queda en el aire, y el supuesto sendero iniciático sostiene su inescrutable hermetismo.

La novela mucho más conocida de John Fowles es La mujer del teniente francés (1969). En 1867, en Lyme Regis, una pequeña ciudad portuaria inglesa, se genera el acercamiento entre Sarah Woodruff y Charles Smithson. Sarah es una muchacha institutriz a la que apodan en el pueblo "la mujer del teniente francés", por estimar que años atrás fue deshonrada por el teniente en cuestión; por tal razón está sola, condenada en una sociedad que rinde culto a las apariencias. Charles es un naturalista que recopila fósiles marinos y está prometido a la joven Ernestina Freeman, pero termina enamorándose de Sarah.

La pasión que nutre Charles es asoladora y tiene su conveniente marco en la naturaleza bravía en la mitad de la que se encuentra enclavado el pueblo: barrancos y rompientes y un mar tempestuoso, todo ello inmerso en una atmósfera húmeda y nublosa. Charles está presto a recortar sus vínculos sociales para vivir su amor con Sarah, pero ella desaparece. Finalmente la halla en Londres, donde Sarah vive con el poeta y pintor Rosetti. Ahora es una mujer que ha conquistado la independencia, que se ha emancipado, compañía irrealizable en el ruin ámbito de Lyme Regis. En estas novedosas condiciones Sarah sí podría admitir una vida a la vera de Charles, pero la repudia. La independencia transporta a que cada uno de ellos sea dueño de su destino, y en este momento que Sarah se convirtió en una feminista persuadida, no va a permitir que un hombre penetre en su territorio.

Este desengaño le sirve a Charles para hallarse a sí mismo, para apuntalar su individualidad y apoderarse la autoconfianza. Como fondo de esta historia de amores frustrados se despliega la sociedad de la era victoriana, y no faltan las alusiones a los formuladores de las considerables teorías de la temporada (Marx, Darwin) o a los escritores (Alfred Tennyson, Thomas Hardy). La novela no se restringe a reconstruir un periodo histórico, sino ofrece al lector medites de validez intemporal sobre la independencia y el cariño. En 1981 Karel Reisz firmó una elogiada traslación a la enorme pantalla que fue interpretada por Meryl Streep y Jeremy Irons.

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