Jean de La Fontaine

La historia del mundo la narran las mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela civilización, de un modo u otro,avance.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que atesoró Jean de La Fontaine en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo durante el tiempo que permaneció en la tierra fue decisivo no sólo para quienes frecuentaron a Jean de La Fontaine, sino que quizá dejó una huella mucho más honda de lo que logremosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Jean de La Fontaine personalmente.Jean de La Fontaine fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Jean de La Fontaine, seducen nuestra curiosidad, deben valernos siempre como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Jean de La Fontaine, el motivo por el cual Jean de La Fontaine vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Jean de La Fontaine

(Château-Thierry, Francia, 1621 - París, 1695) Poeta francés cuya popularidad hay que a sus 12 libros de Fábulas, consideradas modelo del género.

Jean de La Fontaine nació en una familia acomodada: era el hijo mayor de un asesor del rey solicitado de la almacena de dominios forestales y de caza. A su llegada a París, en 1635, fue novicio en una orden religiosa en el transcurso de un año y medio y después prosiguió estudios de derecho. En 1652 adquirió el cargo de profesor especial trienal de Aguas y Bosques y en 1658 heredó de su padre otros 2 semejantes. El ejercicio de sus funcionalidades le dio ocasión de ver la vida rústica y le dejó consagrarse a las letras al tiempo.

En 1654 dio a comprender una adaptación de la comedia de Terencio, El eunuco, que le valió los favores del ministro de Finanzas Nicolás Fouquet, a quien en 1658 dedicó su poema Adonis, inspirado en Ovidio, y al que de ahora en adelante dio madrigales, sonetos y otros versos en lugar de su mecenazgo. También estuvo encargada de la gloria de su asegurador Le Songe de Vaux, manifestación de la estética galante que quedó interrumpida por la caída en desgracia de Nicolás Fouquet en 1661.

Detenido Fouquet, La Fontaine le manifestó su acompañamiento construyendo la Elegía a las ninfas de Vaux como una suerte de apelación apuntada al rey Luis XIV. Privado de acompañamiento y tras una temporada en el exilio, procuró un nuevo asegurador en la persona del duque de Bouillon. Frecuentó los salones y al tiempo estableció contactos con los medios jansenistas. Los años de 1660 fueron los mucho más productivos de su historia literaria. En 1665 publicó sus primeros Cuentos, inspirados en autores como Boccaccio o La Salle, cuyas historias alteró claramente, y en 1668 sus primeras Fábulas. Obtuvo un veloz éxito, en parte por el escándalo generado por el carácter licencioso de sus Cuentos, que prontísimo fueron censurados y cuya difusión se prohibió.

Todavía mayor popularidad consiguió, no obstante, con sus Fábulas, grupo de narraciones en verso protagonizadas por animales que actúan como seres racionales, y cuyo propósito es sugerir una enseñanza ética. Inspiradas en las fábulas tradicionales y dotadas de un agudo sentido del humor, fueron agrupadas en 12 libros y publicadas entre 1668 y 1694. Las Fábulas forman exquisitas comedias y dramas en miniatura, con individuos fantásticamente caracterizados, escritas en un lenguaje de enorme naturalidad y fluidez expresiva; mediante ellas legó a la posteridad una visión irónica y un poco incrédula de la sociedad.

En los años siguientes publicó la novela Psyché, el poema mitológico Clymène y otros poemas. Al mismo tiempo que escribió estas proyectos profanas, de manera frecuente galantes, en ocasiones licenciosas, compuso y publicó proyectos de carácter espiritual como La Captivité de saint Malc y Recueil de poésies chrétiennes, con lo que se manifestó como entre los autores mucho más fértiles de su temporada, cosa que la tradición dejó algo de lado, al no admitir mucho más que las Fábulas y, accesoriamente, los Cuentos.

Tras haber gozado de los consecutivos mecenazgos de la duquesa de Orléans y de Madame de La Sablière, se incorporó al círculo de protegidos de Madame de Montespan, al lado de Jean Racine y Nicolás Boileau. Los tres formaron el núcleo del partido de los tradicionalistas en la demanda de "viejos y modernos" que se comenzaba a gestar en ese instante. Por esos años, La Fontaine realizó su segundo compendio de Fábulas y publicó los libros del VII al XI de esta obra en 1678 y 1679. También procuró, pero sin éxito, imponerse en la producción teatral. En 1683 fue escogido integrante de la Academia Francesa. En 1682 y 1685 dio a la imprenta nuevos compendios de poesías, y prosiguió entonces haciendo un trabajo en sus últimas Fábulas, publicadas en 1694.

Las Fábulas

La fábulas de La Fontaine se reúnen en 12 libros. Los seis primeros, que poseen 124 fábulas, fueron publicados en 1668; los cinco siguientes (89 fábulas), en 1678-79, y el último (27 fábulas), en 1694. Su título exacto, Fábulas elegidas y puestas en verso, afirma ahora el intento del creador: ofrecer forma poética a las mejores creaciones de los profesores viejos (el heleno Esopo y el latino Fedro) y de otros autores modernos. Al comienzo de la obra, La Fontaine traza una biografía un poco fabulosa del inventor del género, Esopo.

El fin de la fábula siempre y en todo momento es el de educar: el creador lo recuerda de forma frecuente, aseverando al unísono su intención artística, al declarar que abre un nuevo sendero, el de la fábula poética. La fábula, que para los humanistas italianos (Bevilacqua, Faerno) y para los franceses del siglo XVI (Haudent, Guéroult) era un género inferior, consigue con La Fontaine la excelencia de los viejos, con un mucho más acusado carácter artístico, abandonando la excesiva brevedad de Fedro. Dejándose llevar por su gusto por la narración, La Fontaine reúne en sus fábulas este amor al relato con la responsabilidad ética y con la sin limites pluralidad de fundamentos.

Los primeros seis libros respetan prudentemente los modelos y las formas habituales, con descarnados apólogos al principio ("La cigarra y la hormiga"); mucho más adelante, trata los razonamientos poco a poco con mayor independencia, tal es así que los viejos temas resultan transformados y renovados, en ocasiones con gusto de cuento ("La joven viuda"). La Fontaine satiriza la vanidad y la envidia y lamenta la maldad humana ("El león viejo"). En general, la suya es una ética de la experiencia, llevada con la sosiega aceptación de una situación donde domina el mal, y que impone la prudencia y la astucia, sin excluir el cariño y la piedad. Los animales se muestran como los ha fijado la tradición fabulista: no en todos los casos reales según la ciencia, pero siempre y en todo momento vivos.

El recurrente empleo del verso libre, la rica pluralidad de la lengua, el acento personal, lírico, transforman ahora en una auténtica y novedosa creación esta recopilación primera. Pero la plenitud artística se logra en la segunda (el último libro agregará ahora pocos méritos), donde el creador revela ser entre los mucho más auténticos y ricos versistas franceses. La fábula consigue amplitud de sátira política ("Los animales enfermos de peste"), demanda el egoísmo hipócrita ("El topo retirado de todo el mundo"), pronuncia expresiones de alta sabiduría ("La muerte y el moribundo") o se transforma en tierna elegía ("Los 2 pichones", "Los 2 amigos"). En ellas hace aparición un pensamiento mucho más maduro, una intransigencia mucho más viva frente a los vicios del hombre, un reconocimiento mucho más alto de los más destacados recursos (la amistad, el sentido humanitario), y una mucho más decidida distribución a lo lírico y lo fabuloso.

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