Jaime Nunó

La historia de la civilización la cuentan las personas quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han ocasionado queel género humano, de un modo u otro,avance.

Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la relevancia que detentó Jaime Nunó en la historia. El modo en que vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Jaime Nunó, sino que a lo mejor produjo una huella mucho más insondable de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Jaime Nunó de modo personal.Jaime Nunó ha sido un ser humano que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Jaime Nunó, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo sustancial para que seamos capaces de poner en valor no sólo la vida de Jaime Nunó, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Jaime Nunó, aquellas personas a quienes de de una forma u otra Jaime Nunó influenció, y indudablemente, entender y comprender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Jaime Nunó.

Vida y Biografía de Jaime Nunó

(San Juan de las Abadesas, España, 1824 - Bay Side, Estados Unidos, 1908) Compositor español recordado en especial como el constructor del himno del país mexicano. Aunque ni nació ni murió en México, el músico, compositor y directivo de orquesta Jaime Nunó continuó en distintas oportunidades en tal país y estuvo íntimamente relacionado a figuras políticas nacionales y capítulos definitivos para el curso de la historia mexicana.

En 1854, a lo largo de una de sus estancias en México, ganó el certamen convocado para crear la música del Himno Nacional, cuya partitura se interpretó por vez primera el 15 de septiembre de ese año. La autoría de la música del Himno Nacional le transformó en un prócer patrio de la historia mexicana, con lo que más tarde, en 1942, sus restos fatales fueron llevados a México y depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres, el monumental panteón nacional de Ciudad de México en el que se conserva la memoria de los mexicanos insignes, mientras que se les rinden honores póstumos.

Biografía

Nacido el 8 de septiembre de 1824 en San Juan de las Abadesas, pueblo de la provincia de Gerona, en Cataluña (España), moría en Bay Side, en Nueva Jersey (Estados Unidos), en 1908, a los 84 años de edad, siendo en un inicio enterrado en Buffalo, Nueva York. Jaime Nunó, cuyo nombre de pila en catalán era Jaume, nació en el seno de una familia humilde y fue el mucho más pequeño de los siete hijos que tuvieron Francisco Nunó y su mujer Magdalena Roca. La familia Nunó tenía unos parcos capital, conseguidos de su trabajo en una pequeña factoría de San Juan de las Abadesas. Siendo todavía muy niño, Nunó recibió ahora los primeros argumentos de su capacitación musical, merced a su hermano Juan, que era organista de la iglesia de San Juan de las Abadesas, y quien, pacientemente, lo ingresó en el planeta de la música.

Pero pocos años tras el nacimiento de Jaime, comenzó un triste periodo para la familia Nunó. El padre murió víctima de un incidente, lo que forzó a la madre a emigrar con el pequeño Jaime a la ciudad más importante catalana, Barcelona, donde tenía ciertos familiares, a fin de procurar sobrepasar las penalidades económicas y labrarse un futuro mucho más esperanzador. Magdalena Roca murió, no obstante, poco después, en el momento en que Jaime Nunó contaba solamente nueve años, víctima de una horrible epidemia de cólera que ocasionó una muy, muy elevada mortandad. Nunó fue adoptado por su tío Bernardo, un mercader de lonas de seda de Barcelona que instantaneamente comenzó a promover las considerables destrezas musicales de su sobrino.

Los familiares de Nunó no tardaron ya que en conseguir que aquel pequeño, asombrosamente dotado para la música, fuera aceptado en la catedral de Barcelona para cantar en el coro, del que próximamente se transformó en un virtuoso solista. Nunó continuó siete años en el coro de la catedral, donde, además de cantar, tocaba asimismo el órgano. Cuando, terminantemente, le cambió la voz, recibió por sus prometedoras destrezas una pensión para estudiar en Italia, donde asistió a clases de composición con el profesor Saverio Mercadante. Tras finalizar su capacitación, regresó a Barcelona, resuelto a ejercer su profesión, que prometía ser refulgente: el joven Nunó había ahora compuesto un elevado número de piezas de baile, singularmente valses, tal como arias y asimismo misas.

Aunque en un inicio su historia profesional daba la sensación de que iba a transcurrir por cauces relajados, en una Barcelona cada días un poco más próspera gracias a los cambios económicos acontecidos a causa de la revolución industrial, el futuro de Nunó debía proseguir caminos muy diferentes. Efectivamente, en el momento en que tras su regreso a España fue nombrado por el gobierno, en 1851, directivo de la Banda del Regimiento de la Reina, en Madrid, comenzaba para este músico una exclusiva etapa intensa y agitada, llena de cambios y viajes. Ese mismo año, el gobierno español le confió la misión de ordenar las bandas militares regionales de Cuba, entonces posesión de españa.

Poco tras llegar a Cuba, Nunó trabó una particular amistad con Manuel Concha, gobernador y capitán general de Cuba. Fue allí asimismo donde conoció al general mexicano Antonio López de Santa Anna, con quien habrían de unirle estrechos nudos de amistad. Cuando Santa Anna regresó a México para hacerse cargo por última vez de la presidencia del país, invitó a Nunó a que se uniera a él y le nombró (1853) directivo general de bandas militares, con el nivel de capitán de infantería de la milicia activa, trabajo por el que habría de sentir un destacable sueldo. La aceptación de tal ofrecimiento significó para Nunó un cambio extremista de vida, en tanto que no podía imaginar que la resolución de moverse adjuntado con la comitiva de Santa Anna a México debía transformarlo años después en prócer del país.

Fue asimismo en 1853 en el momento en que el gobierno de Santa Anna logró una llamada a los versistas y músicos del país con objeto de elegir y también instituir el himno del país mexicano. Miguel Lerdo de Tejada, oficial mayor del Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, convocó ya que un certamen para crear la música del Himno Nacional, cuya letra, elegida previamente, había sido redactada por el poeta Francisco González Bocanegra. La primordial normativa que debía cumplirse para lograr entrar al certamen era que las partituras debían ejecutarse siguiendo unas ciertas reglas musicales y en un período máximo de sesenta días. Nunó escribió un himno vibrante, emotivo y triunfante que persuadió finalmente al jurado. El 12 de agosto de 1854 se dio a comprender de manera oficial la parte ganadora del certamen, que era la de Jaime Nunó. Como Nunó había firmado la partitura con sus iniciales, se le instó a que revelara su identidad.

Poco después, el 15 de septiembre, se interpretó por vez primera la partitura, en el curso de una función particular estructurada para conmemorar el aniversario de la independencia. El acto en el que se estrenó el Himno Nacional sucedió en el teatro Santa Anna. Aquel día, el himno fue interpretado ceremoniosamente por los vocalistas italianos Claudina Florentini, soprano, y Lorenzo Salvi, tenor, que estuvieron acompañados por coros y orquesta de la Gran Compañía de Ópera Italiana, bajo la dirección del profesor Vitessiri.

Todo parecía señalar que Nunó, tras cosechar esenciales éxitos expertos en México, se asentaría finalmente en este país, de manera especial tras ser asimismo nombrado, en el mes de abril de 1854, directivo del Conservatorio Nacional de Música, tal como de haber editado (con Vicente María Peligro) el Semanario Musical. Sus proyectos se truncaron, no obstante, repentinamente. La derrota de Santa Anna, su asegurador, propició su salida del país en el mes de octubre de 1856. Además, a causa de los cambios políticos acontecidos, el solemne himno de Nunó dejó de interpretarse de manera oficial y, en las escasas oportunidades en que este fue ejecutado, se omitieron ciertas estrofas que mentaban y ensalzaban a Santa Anna y a Agustín de Iturbide.

Tras dejar México, se dirigió primero a La Habana, la ciudad más importante cubana, y más tarde a Estados Unidos, donde en los primeros tiempos organizó recitales con su banda, con la que actuó en varias ciudades estadounidenses. Posteriormente vivió en Nueva York, donde trabajó como concertista de piano y directivo de orquesta, incorporándose exitosamente a varias compañías de ópera. En 1862 fue contratado por una esencial compañía de ópera italiana con la que efectuó una extendida da un giro por Estados Unidos, Cuba y asimismo México. Fue tal como, en 1864, Jaime Nunó pisó nuevamente suelo mexicano, tras largos años de sepa.

Tras esa extendida da un giro profesional, Nunó fijó finalmente su vivienda en Estados Unidos y creó una escuela de música en Buffalo, sitio donde años después habría de sobrevenirle la desaparición. Su dedicación a la enseñanza supuso otro cambio profundo en su diferente trayectoria profesional, que se encauzó desde este instante hacia una vida mucho más sosegada, si bien no exenta de triunfos y sorpresas.

Importa apuntar que el himno de Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra, caído prácticamente en el olvido durante múltiples décadas, no volvió a interpretarse públicamente hasta 1901, a lo largo del porfiriato. Ese mismo año, en el momento en que ahora era un adulto mayor de 77 años y con ocasión de la Exposición Panamericana conmemorada en Buffalo, Jaime Nunó se descubrió por un periodista mexicano, que lo identificó como creador del Himno Nacional. Los causantes del pabellón mexicano, al entender que Nunó se encontraba afincado en esta localidad, lo agasajaron con una cálida celebración. Porfirio Díaz, que había oficializado el himno de Jaime Nunó, le invitó entonces a México a fin de que recibiese el homenaje que aún no se le había brindado.

Nunó llegó a México el 12 de septiembre de 1901, donde, tras ser ovacionado gloriosamente y recibir resonantes vítores y enormes homenajes, continuó ciertos meses, hasta el 21 de noviembre del mismo año. Uno de los actos mucho más entrañables de este viaje sucedió, exactamente, la noche del 15 de septiembre, en el momento en que Nunó tuvo el honor de regentar, triunfalmente, un conjunto de bandas militares.

Esta no sería, no obstante, la última vez que visitaría México. En 1904, el octogenario Nunó fue invitado nuevamente por el gobierno mexicano con ocasión de la celebración del cincuentenario del Himno Nacional, si bien esta vez la estancia en México fue corto gracias a su edad avanzada. Nunó pasó los últimos años de su historia al lado de su hijo, llamado asimismo Jaime, hasta el momento en que la desaparición le sorprendió un 18 de julio de 1908. Su muerte fue el desenlace de una trayectoria intensamente vivida y retribuida por último, en el ocaso, con los justos honores.

El pueblo natal de Jaime Nunó, transformado en la segunda mitad del siglo en un considerable centro urbano de la comarca del Ripollés, zona con un increíble pasado cultural y un magnífico patrimonio arquitectónico y legendario, deseó asimismo rendirle un entrañable homenaje, dedicándole en 1969, a idea de Salvador Moreno y costeada por mexicanos y catalanes, una fuente y, más tarde, convirtiendo su casa natal en museo local, designado a perpetuar su memoria.

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