Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. Ismail I de Granada es una de las personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Ismail I de Granada es comprender más sobre un periodo concreto de la historia del género humano.
Conocer las luces y las sombras de las personas destacadas como Ismail I de Granada, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo básica para que seamos capaces de valorar no sólo la vida de Ismail I de Granada, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Ismail I de Granada, aquellas personas a quienes de de una forma u otra Ismail I de Granada influyó, y ciertamente, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Ismail I de Granada.
(Abu al-Walid Ismail; Granada, 1279 - 1325) Quinto sultán nazarí de Granada (1313-1325). Era nieto del sultán Muhammad II. Accedió al trono tras deponer a su primo segundo Nasr, inaugurando una exclusiva rama colateral en la dinastía nazarí. Ismail se sublevó contra el sultán Nasr, al que destronó en el año 1313, tras vencerle en Archidona con el apoyo de los visibles granadinos y de la población de la región.
Ismail I permitió a Nasr retirarse a la población de Guadix, localidad que éste pasó a gobernar de manera sin dependencia hasta su muerte, en el año 1322, y desde la que prosiguió conspirando contra el nuevo sultán con el apoyo de la Corona de Castilla-León. Los infantes de Castilla, don Pedro y don Juan, dirijas a lo largo de la minoría de edad del monarca Alfonso XI, aprovecharon las diferencias entre Ismail I y el depuesto Nasr para debilitar el reino nazarí, emprendiendo una enorme ofensiva militar en asistencia de este último.
De esta manera, en el año 1315, se causó la guerra de Alicum, entre las tropas del infante don Pedro y las granadinas, formadas en su mayor parte por mesnaderos magrebíes mandados a dicho efecto por el emir benimerí de Fez Abi l-Ula. La guerra quedó titubeante, no de esta manera la que sucedió por año siguiente cerca de Porcuna, donde ismail I, atacado por una coalición de tropas castellanoleonesas y del sultán depuesto, fue seriamente derrotado. En esta guerra murió la flor y nata de la nobleza nazarí.
El acoso castellanoleonés, comandado por el infante don Juan, siguió sin reposo, conquistando las plazas de Bélmez y Cambil (1317) y Rute (1319), año en el que se libró en la vega granadina la guerra definitiva. El resultado de exactamente la misma no ha podido ser mucho más garrafal para las fuerzas cristianas, cuyas tropas, desorganizadas y víctimas del calor, fueron aplastadas por la caballería granadina al cargo de Otman Ibn Abi l-Ula. En el combate fallecieron los 2 infantes castellanoleoneses adjuntado con un alto número de caballeros al arrancar la escapada precipitada por medio de las acequias esparcidas por el río Genil.
El desastre de La Vega, como se llamó a la guerra, cambió completamente la situación político-militar en el sur peninsular, inaugurándose desde ese instante un periodo de paz entre Castilla-León y el reino de Granada. El tratado de paz fue firmado en Baena, entre Granada y los concejos de la frontera, acuerdo en el que estaban incluyendo las ciudades de Sevilla, Córdoba, Jaén, Gibraltar, Tarifa y las pertenencias del Arzobispado de Toledo y de las órdenes militares. Por su parte, el infante don Juan Manuel (el creador del magnífico libro didáctico-ética El conde Lucanor), ajustó una favorable tregua con el reino nazarí el nombre de la Corona de Castilla-León, exactamente la misma hiciese Jaime II de Aragón.
Ismail I aprovechó con perfección los años de paz que prosiguieron a la firma de la tregua para reorganizar el reino a todos y cada uno de los escenarios. El sultán nazarí aplicó una secuencia de disposiciones que se relacionan con la enseñanza religiosa islámica, a la administración de justicia y a la seguridad pública. También se ocupó del salve de cautivos en tierras cristianas. En materia fiscal, el reino nazarí incrementó sus capital merced a los impuestos que debieron abonar los judíos de Granada, quienes además de esto fueron obligados a llevar un signo propio y un vestido que los distinguía de los musulmanes, medida que desde ese instante prosiguió vigente en el reino a lo largo de todo el siglo XIV. Por último, los años de tranquilidad dejaron a Ismail I alzar un ejército profesional, bien armado y disciplinado, con el que lograr realizar frente con garantías a cualquier ataque que llega del exterior.
En el momento en que Ismail I se desembarazó del inconveniente dinástico causado por el derrocamiento de Nasr, en el año 1322, se dispuso a recobrar territorios perdidos a los cristianos. Su primer propósito fue la parte oriental del reino, tomando al ataque, en el año 1324, la esencial plaza de Huéscar, plaza que se transformaría en los sucesivo en su cuartel general y punto de inicio de sus algaras. En el ataque de la región se empleó, por vez primera, un cañón de pólvora que ocasionó reales estragos entre la población cristiana. A Huéscar le prosiguieron Baza y Orce.
Por año siguiente, Ismail I repitió sus hazañas asolando completamente la localidad de Martos, cuya población fue saqueada y pasada a cuchillo sin piedad alguna. En la región del ajustado de Gibraltar asimismo logró ciertas virtudes sobre los cristianos, a cuya flota derrotó con la asistencia del emir benimerí.
La victoria sobre Martos sería de forma indirecta la causa de su muerte. Ismail I arrebató a su primo Muhammad Ibn Ismail una esclava cristiana con la que éste sostenía relaciones sentimentales. Su primo no disculpó tan tiránica acción, con lo que, pocos días tras la entrada triunfal de las tropas en Granada, donde se ovacionó al vencedor de Martos, Muhammad penetró en palacio hasta llegar a presencia del sultán, al que mató a puñalada allí mismo enfrente de todos, en la mitad de una audiencia pública. Parece ser que el regicidio fue aprobado por el general Otman Ibn Abi l-Ula.
Ismail I fue sucedido en el trono por su hijo, individuo que aún no ha alcanzado la edad adulta, Muhammad IV, a quien, pese a tener solo diez años y muy poca preparación política ni religiosa, le fue jurada la fórmula de lealtad preceptiva para estas situaciones por la parte de los juristas, eruditos y hombres relevantes del reino.
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