Henri Bergson

Apreciar las luces y las sombras de las personas significativas como Henri Bergson, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa sustancial para que podamos apreciar no sólo la vida de Henri Bergson, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Henri Bergson, personas a quienes de de una forma u otra Henri Bergson influyó, y indudablemente, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Henri Bergson.

Vida y Biografía de Henri Bergson

(París, 1859 - 1941) Filósofo francés. Llamado el pensador de la intuición, Bergson procuró la solución a los inconvenientes metafísicos en el análisis de los fenómenos de la conciencia. En el lote filosófico, reactualizó la tradición del espiritualismo francés y encarnó la reacción contra el positivismo y el intelectualismo de finales de siglo.

Integrante de una familia judía de origen polaco, efectuó sus primeros estudios en el Liceo Condorcet, sobresaliendo en las disciplinas tradicionales y mucho más aún en las matemáticas. En 1891 se casó con Louise Neuburger, prima de Marcel Proust. Obtuvo el doctorado en filosofía merced a 2 disertaciones: Quid Aristoteles de ido senserit y Essai sur le données immédiates de la conscience (1889). En 1897 fue nombrado "Maître de conférences" de la Escuela Normal, y un par de años después empezó a dictar clases en la cátedra de filosofía actualizada del Collège de France. Su enseñanza alcanzó gran éxito. No se le dejó el ingreso a la Sorbona por la oposición del conjunto de académicos tradicionalistas.

En 1914 fue nombrado integrante de la Academia de Francia, y en 1927 ganó el premio Nobel de Literatura. Durante la Primera Guerra Mundial desarrolló una intensa tarea como conferenciante en acompañamiento de la Entente. Al formarse en la Sociedad de Naciones el Comité para la cooperación cultural, Bergson fue solicitado de la presidencia. En los últimos años se sentía poco a poco más cerca del catolicismo, pero evitó la conversión oficial pues, como confesó en su testamento, temía respaldar con su prestigio el antisemitismo fomentado en Europa por el nazismo.

Sus proyectos primordiales son Matière et memoire (1896); Le rire (1901); L´évolution creatrice (1907, obra que consiguió colosal resonancia y difusión); L´énergie spirituelle (1919); Durée et simultanéité (1922); Le pensée et le mouvement (1934, compilación de ensayos y charlas, entre los que están la Introduction à la metaphysique, 1903, refulgente síntesis de la filosofía de Bergson, y L´intuition philosofique, charla pronunciada en el congreso de Bolonia, 1911); Le possible et le réel (1930); y Les deux sources de la morale et de la religion (1932).

Su pensamiento filosófico

Bergson tuvo una capacitación esencialmente positivista. La enseñanza en las academias superiores francesas, y en concreto en la Normal donde él estudiaba bajo la orientación de los instructores Léon Ollé-Laprune y Émile Boutroux, proseguía las doctrinas de Kant y la tradición kantiana; pero Bergson prefirió el estudio de los ingleses, primordialmente de Herbert Spencer. En un primer instante Bergson deseó perfeccionar las teorías de Spencer, pero al esperar similar labor se encontró con lo que se transformaría en el inconveniente central de su pensamiento: la cuestión del tiempo. El el mismo instante, vivido, no puede ingresar en las fórmulas de las ciencias, pues éstas se atraen únicamente en lo que es susceptible de medida.

Esto indujo a Bergson a cambiar su programa y a entregarse al estudio de todos esos métodos de ser que escapan a medida y a la ciencia, y que requieren un método de conocimiento distinto. Se apartaba de esta manera del positivismo para adentrarse en la "filosofía de la intuición". Dejaba asimismo el sendero de la explicación a través de las matemáticas para procurarlo mediante las ciencias biológicas, sicológicas y sociológicas, sosteniendo exactamente el mismo respeto hacia la experiencia. Siempre con base en este "respeto por la experiencia", Bergson se ofrece una descripción de los estados de conciencia aprehendidos de manera directa a través de la introspección, y contra la psicología en fase de prueba positivista, que quiere poner en relación los datos internos de la conciencia con los hechos físicos externos.

No obstante, los hechos psíquicos se viven en una dimensión diferente a los hechos físicos. Por ejemplo, el tiempo vivido por la conciencia es una duración real donde el estado psíquico presente guarda el desarrollo del que procede y es al unísono algo nuevo. Todos los estados de la conciencia se compenetran y dan vida a una amalgama en constante evolución. Además, la ciencia (y el los pies en el suelo) choca contra dualismos irremediables: materia-espíritu, extensión-pensamiento, necesidad-independencia.

Este inconveniente lo encara en su libro Materia y memoria. La memoria pura y espiritual es la que caracteriza la vida profunda de la psiquis. Lo que limita nuestra conciencia total es el cuerpo, y mucho más en concreto el cerebro, imponiendo el olvido de ciertos conceptos. El cerebro es un órgano de traducción y de unión: por una parte traduce la actividad de la conciencia en movimientos, y por otro vincula la conciencia a la verdad exterior. El cuerpo tiene como función fundamental "limitar, con vistas a la acción, la vida del espíritu", pero el espíritu precede y trasciende al cuerpo, lo empuja alén del presente y del pasado hacia el futuro; lo reabsorbe dentro de su duración. La materia, por ende, se enseña a través de unas algunas vibraciones equivalentes entre sí. Cuanto mucho más se desciende dentro de nuestro espíritu, tanto mucho más incrementa la tensión y reduce la homogeneidad de los movimientos.

En su escrito Introduction a la métaphysique lleva a cabo extensamente este término, distinguiendo las duraciones mucho más distendidas y uniformes (propias de la materialidad, de las que se llenan los métodos de las ciencias), y las mucho más intensamente cualitativas, que tienden al máximo de una concentración total, la "eternidad de vida" (propias del objeto de la metafísica). La metafísica penetra en el fondo, capitalizando la dirección natural del pensamiento con un acto de conocimiento interior que Bergson llama intuición. La intuición es esa simpatía a través de la que uno se introduce en la interioridad de un elemento para encajar con lo que éste tiene de único. Con la intuición, Bergson halla un procedimiento cognoscitivo contrapuesto al procedimiento científico y amoldado al objeto que la ciencia, por su naturaleza, deja fuera.

Sobre estas bases, Bergson encara el tema de la evolución en su libro L´évolution créatrice que, como nos enseña la experiencia, perjudica asimismo al cosmos. Comienza rechazando el modelo de Spencer (determinismo) tal como el evolucionismo finalista, en tanto que los dos niegan la espontaneidad y la noticia del desarrollo real. La evolución de la verdad es "ímpetu escencial" (élan escencial), acción que de manera continua se crea y se enriquece. La vida natural medra como un haz de estrellas, como un fuego de artificio que se separa al reventar en múltiples direcciones.

La primera bifurcación del ímpetu escencial da rincón a la distinción entre el animal y la planta. La planta detiene prontísimo su evolución; el animal, no obstante, se proyecta mucho más allí, merced al movimiento y al instinto, en múltiples direcciones, ciertas cuales resultan fecundas, y otras no. El instinto genera sus instrumentos orgánicos, pero en ellos mismos establece su límite. La sabiduría humana, no obstante, es con la capacidad de crear sus instrumentos inorgánicos, para colmar una insuficiencia del instinto natural.

La sabiduría pone al hombre en el sendero de la conciencia y del término, tal es así que logre contestar mejor a sus pretensiones vitales. Por ello crea "formas vacías", categorías y esquemas (y más que nada el lenguaje, al que no llega el animal). La mucho más alta expresión de la abstracción se encuentra en la ciencia, cuyo instrumento es el intelecto, y cuyo trámite característico es el análisis. Pero el intelecto no es el único medio de expresión de el intelecto. Ésta se expresa asimismo en el instinto acompañado de la conciencia. Esa vuelta al instinto, desinteresada y siendo consciente de sí, es lo que Bergson llama "intuición". La intuición se transforma en el órgano de un real conocimiento participativo que se expresa en el arte, si va dirigido a lo individual, y en la metafísica, si tiene relación a la integridad de la vida en su ímpetu escencial.

El primordial aporte de Bergson al arte lo forma la doctrina de la intuición, ya que merced a ella el hombre es con la capacidad de plasmar en imágenes, no menos que en pensamientos, la esencia profunda, indivisible y, como tal, inefable, de la verdad. El artista, como el pensador, se expresa no tanto a través de el lenguaje, cuanto pese al lenguaje.

Enlazando con el "ímpetu escencial" que llevó al planeta a su evolución, Bergson comprueba que la naturaleza ha destinado al hombre hacia la evolución popular, lo mismo que a las hormigas o a las abejas. Pero los logros del hombre no están por defecto como los de aquellas, sino dependen de su sabiduría y de su intención. Lo que mucho más acerca al hombre al impulso constructor es exactamente la ética y la religión. Pero hay que distinguir una doble ética: la clausurada, que es una ética de hábitos, que la red social inculca en sus integrantes para su autosupervivencia, y que actúa únicamente para los integrantes de esa red social, y una ética abierta, aun de amor, que no conoce límites, que se prolonga a todos y cada uno de los hombres, e inclusive a todo lo desarrollado.

Ámbas fuentes de la ética y de la religión son, ya que, la presión popular y el impulso del amor. La diferencia entre ellas no es gradual, sino más bien cualitativa. En la práctica, no obstante, las dos van juntas: la primera presta a la segunda algo de su carácter obligación, y la segunda, algo de su impulso. A la sociedad clausurada corresponde una religión de mitos que trata de frenar los excesos de los hombres. Es caracteristica de las sociedades viejas, estáticas, supersticiosas y violentas.

Con la llegada de la ciencia y de la industrialización, preparadas por la enorme revolución espiritual del cristianismo, se permite para el hombre una sociedad abierta, activa, democrática y no beligerante. No ignora Bergson los efectos negativos acarreados por la revolución industrial y el avance tecnológico, pero ello es porque el hombre ha sustituido al gozo constructor por la búsqueda del exitación. La técnica habría de ser un instrumento de liberación para todos, en vez de ser una continua fuente de guerras e inclusive un riesgo de autodestrucción.

Bergson enfrenta a este sombrío panorama un nuevo salto evolutivo de la clase, en un nuevo misticismo que, impulsado por la fuerza del la intuición y de la técnica se traduzca en amor "universal y activo". La mística, afirma Bergson, llama a la mecánica, y la mecánica a la mística, esto es, la mecánica demanda un "suplemento del alma" con la capacidad de domeñar las fuerzas inusuales desencadenadas por el intelecto del hombre. Sólo así va a poder realizarse "la función popular del cosmos, que es una máquina para llevar a cabo dioses".

La enseñanza de Bergson fue continuada en el Collège de France por Y también. Le Roy, quien acentuó la interpretación utilitarista de la ciencia, y propagó las ideas de Bergson en el ámbito de la reforma religiosa del modernismo. Su predominación se extendió asimismo al campo de las artes y de las letras. No se puede charlar de escuela bergsoniana, pero sí del fenómeno cultural del "bergsonismo".

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