La historia del mundo la cuentan las personas queen el paso de los años, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado queel mundo, de una forma u otra,prospere.
Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. Hernando Domínguez Camargo es uno de esos seres humanos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Hernando Domínguez Camargo es comprender más sobre un periodo concreto de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la importancia que tuvo Hernando Domínguez Camargo en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que permaneció en la tierra fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Hernando Domínguez Camargo, sino que tal vez legó una señal mucho más vasta de lo que podamosconcebir en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Hernando Domínguez Camargo de modo personal.Hernando Domínguez Camargo ha sido uno de esos seres humanos que, por alguna causa, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
(Santafé de Bogotá, 1606 - Tunja, 1659) Poeta y jesuita colombiano de origen español cuya poesía se anota en el culteranismo barroco que inició Góngora en España.
Era hijo de Hernando Domínguez, natural de Medina de las Torres, y de Catalina Camargo Gamboa, natural de Bogotá pero originaria de Mompós. Su padre murió en el momento en que contaba 12 años de edad. Domínguez Camargo estudió en el instituto de los jesuitas; poco tiempo después, en el mes de mayo de 1621, ingresó en la Compañía de Jesús y, pasados un par de años, recibió los votos.
Como el instituto jesuita de esa localidad encaraba varios inconvenientes de sostenimiento gracias a lo tardío de su fundación, el provincial de la orden envió a Quito a un conjunto basto de estudiantes, entre aquéllos que figuraba Domínguez. El joven jesuita debió recibir una enorme impresión de este territorio, que recordó entonces en el poema A un salto por donde se despeña el arroyo de Chillo, y asimismo en la Invectiva apologética, una reflexión sobre la creación poética donde mencionó a la hacienda que la Compañía tenía en Chillo.
Domínguez regresó más tarde al Nuevo Reino, pero a la localidad de Cartagena, en cuyo instituto jesuita estuvo viviendo; allí fue donde emprendió verdaderamente su obra poética. A modo de ejemplo puede recordarse su poema Al agasajo con que Cartagena recibe a los que vienen de España. Algo esencial le ocurrió en esta localidad, si bien no se sabe, que lo impulsó a dejar la Compañía de Jesús el año 1636.
No renunció, en cambio, a su categoría sacerdotal, pero abandonó la costa y se trasladó al interior. En 1636 fue párroco de Gachetá, después de Tocancipá y Paipa y en 1650 de Turmequé, un pueblecito del altiplano cundiboyacense. Más tarde fue cura beneficiado de la iglesia parroquial de Tunja. El 18 de febrero de 1659 logró testamento en esta localidad y, pocos meses después, moría. Fue sepultado en la capilla del Rosario de la Iglesia de Santo Domingo.
La obra de Domínguez Camargo
La mayor una parte de las creaciones líricas de Hernando Domínguez Camargo se han publicado en el Ramillete de múltiples flores poéticas, de Jacinto de Evia (1676). Allí encontramos, por ejemplo, A la Pasión de Cristo y la citada A un salto por donde se despeña el arroyo de Chillo. Otra de sus creaciones resaltadas es el soneto A don Martín de Saavedra y Guzmán. Es interesante avisar que el exacerbado gongorismo de sus creaciones serias reduce hasta prácticamente ocultar en sus poemas satíricos, como puede observarse en el soneto A Guatavita.
Pero lo más importante de la obra de Domínguez Camargo prosigue el estilo del español Luis de Góngora, iniciador y máximo exponente del culteranismo. En 1666 el profesor don Antonio Navarro Navarrete publicó póstumamente en Madrid su obra mucho más larga y ambiciosa: San Ignacio de Loyola, principal creador de la Compañía de Jesús: Poema heroico. Escrito en octavas reales, el poema se compone de 9.600 versos organizados en 24 cantos, contenidos en cinco gruesos volúmenes. El libro es una biografía en verso del santurrón: cuenta la vida de San Ignacio de Loyola desde su nacimiento y bautismo hasta el día de hoy en que funda la ilustre Compañía de Jesús, tras sus campañas militares en Pamplona. El poema cuenta asimismo sus varias peregrinaciones, tal como su conversión al cristianismo y su penitencia.
Gongorino entusiasta y no exento de talento, dotado de geniales elementos de versificador, Hernando Domínguez Camargo es un figura representativa del barroco literario en la América de españa, cuya extensión solo es comparable a la del barroco de las artes plásticas. La opinión de este poeta sufrió las peripecias muy conocidas del juicio de la posteridad sobre el espíritu y forma del barroco. Si su editor del siglo XVII llama a Domínguez Camargo nada menos que "refulgente Apolo de las mucho más floridas musas de todo este Nuevo Orbe", Marcelino Menéndez Pelayo, que no fue muy piadoso con el culteranismo, afirma de su poema sobre San Ignacio que es "entre los mucho más lúgubres abortos del gongorismo, sin aspecto de talento que lleve a cabo aceptables sus aberraciones".
No difiere bastante el juicio del ilustre crítico colombiano don Antonio Gómez Restrepo, quien, si bien halla en la obra "versos sonoros, octavas realmente bien cortadas, rimas ricas", lamenta "el ahínco cerebral que supone el redactar una obra larga en que nada está dicho en forma natural y corriente". El poeta español Gerardo Diego ha dicho, no obstante, que "ingresando en los laberintos del poema, nos encontramos en recodos de encanto y de poesía, en el momento en que no de peregrina hermosura".
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