Joel Coen

Vida y Biografía de Joel Coen

(Joel Daniel Coen; Minneápolis, Minnesota, 1954) Director de cine estadounidense. Realizador sin dependencia, durante su trayectoria intentó de realizar sus producciones ajeno de las fuentes de inversión comunes en la enorme industria cinematográfica. En 2008 fue premiado, adjuntado con su hermano Ethan, que acostumbraba a mostrarse como productor de sus películas, con los Oscar al mejor directivo, película y guion amoldado por No es país para viejos.

Es prácticamente irrealizable redactar una biografía de Joel Coen sin llevar a cabo incesante referencia a su hermano Ethan Coen (tres años menor), y al reves. Los hermanos Coen gozaron de una niñez apacible y feliz en el suburbio de St. Louis Park. Sus progenitores, Edward (instructor de economía en la Universidad de Minnesota) y Rena (enseñante de historia del arte en la Universidad Estatal de St. Cloud), intentaron a sus 2 hijos una educación sólida en valores, supuestamente extraña al submundo del delito diario que tan fabulosamente se retrataría en su filmografía.

Atraído por el cine desde muy temprana edad, Joel logró ahorrar alguna proporción de dinero a partir de recortar el césped de las viviendas vecinas, dinero que empleó en la adquisición de una cámara Súper-8. Joel y Ethan agradaban de amoldar razonamientos extraídos de las series. En estas ediciones, de manera frecuente concebidas en formato mediometraje, cooperaban sus amigos del vecindario.

No hay que menospreciar este periodo de capacitación autodidacta: sin límites de ningún género, lograron forjar un estilo especial y sólido. Y indudablemente el trabajo de esta época enseña el asombroso nivel del que varios años después sería su primer extenso film, Sangre simple. Debe tenerse presente que el soporte Súper-8 no es moco de pavo para el montaje, al no existir negativo. Es lógico que los hermanos acostumbraran a grabar los hechos del relato en orden cronológico, sin tiempos fallecidos entre situaciones ni derretidos largos: los fallos de raccord continuaban, conque debían reducirse al límite a lo largo del rodaje.

Tras terminar sus estudios secundarios en el Simon’s Rock Early College de Massachusetts, Joel se inscribió en el Instituto de Cine y Televisión de Nueva York, donde estudió cinematografía. Allí aprendió los misterios del desarrollo del montaje, que le abrió un insospechado horizonte de opciones. Tras un corto periodo como instructor en la Universidad de Nueva York, empezó a trabajar de asistente para grabes de terror de serie B. En sus momentos libres, ayudado por Ethan, escribía guiones por encargo. Esta actividad les dejó entrar en contacto a inicios de los años ochenta con Sam Raimi, que entonces se encontraba inmerso en la dirección de Posesión infernal, el día de hoy película de culto.

En 1980, Joel y Ethan han comenzado a redactar el guion de Sangre simple. Animados por el empuje de Raimi, eligieron buscar vías de financiación extrañas a las considerables productoras. Convencidos de su talento, realizaron una extendida lista de expertos liberales de Minnesota, Nueva York y Texas, y se ofrecieron como realizadores de avisos de publicidad para sus negocios en lugar de pequeñas proporciones a cuenta. La mayoría de abogados, médicos y directivos que cooperaron no llegaron jamás a leer el guion, tal es así que los hermanos Coen lograron desde el comienzo trabajar como mucho más les agradaba: sin imposiciones ni ataduras. Rodando en Austin, Texas, en cinco semanas tuvieron grabada la integridad del material.

Tras terminar la agotadora labor del montaje, se sumergieron en la búsqueda de un distribuidor. El único personaje con la capacidad de asumir el peligro que implicaba en 1984 la exhibición de un largometraje tan crudo y violento era Ben Barenholtz, emigrante polaco que había logrado sostener en Nueva York el Cine Elgin y a quien debían su fortuna profesional realizadores como George A. Romero o John Waters. Moviendo sus contactos, logró que la ópera prima de los hermanos Coen lograra el recibimiento que merecía.

Más allá de que Sangre simple era un caso de muestra magistral de cine negro, una de sus peculiaridades, como hiciese ver nuestro Joel, era que sus influencias no había que procurarlas en la filmografía del género, sino más bien en la novela negra. A diferencia de otros directivos independientes (Quentin Tarantino, por poner un ejemplo), los hermanos Coen no adaptaban clisés y estilemas genéricos al gusto de hoy, sino aportaban su especial visión a un razonamiento. Dejando de lado cualquier opinión artística, podría decirse que Tarantino era un revisionista perpetuo de la historia del cine de género, al tiempo que los Coen, en cambio, lo reinventaban.

Ese año Joel se casó con Frances McDormand, en verdad actriz fetiche de los Coen, intérprete hasta hoy de cinco de sus películas. Al poco tiempo adoptaron a un niño paraguayo llamado Pedro. Al año siguiente él y su hermano escribieron el guion de Ola de crímenes, apuntada por su amigo Sam Raimi. Convertidos en la mucho más pura (y envidiada) cristalización del ideal de independencia en el cine moderno, los hermanos Coen prosiguieron con el modelo de autofinanciación que tan excelente resultados les había dado.

Sus tres siguientes grabes repitieron éxito de crítica y les dejaron acrecentar un prestigio que al tiempo facilitaba las vías de ingreso. Arizona Baby (1987), Muerte entre las flores (1990) y la insolente Barton Fink (1991, Palma de Oro en Cannes) no hacían presagiar el único eslabón de su producción rodado con capital extraño. Y es que en 1993, el productor Joel Silver (artífice de sagas de acción de enorme éxito comercial, como Jungla de cristal, interpretada por Bruce Willis) les dio carta blanca para rodar una película de prominente presupuesto. El resultado, más allá de que formalmente inigualable, fue un trabajo flojo relacionado con los precedentes: El enorme salto. Joel y Ethan aprendieron la lección y se distanciaron para toda la vida de la tentadora caja registradora de las considerables productoras.

En 1996 llegarían al fin los Oscar, y justamente. Fargo, uno de sus grabes mucho más sólidos, se llevó siete nominaciones, que se concretaron en 2 estatuillas: una al mejor guion y otra a la mejor actriz, para Frances McDormand. Todo quedaba en familia. Aun siendo quizá su trabajo mucho más entretenido, El enorme Lebowski (1998) no fue apreciada por la Academia de Hollywood, lo que paradójicamente sí sucedería con la mucho más floja O Brother! (2000), largometraje que comenzaba un periodo de determinada caída. Ni El hombre que jamás estuvo allí (recordado por varios por su fenomenal fotografía en blanco y negro y por la morbosa presencia de una joven Scarlett Johansson), ni la amable comedia Crueldad inaceptable (2003), con desafío interpretativo entre George Clooney y Catherine Zeta-Jones, ni The Ladykillers (2004) se aproximaban al nivel de sus mejores trabajos. Por fortuna, las cosas próximamente volverían a su cauce.

Tras el templados recibimiento que el público dispensó a The Ladykillers, Joel y Ethan eligieron efectuar la primera adaptación literaria de su trayectoria. La novela elegida fue No es país para viejos, del colosal Cormack McCarthy, un creador bien difícil que desde razonamientos supuestamente propios de la literatura de género urdía cuentos de composición bien difícil de aprender. Lo es cierto que el huraño McCarthy, prácticamente un fantasma que vivía retirado de cualquier género de vida popular y rehuía las entrevistas, tuvo la deferencia de conocer a los hermanos Coen a lo largo del rodaje.

El trabajo de la adaptación no consistió tanto en una “reconversión” del artículo como en su condensación. Joel y Ethan reconocerían que la novela era tan buena que su labor se redujo, sencillamente, a deshacer material para representar la acción del modo mucho más fácil viable. Extensas unas partes del guion fueron copia así. El resultado: la mejor producción del dúo desde El enorme Lebowski, y de las mejores películas de la década. Dejando de lado el inusual reparto en el que relucía con luz propia un secundario que no lo era tanto (Javier Bardem), el estilo narrativo del largometraje logró transparentar la esencia de una novela tan complicada como alguno de las escritas por McCarthy. Esta vez, Hollywood se acordó de No es país para viejos en su liturgia de forma anual concediéndole 4 Oscar: mejor directivo, mejor película, mejor guion amoldado y mejor actor secundario (Bardem).

Años tras Sangre simple, Joel Coen y su hermano proseguían representando un ideal artístico y profesional de beneficiada congruencia. A pesar de que las adversidades de financiación les impedían aún llevar a buen puerto algún que otro emprendimiento (como la ambiciosa To the White Sea, terminantemente dejada), proseguían en la brecha. Su siguiente trabajo, Quemar tras leer, se favoreció de un reparto estelar: Brad Pitt, Tilda Swinton, John Malkovitch y los comunes George Clooney y Frances McDormand. De hecho fue esta última quien insistió en que la vida había tratado tan bien a su marido que éste no había crecido desde el instante en que realizaba los mediometrajes artesanales de su niñez. “La verdad”, reconocía Joel, “es que mi hermano y yo fuimos muy agraciados. Hacemos lo que hemos elegido llevar a cabo, y lo hacemos como deseamos. A ocasiones las cosas semejan mucho más un juego que un trabajo. Estamos muy a gusto; quizá de ahí que somos un tanto pequeños.”

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