La historia de la civilización la escriben las personas queen el paso de los años, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han ocasionado quela humanidad, de una forma u otra,avance.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Jaime de Borbón y Borbón-Parma, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa sustancial para que seamos capaces de poner en valor no sólo la vida de Jaime de Borbón y Borbón-Parma, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Jaime de Borbón y Borbón-Parma, personas a quienes de de una u otra forma Jaime de Borbón y Borbón-Parma influenció, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Jaime de Borbón y Borbón-Parma.
(Vevey, 1870 - París, 1931) Pretendiente a la corona de España. Único hijo varón de Carlos de Borbón y de la princesa Margarita de Borbón-Parma, fue el heredero de la causa tradicionalista iniciada en 1833 por su antecesor el infante Carlos María Isidro.
La niñez y adolescencia de Jaime de Borbón estuvo cierta por las metas de su padre de proclamarse rey de España, por la reverenciada figura de su madre y por la declarada enemistad con su madrastra. El matrimonio de Carlos de Borbón y Margarita de Borbón-Parma se había festejado en el mes de febrero de 1867 y ahora habían nacido tres de sus cinco hijos en el momento en que el pretendiente Carlos VII abandonó su vivienda francesa para atravesar la frontera y levantarse en armas contra el gobierno de Amadeo de Saboya.
El 2 de mayo de 1872 se puso adelante de sus fieles y también inició en el norte de España la tercera guerra carlista. Organizó su corte en Estella (Navarra), formó gobierno e inclusive acuñó monedas con su efigie, pero no logró que ninguna capacidad europea le otorgara reconocimiento como monarca español. En junio de 1874, la princesa Margarita se reunió con su marido en tierras navarras para transformarse en la "reina" mucho más habitual, querida y histórica del carlismo pero, solo un mes después, el pretendiente al trono envió nuevamente a Margarita a Francia.
En febrero de 1876, asimismo Carlos VII y sus derrotadas tropas abandonaron España y procuraron cobijo en suelo francés. Las desavenencias en el matrimonio, que habían surgido en España, se hacían mucho más profundas y el distanciamiento de la pareja dejó de ser un misterio. Hacia 1881 eligieron vivir separados y la princesa Margarita, al lado de sus cinco hijos (Blanca, Jaime, Elvira, Beatriz y Alicia), instaló su vivienda en Italia, donde murió el 29 de enero de 1893, mientras que don Carlos vivía un con pasión romance con una actriz vienesa.
Pese a la manifiesta oposición de sus hijos, el rey carlista contrajo nuevamente matrimonio en 1894 con la aristócrata austriaca María Berta de Rohan, y la pareja se trasladó al palacio Loredán en Venecia. Para los seguidores de la dinastía carlista, el nuevo link del pretendiente al trono traería secuelas aciagas para la causa del tradicionalismo histórico. Carlos murió en 1909 y su viuda en 1945, tras dilapidar la copiosa fortuna familiar.
En el momento en que don Jaime de Borbón se transformó en el heredero natural de las metas monárquicas de su padre, tenía treinta y nueve años y ninguna relación con su progenitor. Veneraba la figura de su madre y su enemistad con la segunda mujer de don Carlos era manifiesta. Años atrás, María Berta había levantado serias calumnias contra el príncipe Jaime para poder con sus artimañas que don Carlos expulsase a su hijo del palacio Loredán. Algunos historiadores asimismo responsabilizan a la aristócrata austriaca del fracaso amoroso de Jaime con la princesa Matilde de Baviera. Según su relato, fue ella quien de nuevo persuadió a su marido de que la princesa bávara tenía una pésima reputación y no convenía emparentarla con la familia. Carlos VII deshizo inmediatamente el noviazgo y su heredero, su único hijo varón, jamás contrajo matrimonio.
Don Jaime I murió en 1931 sin descendencia y la línea dinástica del carlismo recayó en el hermano menor de su padre, el infante Alfonso, que tomó el nombre de Alfonso Carlos I y que, al fallecer asimismo sin descendencia en 1936, se transformó en el último gerente directo de la dinastía carlista. El litigio dinástico concluía de esta forma de manera natural ya que, agotada la varonía en la rama del infante Carlos María Isidro, la herencia lícita de los derechos carlistas pasaba a la rama familiar del infante don Francisco de Paula (hermano menor de Fernando VII) y de su sustituto directo, el rey Alfonso XIII.
Meses antes de su muerte, don Jaime y su primo Alfonso XIII ahora habían dado los primeros pasos de acercamiento. La proclamación de la República en el mes de abril de 1931 creaba en España un nuevo marco político que forzaba a ámbas ramas monárquicas a olvidar su antagonismo histórico y buscar el comprensión. En el exilio, el rey depuesto y el pretendiente carlista firmaron un convenio por el que se comprometían a trabajar unidos en el emprendimiento común de proteger la causa monárquica.
Asimismo acordaron que, una vez conseguida la restauración y la capacitación de Cortes Constituyentes, fuera la Cámara quien nombrara al titular de la Corona de españa. Si Alfonso XIII resultaba escogido, don Jaime y su tío Alfonso Carlos deberían abandonar sus derechos y serían reconocidos como infantes de España. Si, de lo contrario, el pretendiente carlista era proclamado rey, don Alfonso recibiría el pertinente derecho a fin de que uno de sus hijos fuera más adelante el titular de la dinastía real de españa.
Don Jaime y don Alfonso se juntaron por vez primera en la vivienda parisina del pretendiente carlista el 23 de septiembre de 1931. Dos días después, don Jaime comió con Alfonso y Victoria Eugenia en su vivienda de Fontainebleau. Al término de sus 2 entrevistas, los dos príncipes declararon a la prensa en todo el mundo que, sin abandonar sus derechos, habían alcanzado un convenio político en busca de la causa monárquica. Una semana después, don Jaime murió de manera inmediata a consecuencia de una angina de pecho. Alfonso XIII asistió a los entierros donde ciertos carlistas ahora le reconocieron como su soberano.
Pero la dinastía tradicionalista todavía tenía un gerente, el infante Alfonso Carlos, tío de don Jaime y último varón vivo de la rama carlista. El adulto mayor pretendiente se apuró de manera rápida a subscribir el acuerdo pactado entre su sobrino y Alfonso XIII y tras sostener una asamblea a fines de aquel año en Viena, el 6 de enero de 1932, don Alfonso Carlos dirigió un manifiesto a los españoles en el que, explícitamente, reconocía en la figura de su sobrino al heredero legítimo de sus derechos dinásticos. Fusionadas ámbas dinastías, el centenario pleito por la Corona de españa quedaba liquidado.
No obstante, las presiones de varios de los incondicionales carlistas mucho más ortodoxos a fin de que don Alfonso Carlos designase un sustituto surtieron efecto y, en el mes de enero de 1936, el adulto mayor retiró su acompañamiento al pacto natural que habían firmado don Jaime y Alfonso XIII y resolvió instituir una regencia en la figura de don Javier de Borbón-Parma y Braganza, un sobrino italiano de su mujer, a fin de que a su muerte resolviera de urgencia la sucesión de la rama carlista.
Ocho meses después, el último bastión de los tradicionalistas moría arrollado. En España había explotado ahora la Guerra Civil y el príncipe parmesano y los incondicionales carlistas eligieron alargar la situación hasta el desenlace del enfrentamiento. En 1941, Alfonso XIII abdicó en su hijo Juan y dio paso a una exclusiva ocasión para sellar de manera determinante la unión de ámbas dinastías monárquicas. Pero el regente desperdició la ocasión y decidió sostener una pugna falsa a lo largo de quince años mucho más. En 1952, don Javier se autoproclamó rey frente al desconcierto de extensos ámbitos del tradicionalismo histórico y, en 1957, su primogénito Hugo de Borbón-Parma anunció su legitimidad como heredero del trono español. Las cosas habían llegado bastante lejos y las figuras mucho más representativas del carlismo no estaban prestas a tolerar tamaño desatino.
Tras múltiples meses de reuniones en las distintas provincias españolas, los encargados de la Comunión Tradicionalista acordaron admitir a don Juan de Borbón y Battenberg como legítimo sustituto de la dinastía carlista con la única condición de que el conde de Barcelona admitiera públicamente los principios de la monarquía tradicionalista. El solemne acto se festejó en Estoril el 20 de diciembre de 1957 y dio el cerrojazo definitivo a la escisión dinástica de los Borbones españoles.
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