Jean-Baptiste Colbert

Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. Jean-Baptiste Colbert es uno de esos seres humanos cuya vida, en efecto, merece nuestra atención debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Jean-Baptiste Colbert es conocer más sobre una época concreta de la historia de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que tuvo Jean-Baptiste Colbert en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para quienes trataron a Jean-Baptiste Colbert, sino que a caso dejó una huella mucho más honda de lo que podamosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Jean-Baptiste Colbert en persona.Jean-Baptiste Colbert fue una de esas personas que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Comprender las luces y las sombras de las personas relevantes como Jean-Baptiste Colbert, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo fundamental para que seamos capaces de poner en valor no sólo la existencia de Jean-Baptiste Colbert, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Jean-Baptiste Colbert, gentes a quienes de de una forma u otra Jean-Baptiste Colbert influenció, y ciertamente, comprender y entender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Jean-Baptiste Colbert.

Vida y Biografía de Jean-Baptiste Colbert

Ministro del rey Luis XIV de Francia, exponente de la política mercantilista (Reims, 1619 - París, 1683). Su origen plebeyo y su eficacia burocrática llegaron a hacerle tan leal y también indispensable para el rey (que le nombró marqués de Seignelay) como detestado por la corte. Procedente de una familia de mercaderes, entró al servicio de la Administración real y en 1651 se transformó en secretario personal de Mazarino. Fue nuestro cardenal el que se lo aconsejó al rey, quien le nombró gobernador de Finanzas en 1661.

Entretanto, Colbert se había preocupado por irse realizando una fortuna personal con la administración de negocios extraños, mientras que amontonaba pruebas contra el superintendente Nicolás Fouquet, cuyo puesto ambicionaba; por último logró la caída de Fouquet y amontonó los puestos de superintendente de Construcciones y Manufacturas (1664), controlador general de Finanzas (1665), secretario de la Casa del Rey (1668) y secretario de Marina (1669). Ennobleció a su familia y la transformó en un clan que controlaba puestos claves de la Monarquía, incrementando de esta forma su poder y el odio que le tenía la nobleza.

A lo largo de su gobierno, Colbert terminó con la corrupción que había marcado la era de Mazarino y abrió un periodo de tiempo de prosperidad económica. Siguiendo en buena medida la línea política del cardenal Richelieu, creó y fomentó manufacturas; frenó las importaciones y también incentivó las exportaciones; edificó rutas, canales y puertos; impulsó el comercio creando compañías con participación estatal; amplió la flota; y puso las bases de la expansión colonial francesa en Canadá, las Antillas y Extremo Oriente.

Con todo ello transformó a Francia en la primera capacidad europea en el lote industrial, logrando una balanza comercial conveniente, que era como pensaba que cada país incrementaba sus reservas de metales hermosos y, por consiguiente, su riqueza, arrebatándosela a los países vecinos. Según las ideas del mercantilismo, esta política proteccionista y también intervencionista se encontraba destinada a hacer las bases económicas sobre las que reposaría la fuerza de la Monarquía; para llevar a cabo llegar la novedosa riqueza a las arcas reales, rehabilitó el sistema fiscal haciéndolo mucho más eficaz y racional.

El intervencionismo estatal no se limitó a lo económico: en parte importante hay que a Colbert la tarea de codificación del derecho, la uniformización administrativa creada por la figura de los intendentes, el mecenazgo real sobre las artes mediante la creación de Academias y la intensa tarea constructora del reinado de Luis XIV. Pero Colbert cometió asimismo fallos esenciales: no logró establecer la independencia en el comercio interior, sacrificó la agricultura (de la que vivían la mayoría de los franceses) a los intereses comerciales y la mayoría de las compañías que creó terminaron fracasando.

En un exceso de nacionalismo económico (ya que veía el comercio como «la guerra del dinero»), no vaciló en llevar la rivalidad comercial al lote de las armas, empujando a Luis XIV a la invasión de Holanda en 1672; aquella guerra fracasó frente a la tenaz resistencia de los holandeses y sus costos gravaron pesadamente las finanzas francesas.

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