Henry Adams

La historia del mundo está escrita por aquellos hombres y mujeres queen el transcurrir de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela sociedad, de un modo u otro,progrese.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas significativas como Henry Adams, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo fundamental para que seamos capaces de poner en valor no sólo la vida de Henry Adams, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Henry Adams, personas a quienes de un modo u otro Henry Adams influenció, y desde luego, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Henry Adams.

Vida y Biografía de Henry Adams

(Henry Brooks Adams; Boston, 1838 - Washington, 1918) Historiador y pensador estadounidense. Perteneciente a la octava generación de un robusto estirpe de labradores puritanos de Nueva Inglaterra, transformados en la mucho más ilustre dinastía aristocrática de america, que se vanagloriaba de tener 2 presidentes de los Estados Unidos y una ininterrumpida serie de consagrados hombres públicos, Adams se encontraba designado, prácticamente desde su nacimiento, a ocupar la Casa Blanca. Pero desde la adolescencia tuvo el presentimiento de ser, con su cuerpo enclenque, con sus sensibles nervios, con su aguda sensibilidad estética y su sabiduría introspectiva, incrédula y analítica, el "último" producto decadente de su estirpe.

El presentimiento era verdadero en parte únicamente, pero la zafiedad de la clásico política de america tras la guerra civil le repugnó; le dio la sensación de que no había lugar en aquella vida para un hombre como él, y experimentó hasta su muerte una alguna sensación de pesar y de responsabilidad, si no de vergüenza, frente a los espectros ancestrales que invadían su espíritu y le echaban en cara todo el tiempo lo que él definía (no sin una punta de irónica pose) su "fracaso".

Educado primero de una manera privado en la biblioteca de su padre, y después en el Harvard College, se licenció con la preocupación de haber aprendido poquísimo de aquello que podía servirle para entenderse a sí mismo y al planeta moderno. Inseguro sobre su futuro, emprendió el estudio del derecho civil en Alemania, viajó a lo largo de cierto tiempo por Europa, regresó a América, fue a lo largo de cierto tiempo secretario de su padre, que era entonces gerente en el Congreso, en Washington, y acompañó al mucho más adulto mayor Adams, en el momento en que éste fue nombrado embajador en Inglaterra.

Fue quizá su estancia de siete años en este país, estancia que coincidió con la guerra civil de america y sus horripilantes secuelas, la que confirmó terminantemente su impresión de estar excluido de toda participación activa en la vida nacional. Al mismo tiempo, como enviado particular de diarios del Este, comenzó a ejercitarse en el arte de ver y comentar los hechos históricos.

Las amistades londinenses con los geólogos Charles Lyell y Clarence King concluyeron que su modo de meditar se adaptara a una forma de pensar científica y metodológica. Sus comentarios sobre inconvenientes científicos y económicos fueron tan visibles que en 1870 fue llamado a América, donde se le confió la dirección de la North American Review (que se transformó, bajo su dirección, en un órgano vigoroso del pensamiento político sin dependencia) y la cátedra de Historia medieval en Harvard.

Pasando de la historia medieval a la historia universal europea y de america, Adams comenzó a realizar una teoría que veía la historia no como una sucesión de hombres y de hechos, sino más bien como un drama milenario de "fuerzas" impersonales análogo a las leyes geológicas de Lyell y a las de la teoría de la evolución de Darwin, fuerzas que actúan según principios propios y contra los que son impotentes los hombres (sus ascendentes puritanos habían explicado los sitios humanos a través de leyes interiores del alma no menos rigoristas.)

En 1870 se casó y de su matrimonio no nacieron hijos, pareciendo probarse conque la esterilidad era su destino. En 1877 abandonó la enseñanza y se trasladó a Washington, donde inició la carrera, que debía perdurar toda su historia, de "leal compañero de estadistas". Con su mujer y un pequeño círculo de amigos consagrados, Adams creó el quizá único "salón" refulgente que la ciudad más importante de los Estados Unidos había popular hasta el momento.

Hasta entonces, una sucesión de proyectos históricas sobre América acabó, en 1884, con el primer volumen de la monumental Historia de los Estados Unidos de América. De su pluma salieron asimismo 2 novelas (anónimas): Democracy (1880), amargo estudio de la desintegración de valores y también especiales en la escena política de america, y Esther (1884), estudio de la desintegración religiosa.

Pero la continuidad que su historia había comenzado a tomar fue interrumpida y trastornada bruscamente (o de esta forma lo consideró él) por el suicidio de su mujer en 1885. La catástrofe personal lo convirtió, si bien no rápidamente, en un artista imaginativo, inclinado a las meditaciones sobre el concepto de la historia y del destino del hombre; el mal logró de él un vagabundo sobre la tierra, en pos de claves que tengan la posibilidad de solucionar el inconveniente y de símbolos correctos para lograr expresarlo. Sus viajes por el Pacífico, por Oriente y por Europa brindaron término con su regreso a Washington (1892), localidad que se transformó ahora (cuando menos a lo largo de ciertos meses por año) en su base, y donde su salón fue de nuevo el corazón intelectual de la ciudad más importante.

Continuando los estudios sobre historia medieval y actualizada, Adams halló al fin los símbolos que precisaba: la Virgen María y el Dinamismo. La Virgen, fuerza histórica y objeto de culto universal que simbolizaba la unidad conseguida en el periodo 1150-1250 ("la etapa de la historia donde el hombre tuvo la mucho más alta iniciativa de sí como unidad en un cosmos unificado"); el Dinamismo, manifestación de energía impersonal y no humana que ha sustituido en el planeta moderno a la manifestación de energía simbolizada por la Virgen.

Habiendo reconocido los 2 puntos fijos en el tiempo, con relación a los que podían ser establecidas y medidas las fuerzas históricas, Adams se dedicó a crear los 2 cuadros de su díptico histórico y meditativo: Mont Saint-Michel y Chartres, estudio sobre la unidad del siglo XII, y La educación de Henry Adams: estudio sobre la multiplicidad del siglo XX, no una autobiografía, sino más bien un examen de sí como "ejemplar" histórico, puesto que por su visión trágica de todo el mundo moderno, Adams recurre a medios expresivos, apropiados al aristócrata que era él: contención estoica, noble especialidad de la duda, decoro, ironía y fría introspección intelectual (había aprendido bastante de Pascal y de Voltaire).

La obra mucho más famosa de los últimos años de su historia fue Carta a los instructores americanos de historia (Letter to American Teachers of History, 1910), en donde muestra la teoría por la que el primer principio del "impulso" histórico es la segunda ley de la termodinámica: la ley de la dispersión de la energía. El tímido, irritable y corrosivo adulto mayor, si bien respetuoso y cortés, prodigó sus últimos aprecios a un ejército de tiernos sobrinos y al estudio de las canciones medievales francesas.

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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son decididamente determinantes, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de alguien como Henry Adams, que detentó su significación en un momento concreto de la historia, es fundamental tratar de brindar una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.

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