Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. Henry Ford es una de esas personas cuya vida, en verdad, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Henry Ford es comprender más sobre periodo preciso de la historia de la humanidad.
Las biografías y las vidas de personas que, como Henry Ford, cautivan nuestro interés, tienen que ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Henry Ford, el motivo por qué Henry Ford vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inevitable, la historia.
Empresario estadounidense (Dearborn, Michigan, 1863-1947). Tras recibir solo una educación elemental, se formó como técnico maquinista en la industria de Detroit. Tan próximamente como los alemanes Daimler y Benz comenzaron a publicar al mercado los primeros vehículos (hacia 1885), Ford se interesó por el proyecto y comenzó a crear sus prototipos. Sin embargo, sus primeros intentos fracasaron.
No alcanzó el éxito hasta su tercer emprendimiento empresarial, lanzado en 1903: la Ford Motor Company. Consistía en crear vehículos fáciles y económicos premeditados al consumo masivo de la familia media de america; hasta el momento el automóvil había sido un elemento de fabricación artesanal y de coste prohibitivo, designado a un público muy con limite. Con su modelo T, Henry Ford puso el automóvil al alcance de las clases medias, introduciéndolo en la era del consumo en masa; con esto contribuyó a modificar drásticamente los hábitos de vida y de trabajo y la fisonomía de las ciudades, realizando manifestarse la «civilización del automóvil» del siglo XX.
La clave del éxito de Ford radicaba en su trámite para achicar los costos de fabricación: la producción en serie, famosa asimismo como fordismo. Dicho procedimiento, inspirado en el modo perfecto de trabajo de los mataderos de Detroit, consistía en disponer una cadena de montaje a partir de correas de transmisión y guías de deslizamiento que iban desplazando de manera automática el chasis del automóvil hasta los puestos en donde consecutivos conjuntos de obreros efectuaban en él las tareas encomendadas, hasta el momento en que el turismo estuviese absolutamente terminado. El sistema de piezas remplazables, ensayado desde bastante antes en factorías americanas de armas y relojes, abarataba la producción y las reparaciones urgentes por la vía de la estandarización del producto.
La fabricación en cadena, con la que Ford revolucionó la industria automovilística, era una apuesta osada, ya que solo resultaría posible si encontraba una demanda con la capacidad de absorber su masiva producción; las dimensiones del mercado estadounidense ofrecían un marco propicio, pero además de esto Ford evaluó apropiadamente la aptitud adquisitiva del hombre medio americano a las puertas de la sociedad de consumo.
Siempre y cuando tenga existencia esa demanda, la fabricación en cadena dejaba ahorrar pérdidas de tiempo de trabajo, al no tener que moverse los obreros de un espacio a otro de la factoría, llevando hasta el radical las sugerencias de la «organización científica del trabajo» de Frederick Taylor, que tanta predominación tendrían en la segunda etapa de la Revolución Industrial. Cada operación quedaba compartimentada en una sucesión de tareas mecánicas y repetitivas, con lo que dejaban de tener valor las cualificaciones técnicas o artesanales de los obreros, y la industria incipiente podía explotar mejor la mano de obra sin cualificación de los inmigrantes que arribaban de forma masiva a Estados Unidos todos los años.
Los costos de adiestramiento a través de obra se redujeron, al paso que la descualificación a través de obra suprimía la incómoda actividad reivindicativa de los sindicatos de trabajo (basados en la cualificación profesional de sus integrantes), que eran las únicas organizaciones sindicales que tenían fuerza en aquella época en Estados Unidos.
Al tiempo, la dirección de la compañía adquiría un control riguroso sobre el ritmo de trabajo de los obreros, regulado por la agilidad que se imprimía a la cadena de montaje. La reducción de los costos dejó, en cambio, a Ford subir los sueldos que ofrecía a sus trabajadores muy sobre lo que era habitual en la industria de norteamérica de la época: con su popular salario de cinco dólares estadounidenses diarios se aseguró una plantilla satisfecha y nada problemática, a la que podía imponer reglas de conducta estrictas dentro y fuera de la factoría, observando su historia privada mediante un «departamento de sociología». Los trabajadores de la Ford entraron, merced a los altos sueldos que recibían, en el umbral de las clases medias, transformándose en usuarios potenciales de modelos como los vehículos que Ford vendía; una transformación popular se iba a operar en Estados Unidos con la adopción de estos métodos empresariales.
El éxito de ventas del Ford T, del que llegaron a venderse unos 15 millones de entidades, transformó a su desarrollador en entre los hombres mucho más ricos de todo el mundo, y también logró de la Ford entre las mayores compañías industriales hasta nuestros días. Fiel a sus ideas sobre la rivalidad y el libre mercado, no procuró monopolizar sus descubrimientos en temas de organización empresarial, sino procuró proporcionarles la máxima difusión; consecuentemente, no tardaron en surgirle contendientes en la industria automovilística, y próximamente la fabricación en cadena se extendió a otros ámbitos y países, abriendo una exclusiva era en la historia industrial.
Henry Ford, por contra, reorientó sus sacrificios hacia otras causas en las que tuvo menos éxito: fracasó primero en sus sacrificios irenistas contra la Primera Guerra Mundial (1914-18); y se desacreditó entonces organizando campañas menos loables, como la publicidad antisemita que propagó en los años veinte o la pelea contra los sindicatos en los años treinta.
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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son decididamente determinantes, ya que marcan la diferencia, y en la ocasión de la vida de alguien como Henry Ford, que poseyó su importancia en un momento concreto de la historia, es imprescindible tratar de brindar una visión de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.
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