Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. James Cagney es uno de esos seres humanos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de James Cagney es conocer más sobre época determinada de la historia del ser humano.
(Nueva York, 1904-1986) Actor estadounidense. Creció en el seno de una humilde familia de origen irlandés, en entre los distritos mucho más peligrosos de Nueva York, Yorkville. Desempeñó todo tipo de oficios para hallar pagarse los estudios, que debió dejar a la desaparición de su padre. Contratado como decorador de teatro, tuvo la posibilidad de debutar en el Music Hall, en 1919.
A lo largo de los años veinte intervino en comedias musicales, frecuentemente formando dueto con Frances Vernon, su mujer, y, a lo largo de cinco años, en proyectos tráficas en Broadway. Como otros muchos actores de su generación, llegó a Hollywood al tiempo que las películas habladas. El cine mudo había pasado a la historia y había llegado el tiempo de actores de manera fuerte en la voz y dinamismo físico.
Firmó, al tiempo que Bette Davis y Edward G. Robinson, un largo contrato con la Warner Bros, estudio en el que, tras una sucesión de papeles insignificantes, próximamente le llegó la popularidad incorporando al gángster Tom Powers en la inolvidable película de William A. Wellman El enemigo público (1931). Cruenta, dura y beligerante, la interpretación de Cagney fue inolvidable.
Pese a la desmedida crueldad del personaje, el público se sintió velozmente reconocido con el actor y solicitaba su participación en otros largometrajes. Entre 1930 y 1941, James Cagney interpretó 38 películas para la compañía de los hermanos Warner. Aunque la mayor parte se tienen la posibilidad de estimar dramas de acción y delito o comedias, de poco presupuesto y rápida producción, muchas de ellas se consideran actualmente genuinos tradicional del género negro, de gangsters o de acción.
Dio un vuelco a su trayectoria poniéndose del lado de la ley en Contra el imperio del delito (1935), de William Keighley. Cagney, criado por un estafador, se transforma en agente del F.B.I., en el momento en que un amigo es ejecutado por una banda de gangsters. Tres años después volvió a su lado natural, esto es, lejos de la ley, como querían sus seguidores, en la magistral Ángeles con caras descuidadas, de Michael Curtiz. Ruin y abyecto, Cagney es en esta película el género de gángster que se estilaba en la temporada, pero logrará la redención por medio de un final mítico: culpado a la silla eléctrica, admite el suplico de su viejo amigo el sacerdote y pasa por un cobarde a los ojos de esos jóvenes para los que no ha de ser un caso de muestra. Cagney, suplicando piedad a los pies de un policía, logró entre las mucho más magníficas interpretaciones de la historia del cine.
Volvió a estar magnífico en Each dawn I die (1939), de W. Keighley, en el papel de un periodista que, tras denunciar los chanchullos del fiscal del distrito, se ve víctima de un montaje que le transporta a la prisión. No menos magnífico estuvo en Los violentos años veinte (1939), de Raoul Walsh, donde interpreta a un veterano de guerra que, al regresar del frente, orgulloso de haber servido a su patria, está en la calle, sin trabajo y, prácticamente, sin sitio donde reposar. No va a tener mucho más antídoto que, al lado de un Humphrey Bogart despiadado y de poca templanza, hacer, a lo largo de los años de la seca prohibición, una red de distribución de Whisky. Se conquista pero es rechazado; procura redimirse, manejando un taxi, pero no le dejan. Otro actor no hubiese logrado ofrecer semejantes dosis de dramatismo, tal proporción de infortunio, como Cagney fue con la capacidad de prestar a su personaje.
Fue nominado en tres oportunidades al Oscar al mejor actor: en 1938 por Ángeles con caras descuidadas, en 1955 por Ámame o permíteme, edición donde lo logró, y en 1942, por Yanky Dandy, donde daba vida al compositor George M. Cohan. El largometraje le ofrecía a Cagney la posibilidad de desplegar sus gigantes talentos como artista y bailarín de talento, algo que la Warner no supo explotar en su tiempo.
Una serie de discusiones, siempre y en todo momento en torno al salario, con la Warner Bros, llevaron a Cagney a conformar, adjuntado con su hermano William, otrora asimismo actor, una pequeña y también sin dependencia productora, la Cagney Productions. Desgraciadamente, la firma no causó grabes bastante triunfantes, logrando que la United Artist (la compañía de Chaplin y Mary Pickford) distribuyera tan solo las tres primeras (El vagabundo, Sangre sobre el sol y The Time of Your Life), pero abrieron un sendero en la industria que otros varios no tardarían en continuar.
En 1949, Cagney volvió a la Warner Bros, y lo logró con una pieza maestra de Raoul Walsh, Al colorado vivo, donde interpretó a un gángster formidablemente violento con una clara fijación cerca de su madre. En esta ocasión, Cagney, bajo la magistral dirección de Walsh, llevó la imagen de gángster, de psicópata, hasta extremos de dificultad freudiana. Nunca el actor, en el papel de Arthur Cody Jarrett, estuvo tan profundo, eléctrico o arriesgado. En la increíble escena final, Cagney, antes de ser acribillado por la policía, chilla desde lo prominente de una torre en llamas: "Mira, madre, estoy en la cima de todo el mundo".
A lo largo de los años cincuenta, Cagney interpretó grabes donde incorporaba muy de forma frecuente individuos de villanos para diversos estudios cinematográficos y, esporádicamente, para su productora. Dirigió asimismo, en esta década, su único largometraje, Short Cut to Hell (1957), basándose en una novela del escritor británico Graham Greene. Desafortunado, no volvió a ponerse tras la cámara. Con anterioridad fue de nuevo dirigido, fabulosamente, por Raoul Walsh, en Un león en las calles (1953), en la que encarnó a un desequilibrado trotamundos que recala en una población de un estado del Sur, donde conoce a una profesora que da equilibrio a su historia, usa su don de gentes para erigirse en habitual político local y termina rindiéndose, de qué forma no, a las tentaciones corruptas que ofrece el poder.
John Ford le dirigió en un par de ocasiones y no exactamente en 2 buenas películas. Una de ellas no logró terminarla: Escala en Hawai (1955). Con Ford enfermo, debió ser terminada por Mervyn LeRoy. La otra fue El precio de la gloria (1952). Cagney estuvo magnífico aun en westerns, algo que parecía no ir bastante a sus peculiaridades físicas; un caso de muestra fue La Ley de la horca (1956), de Robert Wise, una extraña película donde Cagney, que tenía Irene Papas como compañera de reparto, encarnaba a un poderoso terrateniente presto a todo para preservar sus tierras.
Su adiós temporal de las pantallas vino tras una interpretación impactante en una pieza maestra de Billy Wilder, Uno, 2, tres (1961), donde da vida a MacNamara, un prominente ejecutivo de la Coca-cola en la Alemania del Este que debe afrontar la inopinada boda de la hija de su jefe (Pamela Tiffin) con un comunista obstinado (Horst Buchholz). Todo ello en la mucho más absoluta disparidad, con un ritmo endemoniado, permitido prácticamente en su integridad por la pasmante aptitud de James Cagney, en de los mejores papeles de su historia.
Solo la amistad de su vecino, el directivo Milos Forman, logró sacarle de su retiro, 20 años después, para intervenir en Ragtime (1981), según la novela de Y también.L. Doctorow, una bonita comedia, rica en ocasiones y individuos, que evoca la sociedad de norteamérica a principio de siglo. Cagney se encontraba ahora enfermo y solo la televisión le arrancó una exclusiva interpretación (Horrible Joe Morgan, 1984).
Sería irrealizable imaginar las películas de gangsters de los años treinta y la eficacia de la Warner Bros, en esa y resplandeciente década, sin la inestimable tarea de James Cagney. Él y sus individuos, todos diferentes pero todos con algo de su personalidad, transformaron las películas de la Warner en tradicionales del cine. El ritmo, la agilidad y vitalidad que imprimía a todas sus interpretaciones le recalcaron siempre y en todo momento como excelente actor.
¿Qué juicio te merece la vida de James Cagney? ¿Hallaste todo aquello que suponías que ibas a hallar?
Es cierto que conocer en profundidad a James Cagney es algo que está reservado a escasas personas, y que intentar reconstruir quién y cómo fue la vida de James Cagney es una suerte de enigmaque posiblemente alcancemos a rehacer si colaboramos todos juntos.
A causa de esto, si eres de aquellos que creen en que de modo colaborativo se puede hacer algo mejor, y posees información con respecto a la biografía de James Cagney, o acerca de algún particularidad de su figura u creación que no se contemple en esta biografía, te pedimos que nos lo hagas llegar.
Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son en todos los casos esenciales, ya que marcan la diferencia, y en el caso de la vida de alguien como James Cagney, que tuvo su significación en un momento histórico concreto, es fundamental tratar de mostrar una visión de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.
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