Ignacio Manuel Altamirano

Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. Ignacio Manuel Altamirano es una de esas personas cuya vida, en verdad, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Ignacio Manuel Altamirano es comprender más sobre periodo preciso de la historia del género humano.

Apreciar lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Ignacio Manuel Altamirano, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo básica para que podamos poner en valor no sólo la vida de Ignacio Manuel Altamirano, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Ignacio Manuel Altamirano, aquellas personas a quienes de de una u otra forma Ignacio Manuel Altamirano influenció, y desde luego, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Ignacio Manuel Altamirano.

Las biografías y las vidas de personas que, como Ignacio Manuel Altamirano, seducen nuestra atención, deben valernos siempre como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Ignacio Manuel Altamirano, porqué Ignacio Manuel Altamirano vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Ignacio Manuel Altamirano

(Ignacio Manuel Altamirano Basilio; Tixtla, Guerreros, 1834 - San Remo, Italia, 1893) Escritor mexicano al que se considera padre de la literatura nacional y profesor de la segunda generación romántica.

Nativo de el seno de una familia indígena, Ignacio Manuel Altamirano cumplió sus catorce años sin charlar todavía español, lengua de la civilización oficial, y por ende, sin comprender leer ni redactar; inició exactamente por ese momento un desarrollo de alfabetización que llama la atención por su velocidad y logró, en 1849, una beca para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, donde daba sus enseñanzas Ignacio Ramírez el Nigromante, un intelectual mulato y librepensador (futuro ministro con Porfirio Díaz) cuyo interés por la juventud indígena lo transformó en guía y amigo de Altamirano.

La predominación de su profesor prendió de manera rápida en el joven, que próximamente iba a ofrecer pruebas del doble amor (por sus raíces indígenas y por una cultura que bebe en las candentes fuentes del romanticismo europeo) que debía regentar y saber las opciones mucho más importantes de su historia.

Estudiante de derecho en el Colegio de San Juan de Letrán, Altamirano se lanzó a la palestra política: se alineó con los revolucionarios de Ayutla, combatió a los conservadores en la guerra de Reforma (1858-1860), y después, tras ponerse claramente a la vera de los seguidores de Benito Juárez, fue escogido en 1861 diputado al Congreso de la Unión, donde demandó que se castigase al enemigo; enarboló el estandarte de la patria libre y, en 1863, luchó contra el imperio de Maximiliano y la invasión francesa, alcanzando, en 1865, el nivel de coronel por su participación en las peleas de Tierra Blanca, Cuernavaca y Querétaro.

En 1867, restituida ahora la República, consagró al fin su historia a la enseñanza, la literatura y el servicio público, en el que desempeñó muy diferentes funcionalidades como magistrado, presidente de la Suprema Corte de Justicia, oficial mayor en el Ministerio de Fomento y cónsul en Barcelona (1889) y París (1890).

Altamirano creó, al lado de su profesor Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, El Correo de México, publicación que le sirvió para mostrar y proteger su ideario romántico y liberal; un par de años después, en 1869, apareció merced a sus desvelos la gaceta El Renacimiento, que se transformó en el núcleo que reunía y articulaba los mucho más relevantes escritores y también intelectuales de la temporada con el común propósito de actualizar las letras nacionales.

Ese deseo de renacimiento literario y el encendido nacionalismo, que tan bien se amoldaba a sus ardores románticos, desembocarían en la publicación de sus Rimas (1871), en cuyas páginas las especificaciones del paisaje patrio le sirven de instrumento en su búsqueda de una lírica auténticamente mexicana. Antes, en 1868, había anunciado Clemencia, considerada por los investigadores como la primera novela mexicana actualizada, teniendo una señalada intervención en las Veladas Literarias que tanta relevancia tuvieron en la crónica de la literatura mexicana.

En la última etapa de su historia inició una secuencia de viajes que le llevaron a ocupar los consulados mexicanos de las ciudades de europa de Barcelona y París y a efectuar un postrer periplo por Italia, país del que no retornaría jamás: murió el 13 de febrero de 1893 en San Remo. Atendiendo a su intención, y tras ser calcinados, sus restos fueron trasladados a México y depositados en la Rotonda de los Hombres Consagrados.

La obra de Ignacio Manuel Altamirano

Su término del hombre y de la patria, su incansable actividad cultural, su defensa de los valores indigenistas y su decidida apuesta por las ideas de avance justifican que se le haya ubicado al lado de figuras míticas de la crónica de México: de él se dijo que fue el apóstol de la civilización mexicana, de la misma forma en que Benito Juárez lo fue de la independencia.

La obra didáctica de Manuel Altamirano fue asimismo notabilísima, y puede aseverarse que, sin su figura, la civilización mexicana se habría visto claramente depauperada. Fue instructor en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela de Comercio, la de Jurisprudencia, la Nacional de Profesores y otros establecimientos enseñantes; de esta manera, tanto por su historia como por su incesante magisterio, Altamirano se ganó el título de "Profesor".

Sus novelas Clemencia (1868), Julia (1870) y La Navidad en las montañas (1871) se piensan fundacionales para la narrativa mexicana. En ellas ponía de relieve los males que aquejaban al país: el militarismo, la deficiente enseñanza y las desigualdades sociales. El Zarco, publicada en 1901, es su obra más esencial; rica en matices expresivos, giros idiomáticos y especificaciones del paisaje, la novela cuenta las aventuras de un bandido de ojos azules, líder de la banda "Los Plateados".

En su poesía (Rimas) se identifica con el paisaje en una sentida interpretación lírica. Su abundante producción en el género costumbrista se reunió bajo el título genérico de Paisajes y leyendas, tradiciones y prácticas de México, compendio de escritos y productos organizados en 2 volúmenes, el primero de los que debía editarse en 1884, mientras que el segundo solo ha podido ver la luz en 1949, en el momento en que había pasado prácticamente medio siglo desde la desaparición de su creador.

En sus trabajos de crítica literaria repitió la necesidad de sobrepasar la dependencia de los modelos de europa y de conseguir un estilo y una temática autóctonos, y manifestó su intención de hacer una novela nacional, sin dependencia de la europea, donde figurasen el indio, la historia mexicana y el paisaje patrio.

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