Iwao Oyama

La historia universal la narran las mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho queel mundo, de una forma u otra,avance.

Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo parte de la actuación. Iwao Oyama es uno de esos sujetos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestro interés por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Iwao Oyama es comprender más sobre etapa determinada de la historia del género humano.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Iwao Oyama, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo esencial para que seamos capaces de apreciar no sólo la existencia de Iwao Oyama, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Iwao Oyama, gentes a quienes de un modo u otro Iwao Oyama influyó, y por supuesto, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Iwao Oyama.

Vida y Biografía de Iwao Oyama

(Kagoshima, Satsuma, 1842 - Tokio, 1916) General japonés que resaltó por sus victorias en las guerras Chino-Japonesa (1894-1895) y Ruso-Japonesa (1904-1905), y entre cuyos méritos acostumbra resaltarse su definitivo papel en la modernización del ejército japonés a fines del siglo XIX.

Descendiente de una familia de samuráis, vivió los años de su niñez y adolescencia en el régimen feudal del Japón que cerraba sus puertas a todo lo extranjero; tenía once años en el momento en que la escuadra de norteamérica al cargo del comodoro Perry solicitaba, amenazadoramente, que el Japón se abriera al comercio mundial. Era ahora soldado en el momento en que, en 1863, el almirante Jaurés bombardeó Shimonoseki como contestación a la agresión de las tropas del daimio Mori Motonori, quien había abierto fuego contra los buques americanos, holandeses y franceses que atravesaban el ajustado de Shimonoseki.

En la guerra de la Restauración de 1868 se distinguió peleando a la vera de los imperiales, y poco después fue enviado a Europa, donde prosiguió, como añadido militar en el ejército prusiano, toda la guerra de 1870-71. En 1872 regresó a su país, ayudando a la organización del nuevo ejército japonés.

Su lealtad a las novedosas ideas decidió dura prueba en 1877, al rebelarse en Satsuma, donde había nacido, los incondicionales del viejo Japón. Al frente de los insurgentes se encontraba Saigo Takamori, tío de Oyama y relacionado a él, además de esto, por nudos de íntima amistad. Al frente de su brigada, Oyama cumplió con su deber atacando Kagoshima, su localidad natal, donde se habían hecho fuertes los últimos líderes del Japón medieval, que preferían la desaparición a conocer implantadas en el país las reformas del extranjero.

El valor y la lealtad de Oyama fueron premiados con el ascenso a teniente general y el cargo de viceministro del Interior y jefe de la policía superior urbana de Tokio, que le fue concedido en 1879. En 1880 ocupó el puesto de ministro de la Guerra, y en 1884 emprendió un viaje a Europa para estudiar la organización militar de las distintas potencias. El resultado de este viaje fue la transformación del ejército japonés, que pasó del modelo francés al alemán.

En la Guerra Chino-Japonesa (1894-1895) estuvo a cargo del segundo ejército, el que, tras refulgentes victorias, ocupó Port-Arthur y Wei-hai-wei; por todo ello recibió el título de marqués, ascendió a mariscal y fue nombrado jefe del Estado Mayor Central, cargo que cedió poco después al general Kawakanis, organizador del ejército expedicionario. En 1901, al formarse nuevamente el viejo Consejo de los Cinco, Oyama figuró entre sus integrantes, si bien no llegó a formar parte activamente en la política.

A la desaparición de Kawakanis ocupó nuevamente la jefatura del Estado Mayor, y al iniciarse en 1904 las hostilidades con Rusia salió de Tokio como generalísimo del ejército japonés. En la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), Oyama dirigió las tropas niponas en la conquista de Manchuria, conseguida absolutamente tras la definitiva victoria de Mukden, creada entre los meses de febrero y marzo de 1905 y donde intervinieron seiscientos mil soldados.

Los defectos de que adolecía el nuevo ejército fueron corregidos por Oyama con la velocidad caracteristica de un enorme caudillo, y la escasez de ametralladoras y la debilidad de la caballería fueron remediadas del mejor modo viable. Los defectos de Oyama como generalísimo radicaban en que, pese a su barniz de modernismo, proseguía siendo en el fondo un samurái: frecuentemente su tajante orden de jamás efectuar nada fuera del plan pensado logró que sus inferiores no pudieran aprovecharse de situaciones convenientes que impensadamente se presentaban frente ellos; por desprecio del riesgo sacrificó de forma frecuente a sus soldados de una manera desproporcionado al resultado logrado.

Acabada la guerra, Oyama logró su entrada triunfal en Tokio el 8 de diciembre de 1905, y por año de firmarse la paz abandonó su puesto de jefe del Estado Mayor, tras recibir por sus victorias sobre los rusos el título de príncipe, la condecoración de primera clase del Milano de Oro y la mucho más alta condecoración de Japón, el collar de la orden del Crisantemo. En 1914 fue nombrado guardasellos (custodio de los sellos oficiales), y al fallecer vivía en su quinta de las cercanías de Tokio, retirado de la milicia y de la política.

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