La historia de la civilización la cuentan aquellas mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han originado quela sociedad, de una forma u otra,progrese.
Ya sea inspirando a otros o formando parte de la acción. Jennifer Capriati es uno de esos seres humanos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Jennifer Capriati es comprender más acerca de una época concreta de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la trascendencia que tuvo Jennifer Capriati en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo mientras estuvo en este mundo fue determinante no sólo para las personas que trataron a Jennifer Capriati, sino que a lo mejor dejó una señal mucho más honda de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Jennifer Capriati de forma personal.Jennifer Capriati ha sido una de esas personas que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Comprender lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Jennifer Capriati, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa sustancial para que podamos apreciar no sólo la existencia de Jennifer Capriati, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Jennifer Capriati, personas a quienes de un modo u otro Jennifer Capriati influyó, y desde luego, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Jennifer Capriati.
Las biografías y las vidas de personas que, como Jennifer Capriati, seducen nuestra curiosidad, tienen que valernos siempre como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Jennifer Capriati, porqué Jennifer Capriati vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Nueva York, 1976) Tenista estadounidense, una de las considerables figuras del circuito profesional desde su precoz debut en 1990 hasta su determinante retirada en 2004. Jennifer Marie Capriati nació el 29 de marzo de 1976 en Nueva York, si bien después residiría en la población de Wesley Chapel, en el estado de Florida. Creció en el seno de una acomodada familia, formada por Stefano Capriati, multimillonario de ascendencia italiana, su mujer Denise, de la que se divorciaría en 1995, y por el único hermano de Jennifer, Steve, el primogénito. Fue entrenada desde pequeña por su padre y por el técnico Karen Burnett, quien desde 2000 compartiría las funcionalidades con el hermano de Jennifer, que se transformó en el primordial acompañamiento para ella en los instantes de crisis y ostracismo.
Una profesional de trece años
A los trece años por el momento no tenía contrincante en las categorías inferiores, con lo que, el 5 de marzo de 1990, con trece años y once meses, logró su debut como profesional en Boca Raton, donde derrotó a la número diez de todo el mundo, Helena Sukova, y alcanzó la final, que perdió frente a una muy joven Mónica Seles. Aquel año dio ahora la campanada alcanzando las semifinales de Roland Garros, con solo catorce años y un par de meses, y de Wimbledon. Ganó, además de esto, su primer título como profesional: el Torneo de Puerto Rico. Terminó la temporada encaramándose en el top ten mundial, con catorce años y 235 días, novedosa plusmarca histórica.
En 1991, tras hallar un contrato promocional de cinco millones de dólares estadounidenses, confirmó su trayectoria ascendiente con la consecución de tres títulos. En 1992, con solamente dieciséis años, brincó a las portadas de los medios especialistas como campeona individual en los Juegos Olímpicos de Barcelona, donde en la final derrotó a la encumbrada Steffi Graf. Aquel año marcó un nuevo récord de precocidad al hallar un millón de dólares estadounidenses en ganancias, con dieciséis años y tres meses.
La caída de la pequeña prodigio
En 1993 comenzaron sus devaneos juveniles con fiestas nocturnas al máximo, con lo que solo ganó un torneo, el de Sydney, más allá de que de enorme importancia en el circuito. Así, con diecisiete años, entre 1993 y 1995, padeció un genuino suplicio personal: a inicios de diciembre de 1993 fue detenida en Tampa, acusada de substraer de una joyería 2 anillos de poco valor, acto por el que solo fue multada. La fotografía policial que acompañó a aquel hecho mostró a una Jenny, como es famosa entre sus íntimos, hinchada y de expresión vacía.
Entonces abandonó completamente el tenis y siguió con su desmandada vida de pequeña multimillonaria rebelde, hasta el momento en que en el mes de enero de 1994 fue internada en una clínica siquiátrica, donde se procuró en balde que recuperara su equilibrio afectivo. De nuevo en la calle, no se separó de sus peligrosas amistades, y en el mes de mayo de aquel mismo año fue detenida por tenencia de mariguana y de cocaína en un hotel de Coral Gables, con lo que fue internada a lo largo de veintitrés días en el centro de rehabilitación Monte Sinaí, en Miami.
Así ya que, Jennifer Capriati dejó de ser la pequeña prodigio y la «novia de Estados Unidos» (el país veía en ella a la sucesora de la enorme Chris Evert) y pasó a desvincularse completamente del tenis; la joven promesa aseguró que no podía soportar la presión incesante de su progenitor. En el fondo, según los psicólogos, la «pobre pequeña rica» se sublevó contra el sistema de vida que le habían impuesto y también procuró recobrar de manera equivocada la adolescencia que le había robado su absoluta dedicación al tenis, a las órdenes, y jamás explicado de otra forma, de un ambicioso padre, con quien no obstante salió a vivir en el momento en que en 1995 éste se divorció de su madre.
El retorno a las pistas
En 1996 la madre de Jenny se sumó, de manera absoluta y definitiva, al conjunto de acompañamiento, y de a poco logró que la joven, que en su día confesó que próximo estuvo de suicidarse, recuperara la autovaloración. En enero de aquel año, los psicólogos y entrenadores consideraron que se encontraba lista para regresar a las pistas. Lo logró nuevamente a través de un escarmentado padre, pero con la supervisión del vecino y amigo de éste Harold Solomon, ex- tenista que había sido una figura de la tierra batida.
Aquella temporada de 1996 y ámbas siguientes sirvieron a fin de que retomara el pulso al circuito y observara la manera de jugar de las figuras emergentes, cuyo estilo de juego poco debía ver con el que ella había practicado. Si Seles fue con la capacidad de regresar, asimismo ella podía llevarlo a cabo. Aunque en esas 2 primeras temporadas no logró título alguno -cayó alén de los cien primeros puestos del top-, de a poco fue recobrando su forma física y su ritmo de juego, forjándose además de esto en el gimnasio una constitución física de enorme musculatura y capacidad, copiada indudablemente del modelo que comenzaban a imponer las hermanas Williams (Venus y Serena Williams), que a la postre se transformarían en sus primordiales oponentes, al lado de la suiza Martina Hingis.
En 1999 dio muestras ahora de su restauración adjudicándose los campeonatos de Estrasburgo y de Québec y alcanzando la segunda ronda del Open de Australia y de Wimbledon y la cuarta de Roland Garros. En el Open de Estados Unidos sorprendió en la rueda de prensa tras ser eliminada en octavos de final por Seles: leyó una carta donde solicitó perdón al mundo entero, singularmente a los jóvenes, por su turbulento pasado. Estos desenlaces le dejaron terminar la temporada entre las primeras 25 de todo el mundo, la vigésima tercera, en concreto. En 2000 marcó un punto de cambio tras lograr la final del Open de Australia.
En 2001 sorprendió a propios y extraños al ganar sus 2 primeros campeonatos del Grand Slam: el Open de Australia, donde suprimió a tenistas renombradas como Mónica Seles, Lindsay Davenport y Martina Hingis, a la sazón número uno, y el Roland Garros, donde se deshizo de la nuevo belga Klim Clijsters, por un apretado 1-6, 6-4 y 12-diez, en el que fue el equipo mucho más largo en la historia del torneo parisiense. Fue, además de esto, semifinalista de los otros 2 enormes: Wimbledon y Open de Estados Unidos. A estos éxitos, sumó su triunfo absoluto en el Torneo de Charleston.
La restauración de la estrella
El 15 de octubre de 2001 alcanzó por vez primera, si bien de manera fugaz, la situación de número uno del top de la WTA, transformándose en la novena mujer en lograrlo desde el momento en que se implantara este sistema en la temporada de 1975. Además, la reconocida gaceta Sports Illustred la escogió mejor deportista mundial del año adjuntado con el ciclista Lance Armstrong, ganador de su tercer Tour consecutivo.
Por su lado, la agencia Efe fue mucho más allí y la nominó mejor deportista absoluta de 2001. «Me siento muy orgullosa de ser con la capacidad de regresar tras todo cuanto sucedió en mi vida, de gozar nuevamente con el tenis y de jugar bien. Creo que esto revela que cualquier persona puede corregir y que jamás es tarde para lograr tus sueños», manifestó en la distribución del primero de esos premios.
A fines de aquel año, y en otro orden de cosas, recobró su independencia sentimental tras romper con el tenista belga Xavier Malisse, con el que había mantenido una relación que duró solamente año y medio. El 29 de enero de 2002, tras conseguir su segundo título consecutivo en el Open de Australia frente Hingis, recobró la situación de número uno de todo el mundo, desbancando a su compatriota Davenport y, más que nada, a su eterna contrincante, la suiza Martina Hingis, si bien más tarde se vería superada por Venus Williams, vencedora del Open de Dubai.
Su enorme sueño, mientras que cultivaba nuevamente su afición por la lectura de literatura anglosajona y por la música, era no colgar terminantemente la raqueta hasta el momento en que hubiese logrado los 4 títulos del Grand Slam en un mismo año, con lo que inscribiría su nombre en la única galería de las legendarias Maureen Connolly (1953), Margaret Smith Court (1970) y Steffi Graf (1988).
Charlar de Jennifer Capriati sin nombrar su pasado carecería de sentido. El pasado de Jennifer, tras una adolescencia y primera juventud marcadas por un modo de vida anárquica, es el triunfo de la fuerza de intención, la encarnación del mito con pies de barro que se desmorona inútil de digerir su estatus pero que reaparece nuevamente para recobrar su imagen de manera fuerte y, al tiempo, con la solidez de quien ha conocido estudiar de sus fallos.
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Es cierto que descubrir en lo más recóndito a Jennifer Capriati es algo que se reserva a pocas personas, y que pretender recomponer la persona que fue y el modo en que vivió la vida de Jennifer Capriati es una suerte de puzzleque posiblemente podamos rehacer si cooperamos juntos.
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Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son en todos los casos esenciales, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de un ser como Jennifer Capriati, que tuvo su relevancia en un momento histórico concreto, es esencia intentar brindar una visión de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.
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