Ya sea inspirando a otros o tomando parte de la acción. Joaquín Torres García es uno de esos sujetos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestro interés por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Joaquín Torres García es conocer más acerca de un periodo concreto de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que detentó Joaquín Torres García en la historia. La manera en que vivió y lo que hizo durante el tiempo que estuvo en el mundo fue determinante no sólo para las personas que frecuentaron a Joaquín Torres García, sino que a caso dejó una señal mucho más profunda de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Joaquín Torres García de forma personal.Joaquín Torres García fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Las biografías y las vidas de personas que, como Joaquín Torres García, cautivan nuestra atención, tienen que ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Joaquín Torres García, porqué Joaquín Torres García vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inexorable, la historia.
Vida y Biografía de Joaquín Torres García
(Montevideo, 1874 - 1949) Pintor uruguayo, considerado entre los artistas uruguayos con mayor proyección en todo el mundo. En su juventud, Torres García se había movido a España adjuntado con su familia. En Barcelona se integró en el conjunto de intelectuales catalanes dirigidos por el pensador Eugenio D´Ors, quien confirmaba que Cataluña se encontraba llamada a seguir en el siglo recién empezado la tradición tradicional y humanista de la civilización mediterránea, reanudando las formas y también ideas de la antigüedad griega. Imbuido de estas proposición, Torres García pintó en el salón de San Jorge de la Diputación de Barcelona múltiples murales, el día de hoy desaparecidos, que representaban imágenes de una mítica Arcadia con figuras humanas de porte tradicional.
Su casa de entonces, Mon Repòs (en Terrassa, cerca de Barcelona), indicaba asimismo la predominación griega en la arquitectura y en los murales que él había pintado en sus habitaciones. En los primeros años del siglo XX cooperó con el arquitecto catalán Antonio Gaudí en la realización de vitrales para el templo de la Sagrada Familia. Sin embargo, según cuenta Torres García en el libro Historia de mi vida, Gaudí no supo apreciarlo como artista, aconsejándole que se dedicase a la docencia. En 1910, por encargo oficial, pintó los cuadros del pabellón uruguayo de la Exposición Internacional de Bruselas.
A partir de 1915 empezó a presenciar la predominación de las vanguardias, al paso que conocía a pintores renovadores como Barradas, Robert Delaunay, Piet Mondrian y Theo Van Doesburg, entre otros muchos. Viajó a Nueva York, donde lo invadió el ritmo vibrante de la región; después estuvo en París y después en La capital de españa. En esos años de viajes fue dando forma a su iniciativa artística: el universalismo constructivo. En 1930 creó en París la gaceta y el conjunto Cercle et Carré al lado de otros artistas, con los que efectuó ciertas publicaciones y organizó entre las exposiciones de arte preciso mucho más esenciales de la temporada. Por ese momento ahora exponía sus cuadros en galerías importantes de París.
En el momento en que regresó a Montevideo en 1934 ahora tenía clara cuál era su misión y cuál sería su mensaje: hacer una escuela de arte en el sur de América. A partir de entonces creó la Asociación de Arte Constructivo (1935), publicó la gaceta Círculo y Cuadrado (1936-1943), dio varias hablas y charlas, dictó clases en la facultad y en el SODRE y al final, en 1944, creó el Taller Torres García. Trabajador incansable, no dejó jamás de colorear y efectuó varias exposiciones, al paso que expresaba sus ideas en múltiples libros sobre arte y estética, como Estructura (1935), Universalismo constructivo, contribución a la unificación del arte y la civilización en América (1944) y Mística de la pintura (1947).
Torres García definió su pintura como una área estructurada en sección áurea, donde todas y cada una de las partes se relacionan entre sí y con el todo. El rechazo de la visión y la utilización de la bidimensionalidad, que evocan las formas del arte primitivo y egipcio, hacen más fácil la entendimiento de su mensaje plástico. Para Torres García el arte no debe copiar la naturaleza, pero tampoco debe negarla. Los pictogramas que pueblan sus pinturas recrean el planeta: el pez (la naturaleza), el triángulo (la razón), el corazón (los cariños), el hombre y la mujer. Sus símbolos son permanentes y simples de decodificar, ya que el pintor procuró un arte eterno, que no renegara del pasado, intentando de hallar imágenes que trascendieran las temporadas. Entre sus cuadros, varios de ellos premiados, tienen que mentarse Un puerto (1941), Naturaleza fallecida (1941), Mentón (1944) y Sala de espera (1946).
Desde sus inicios, concurrieron al Taller Torres García jóvenes que deseaban estudiar los principios del constructivismo y ciertos artistas ahora reconocidos en el medio, como Carmelo de Arzadun, quien ensayó por un corto periodo la pintura estructurada que platicaba el profesor. En el Taller Torres García se exploraron distintas técnicas, entre ellas cerámica, tapicería y pintura mural. El arte, según pensaba Torres García, había de estar que viene dentro a la vida: siguiendo este principio, pintó con diecinueve de sus estudiantes siete murales al óleo en el pabellón Martirené del hospital Saint Bois de la ciudad más importante uruguaya. Estos murales han corrido diversa suerte: ciertos están muy estropeados, otros se perdieron y otros fueron recuperados y están en el Museo Torres García de Montevideo.
A la desaparición del artista, en 1949, sus estudiantes mucho más próximos siguieron con la publicación de la gaceta Removedor, construída en 1945, y sostuvieron la actividad de su taller, que se cerró en 1967. Si bien sostuvieron las premisas básicas enunciadas por el profesor, sus acólitos procuraron idiomas pictóricos particulares. Entre los mucho más relevantes están Augusto y Horacio Torres (sus hijos), Francisco Matto, José Gurvich, Manuel Pailós, Gonzalo Fonseca, Uruguay Alpuy, Edgardo Ribeiro, Manolo Lima, Alceu Ribeiro y Jonio Montiel. Varios de estos artistas vivieron largos años en el exterior, como Fonseca (radicado en Nueva York) y Alpuy (en París).
La predominación de Torres García ha rebasado las fronteras uruguayas; el conjunto Madi, fundado en 1946 en Buenos Aires, o la asociación Arte Concreto Invención, dirigida por Tomás Maldonado asimismo en la ciudad más importante argentina, lo reconocieron como guía.
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Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son decididamente determinantes, ya que perfilan la diversidad, y en el tema de la vida de alguien como Joaquín Torres García, que tuvo su trascendencia en un momento histórico concreto, es fundamental intentar ofrecer una visión de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.
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