Ya sea inspirando a otras personas o siendo parte de la actuación. James Baker es una de las personas cuya vida, realmente, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de James Baker es conocer más acerca de una época concreta de la historia del género humano.
(Houston, 1930) Político estadounidense. Dirigió las campañas de presidentes de Gerald Ford (1976), Ronald Reagan (1980) y George Bush (1988 y 1992). Durante la presidencia de Ronald Reagan fue jefe del gabinete de la Casa Blanca y del Consejo Nacional de Seguridad (1981-1985), y, después, secretario del Tesoro. Propuso al FMI una plan de contribuye a los países del Tercer Mundo para llevar a cabo en frente de la deuda externa (Plan Baker). Posteriormente fue nombrado secretario de Estado (1989-1992) por el presidente George Bush. Desde 1997 fue el enviado personal del secretario general de la ONU, Kofi Annan, para el enfrentamiento territorial del Sahara Occidental, cargo que ocupó hasta 2004.
Hijo y nieto de insignes abogados, James Baker estudió en la reconocida Universidad de Princeton. Entre 1952 y 1954 sirvió en el Cuerpo de Infantería de Marina, alcanzó el rango de teniente y mostró enormes destrezas de tirador. De esta temporada guardó su afición a la caza, actividad que practicaba en su rancho de San Antonio, en Texas. Tras estos años de militar, volvió a las salas y completó su capacitación en leyes en la Facultad de Derecho de Austin, Texas. En 1957 empezó a trabajar como letrado en la firma Andrews and Kurth, donde continuó hasta 1975.
La carrera política de James Baker está relacionada a la del presidente George Bush. La pareja, llamada por The New York Times "Los fantásticos Baker-Bush Boys" (en referencia a un popular extenso film de entonces, The fabulous Baker Boys), se conoció en los años cincuenta mediante la primera mujer de Baker, ferviente republicana de Dayton, Ohio. La amistad entre los dos se afianzó en las pistas de tenis del Houston Country Club, donde eran pareja en los torneos. Baker, republicano moderado, como él mismo se definía, inició su trayectoria política en 1969, en el momento en que asistió a George Bush en su búsqueda de llegar a senador por el estado de Texas. Pese a que Bush perdió en frente de Lloyd Bentsen, Baker le logró la representación del condado de Harris, que incluye Houston.
Tras contribuir a Richard Nixon en Texas, el presidente lo nombró jefe de las finanzas de ese estado. Ocupó entonces el cargo de subsecretario de comercio y, en 1976, intervino como jefe de la campaña electoral de Gerald Ford; la derrota de Ford en oposición al demócrata Jimmy Carter no afectó a Baker, quien afianzó su imagen de increíble asesor. Volvió a su bufete de abogados y, en 1978, fue nombrado fiscal general del Estado de Texas. Un año después, George Bush lo llamó para la organización de la campaña electoral donde se encaró a Ronald Reagan para la nominación de su partido. Ante la creciente popularidad de Reagan, Bush optó por ganarse su amistad por consejo de Baker. Los republicanos concurrieron por último a las selecciones con Reagan y Bush como aspirantes a la presidencia y a la vicepresidencia, respectivamente, y, tras la victoria, Baker fue nombrado jefe del Gabinete (1981-1985).
Baker formó parte de esta manera de la llamada troika del primer gobierno de Ronald Reagan, adjuntado con Meese y Deaver. Entre sus logros está el haber convencido a sus colegas para no invocar la 25ª enmienda de la Constitución en el momento en que el presidente padeció un atentado en el mes de marzo de 1980, enmienda que preveía la transferencia de poderes al vicepresidente. Esto le consolidó políticamente tanto en el interior como en el exterior. Intervino en el Consejo de Seguridad Nacional, justo en el momento en que el coronel Oliver North organizó el plan de venta de armas a Irán (el escándalo popular como irangate) y la posterior distribución del dinero conseguido a la Contra nicaragüense. En febrero de 1985 fue nombrado secretario del Tesoro, lugar desde el que facilitó la devaluación del dólar al objeto de llevar a cabo mucho más confrontados los artículos norteamericanos.
En agosto de 1988 fue designado jefe de la campaña electoral de George Bush a la presidencia de Estados Unidos y el 9 de noviembre fue nombrado secretario de Estado por el recién escogido presidente, cargo que juró el 25 de enero de 1990. Desde la Secretaría de Estado fue entre los autores del deshielo entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos, y mostró una enorme capacidad política a lo largo de la Guerra del Golfo Pérsico, al fomentar la creación de la coalición en todo el mundo y conseguir que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) diese su aprobación a la operación Tormenta del Desierto contra el régimen de Saddam Hussein en Irak. Trabajó después en la puesta en marcha del llamado "nuevo orden mundial", reorganización de la geopolítica de todo el mundo que emprendió el presidente George Bush con la caída del bloque comunista y, por consiguiente, el objetivo de la Guerra Fría. Contribuyó asimismo a la reunificación de Alemania y reactivó el desarrollo de paz en Oriente Medio.
El 13 de agosto de 1992 fue nombrado por Bush jefe de Gabinete de la Casa Blanca; dejó la Secretaría de Estado el 23 de agosto, un día antes de reanudar en Washington D.C. las diálogos a dos bandas en el desarrollo de paz árabe-israelí. Fue sustituido por Lawrence Eagleburger, hasta el momento subsecretario de Estado. Ocupó la jefatura de la Casa Blanca hasta el desenlace de la presidencia de Bush y la llegada de Bill Clinton. Volvió entonces a Houston al lado de George Bush; formó una parte del Consejo de la Universidad de Rice y cooperó en su departamento de política.
El 17 de marzo de 1997, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, lo nombró su enviado personal para el Sahara Occidental, cargo que ocupó hasta 2004. Durante esos siete años James Baker trabajó, con poco éxito, en este bien difícil contencioso territorial, y sostuvo varios encuentros con representantes marroquíes y del Frente Polisario para arrimar posiciones, más que nada, en el tema mucho más espinoso: la celebración de un referéndum de autodeterminación en la vieja colonia de españa. Las diferencias entre las partes en lo que se refiere al censo elaborado por la ONU para la solicitud y los permanentes óbices puestos por Marruecos (opuesto a su celebración) frustraron no obstante todas y cada una de las tentativas en concordancia.
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