Indro Montanelli

La historia de las civilizaciones la escriben los hombres y mujeres quea lo largo del tiempo, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han originado quela humanidad, de una forma u otra,prospere.

Comprender las luces y las sombras de las personas significativas como Indro Montanelli, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa básica para que podamos apreciar no sólo la existencia de Indro Montanelli, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Indro Montanelli, gentes a quienes de de una forma u otra Indro Montanelli influenció, y indudablemente, comprender y entender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Indro Montanelli.

Vida y Biografía de Indro Montanelli

(Fuccechio, 1909 - Milán, 2001) Periodista y escritor italiano, entre las figuras mucho más resaltadas del periodismo del siglo XX. Indro Montanelli nació en Fucecchio, entre Florencia y Pisa, Toscana, el 22 de abril de 1909, en el seno de una familia de la alta burguesía. Uno de sus ancestros, Giuseppe Montanelli, fue periodista, escritor, diputado de la Asamblea toscana y antagonista de Giuseppe Mazzini, contrario a la anexión de Toscana por el Piamonte, núcleo de la unidad italiana.

Estudió derecho, literatura y ciencias políticas en la Universidad de Florencia y amplió estudios en París. Fue lector de italiano en la Universidad de Tartu, en Estonia, y directivo del Instituto Italiano de Cultura en ese país. Debutó en el periodismo en el períodico Frontespizio en 1935 con un resonante y polémico producto sobre Lord Byron y el catolicismo. Posteriormente trabajó en París, como notero de Paris-Soir, y en Nueva York, en la agencia United Press.

Conveniente de entrada a Benito Mussolini, se inscribió al Partido Nacional Fascista (PNF) y combatió en la campaña de Abisinia (1935). Llegó a España en medio de una Guerra Civil (1937), como enviado del períodico Il Messagero, y sus crónicas, muy críticas con la intervención italiana, le granjearon las iras del poder, hasta el punto de que fue expulsado del partido único y del sindicato de cronistas. Obligado a exilarse, regresó a Italia en 1939 y empezó a redactar en Il Corriere de ella Sera, bajo la protección de su directivo, Aldo Borelli.

Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial publicó crónicas desde Finlandia, Noruega, Albania y Grecia. Entrevistó a Hitler, pero asimismo a Churchill, De Gaulle y al papa Pío XII. Fue detenido en 1943 por los fascistas y culpado a muerte por un producto sobre Mussolini y las relaciones con su apasionado, Clara Petacci. Le salvó la vida el arzobispo de Milán, Ildefonso Schuster, que sería beatificado por Juan Pablo II. Tras diez meses en la prisión, logró huír y se refugió en Suiza. Su experiencia carcelaria le inspiró una hermosa novela, El general De la Rovere, patético personaje inmortalizado en el cine por Vittorio De Sica en una película de Roberto Rossellini.

Al finalizar la guerra, regresó a Italia y al Corriere, en cuyas páginas se cuajó su prestigio como profesor y guía profesional del periodismo italiano. Si bien cultivó casi todos los géneros, hicieron escuela tanto sus crónicas desde el extranjero como sus críticas polémicas sobre los temas italianos. Mantuvo su pasión por los inconvenientes mundiales y fue entre los primeros corresponsales occidentales en llegar a Budapest con ocasión de la insurrección anticomunista de 1956. Su militancia a favor de los patriotas húngaros quedó reflejada en una foto que le mostraba pergeñando con una máquina portátil una crónica de alcance en la mitad de una calle de Budapest y supuestamente extraño al fragor de los combates. Respaldó a la OTAN y lanzó diatribas permanentes contra el muro de Berlín, el expansionismo soviético, el socialismo real y sus perversiones mucho más conocidas.

Decididamente opuesto a la llegada del Partido Comunista de Italia (PCI) al gobierno, si bien fuera en coalición, apoyó electoralmente a la Democracia Cristiana (DC), para la que solicitó el voto constantemente. En 1973, tras ciertos cambios en la propiedad de Il Corriere, abandonó el rotativo, por sus presuntas inclinaciones a favor del centro-izquierda, y creó Il Giornale Nuovo, períodico de inclinación liberal-conservadora, editado asimismo en Milán.

El 2 de junio de 1977, en el momento en que se dirigía a la sede milanesa de su periódico, fue atacado por 2 integrantes de las Brigadas Rojas, que lo hirieron dificultosamente con 4 tiros en las piernas. Tan próximamente como se recobró, lanzó una campaña contra el terrorismo. «Están muy equivocados [los terroristas] si piensan que tienen la posibilidad de callarme.» No obstante, años después asistió a una exposición estructurada por los presos de la prisión de Milán, donde participaban sus 2 asaltantes, a los que estrechó la mano y excusó.

Il Giornale, atrapado en la mitad de los importantes cambios tecnológicos de la prensa, sin sobrepasar los cien.000 ejemplares, tuvo una penosa vida financiera, que superó en parte merced a la entrada como accionista de Silvio Berlusconi en 1978. Montanelli logró conocida su Controcorrente, una glosa día tras día de solo cinco líneas en las que mostraba su marcado sentido crítico, su sarcasmo y su sentido del humor.

Periodista sin dependencia

Jamás deseó accionar en política. Su creencia en un periodismo libre de cualquier cortapisa se manifestó nítidamente en el momento en que en 1991 rechazó el ascenso de senador vitalicio que le ha propuesto el presidente de la república, Francesco Cossiga, al que escribió: «Lamentablemente, mi creencia en un modelo de periodista completamente sin dependencia me impide admitir una oferta tan aduladora».

Por exactamente la misma razón, en el primer mes del año de 1994, en el momento en que Silvio Berlusconi se lanzó al ruedo de la política, contra el consejo de Montanelli, este ofreció una exclusiva lección de independencia. Prefirió dejar Il Giornale antes que someterse a los dictados del incipiente imperio mediático de Il Cavaliere. Entonces creó otro períodico, La Voce (marzo de 1994), que censuró acerbamente la administración del primer gobierno de Berlusconi y, más que nada, sus concesiones a Umberto Bossi y a los separatistas de la Liga Norte.

Si bien La Voce llegó a vender 400.000 ejemplares a lo largo de la campaña electoral de 1994, tuvo una vida fugaz. Su circulación cayó bruscamente y Montanelli se vio forzado a suspender la publicación en 1995, agobiado por las adversidades financieras. Con ochenta y siete años, volvió al Corriere para redactar una columna día tras día, llamada «La stanza de Montanelli», donde respondía a las cuestiones planteadas por los que leen y les dispensaba enseñanzas de historia moderna políticamente incorrectas. También participaba semanalmente en un programa televisivo de Telemontecarlo. Durante la campaña electoral de 2001 en Italia, provocaron una fuerte polémica sus afirmaciones contra Berlusconi y el aviso de que, por vez primera en su historia, votaría a la izquierda por considerarla el mal menor.

Montanelli se definió y fue reconocido como un liberal conservador, tan fatalista o escéptico como el político Giovanni Giolitti y, frente todo, como un periodista sin dependencia, con pasión por la realidad, intérprete de la vida italiana y censor insuperable de la soberbia del poder, persuadido de que «Polichinela, más allá de que se vista de totalitario o democrático, todavía es Polichinela».

Fue un polemista lúcido y un infatigable disidente de la partitocracia, no exento del prurito de andar contra todas y cada una de las corrientes. Tuvo adversidades aun con la Iglesia por su defensa a ultranza de la eutanasia. Su otra convicción procedía del Risorgimento: el sentimiento unitario y la demanda de la ruindad de los particularismos. Quizá de ahí que no manifestó ningún entusiasmo por una Europa que no veía impulsada «por el espíritu nacional», sino más bien por los mercaderes.

A la postre, logró burlar a 2 de sus contrincantes: la jubilación y la caída intelectual. Sus sesenta y cinco años de vida profesional estuvieron atravesados por varios desgarrones debidos a su carácter insobornable. Rompió con el fascismo, flageló sin tregua la corrupción enquistada en la DC, rompió aun con Il Corriere y terminó rompiendo con Berlusconi. Su último juicio político lo expresó pocos días antes de fallecer, en contestación a una pregunta histórica sobre Filippo Turati, líder y principal creador del Partido Socialista, y la escisión antibolchevique de 1922: «Pienso que la izquierda, como fuerza política, está bastante degradada. Pero, en compensación, enarbola una bandera que en algún momento volverá a hallar un ejército».

En el instante de su muerte, la clase política olvidó los viejos rencores y prefirió olvidar su amarga desilusión. Berlusconi declaró: «Lloro al amigo con el que compartí tantas peleas», y el entonces presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, telegrafió un hermoso epitafio: «Se apagó entre las voces mucho más fuertes de la democracia italiana».

Además de redactar una cantidad enorme de productos, crónicas y documentales, fue un enorme divulgador de la historia italiana y universal con libros como Historia de Roma (1957), Historia de Grecia (1958), Encuentro (1961) o Italia de los siglos (1965), y biógrafo de italianos consagrados como Dante Alighieri y Giuseppe Garibaldi en Garibaldi (1962) y Dante y su siglo (1964). Entre sus proyectos de ficción resaltan la antes citada El general De la Rovere y Los sueños mueren al amanecer, esta última inspirada en la revuelta húngara de 1956; las dos fueron llevadas al cine.

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