Conocer las luces y las sombras de las personas relevantes como Hashemi Rafsanjani, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa fundamental para que podamos apreciar no sólo la existencia de Hashemi Rafsanjani, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Hashemi Rafsanjani, personas a quienes de un modo u otro Hashemi Rafsanjani influyó, y indudablemente, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Hashemi Rafsanjani.
Las biografías y las vidas de personas que, como Hashemi Rafsanjani, seducen nuestra curiosidad, deben valernos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Hashemi Rafsanjani, el motivo por qué Hashemi Rafsanjani vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inevitable, la historia.
(Ali Akbar Hashemi Rafsanjani; Rajsanjan, 1934) Político y espiritual iraní que comenzó a comprar importancia político a lo largo de los años de la revolución islámica que derribó al Sha en 1979 y que elevó al poder al límite líder del movimiento fundamentalista islámico, el Ayatolá Jomeini. A partir de ese instante, lideró el Partido de la República islámica desde 1980, hasta el momento en que en 1989 se transformó en el máximo dirigente político iraní al ocurrir en el cargo de Presidente de la República a Jomeini, tras su fallecimiento.
Nativo de el seno de una próspera familia de granjeros que vivían en Rajsanjan, en la zona de Kermän, Rafsanjani se trasladó poco después a la localidad sagrada de Qum, donde se dedicaría a llenar sus estudios religiosos desde 1948. Durante estos años en el seminario teológico de Qum, Rafsanjani fue alumno de Ruhola Jomeini, más tarde máximo dirigente de Irán, que desde el primer instante ejercitó una enorme predominación sobre él. Ambos compartían un total rechazo de la política creada por el régimen del Sha Mohamed Reza Pahlevi.
Sobre esta base se fermentó una permanente comunión política que transformó a Rafsanjani en el gerente absoluto de Jomeini durante los años en los que éste continuó en el exilio, tras ser expulsado en 1962 del país exactamente por su pública y activa oposición al régimen. Rafsanjani, que había logrado lograr el nivel de hojatolislam, dignidad religiosa islámica que ocupa el segundo nivel en la jerarquía, abajo tan solo del ayatolá, fue detenido en varias oportunidades y continuó desde 1975 hasta 1977 en prisión por sus ocupaciones políticas.
Ambos líderes, Rafsanjani y Jomeini, intentaban eludir que las tradiciones y opiniones religiosas que desde hace tiempo de historia habían dirigido los designios de su pueblo finalizaran con la política de modernización que Mohamed Reza llevaba a la práctica y que, lo que era mucho más grave, provocaban la incursión de los intereses de las potencias extranjeras, eminentemente los Estados Unidos de América, en Irán. Esto ponía al país en una situación de mero satélite en la sociedad en todo el mundo y provocaba en el interior una acelerada occidentalización que incumplía los primordiales designios de la fe islámica, rectora en cualquier ámbito de la vida.
La Revolución islámica fue la culminación de una tensión creciente durante los últimos años. Se desencadenó al final en 1979 y formó entre los capítulos mucho más sanguinolentos en la crónica de Irán. Jomeini ascendió hasta la presidencia de la República islámica de Irán, al tiempo que Rafsanjani se transformaba en integrante del Consejo innovador. Tan solo un año después, la astucia política de Rafsanjani y su lealtad hacia el Ayatolá Jomeini le facilitaron el ascenso hasta el liderazgo del Partido de la República Islámica y la presidencia del parlamento iraní (Majilis).
El éxito de la revolución dejó la involución de la sociedad iraní, que volvió a empapar su historia y sus acciones de absoluta religiosidad. El nuevo régimen estableció un nuevo servicio en el que la política y religión continuaban completamente enlazadas. Su concepción fundamentalista llevó hasta su radical máximo la comunión entre el Islam y el Estado, que no dejó de ninguna manera la mucho más mínima desviación ideológica.
La opresión fue el arma que se empleó para seducir a todos los que no comprendían como incompatibles la modernización y el sentimiento espiritual. La política exterior padeció un cambio extremista. El régimen no ocultó los sentimientos anti-norteamericanos que se habían cultivado a lo largo de largo tiempo, gracias a las incursiones económicas de este país que le dejaban influir en la política interior.
Rafsanjani se transformó en la segunda figura más esencial del país a lo largo de todos estos años. Su papel a lo largo de la Guerra irano-iraquí desde 1980 hasta 1989 adquirió mucho más significación, ya que era la única persona con la capacidad de influir en la suprema autoridad política representada por Jomeini. Él fue quien convenció a Jomeini a fin de que admitiera el prominente el fuego de agosto de 1989 que dio fin al enfrentamiento que a lo largo de los últimos años se había mantenido como una guerra de guerrillas o guerra de desgaste, en la que los iraquíes estaban firmemente apoyados para su cuidado por los Estados Unidos.
En ese año murió el Ayatolá Jomeini. Mientras Alí Jamenei aceptaba el cargo supremo del Estado como guía de la Revolución, Rafsanjani aceptaba, tras haber realizado él mismo un incremento del poder ejecutivo, el cargo de presidente de la República. Las esperanzas abiertas sobre la novedosa dirección política del país no dejaron indiferentes a ninguno de los ámbitos políticos.
Para los campos mucho más conservadores, seguidores de las líneas duras islámicas, la novedosa política respecto a las relaciones de todo el mundo, tras haber llegado a un convenio con los Estados Unidos de Ronald Reagan para la liberalización de rehenes en lugar de armamento y el progresivo acercamiento a occidente, generalmente, y a Europa particularmente, dejando atrás el férreo aislamiento de los años de Jomeini, significaba una traición. Rafsanjani ordenó la ejecución de los mucho más esenciales contrarios políticos con el objetivo de poder proseguir con su política pragmática.
En situación, Rafsanjani sostuvo una política de clara ambigüedad en todo el mundo con la meta de servirse de las coaliciones y enemistades entre países en beneficio propio. Si en ciertos instantes pareció entablar alguna normalización en sus relaciones con occidente, al tiempo cooperaba con la República Popular China de cara al desarrollo de armamento nuclear.
La tímida liberalización del país a lo largo de los años de Rafsanjani como máximo dirigente era una parte de su programa político, pero además de esto se proponía como algo ineludible, ya que Irán padecía una destacable anemia consecuencia del largo periodo de tiempo aislacionista y de la extendida guerra mantenida con Irak, que había minado su fortaleza económica y política. En 1991, a lo largo del enfrentamiento de la Guerra del Golfo Pérsico entre los Estados Unidos y también Irak, la ambigüedad prosiguió siendo su mejor arma en su deseo de sostener independencia exterior, y se dedicó a criticar fuertemente tanto a los Estados Unidos como a Irak.
Verdaderamente no existía una prioridad importante entre los dos contendientes, si bien el acatamiento de Irak suprimiría a un viable contrincante como capacidad de la región. En 1993, las selecciones de presidentes festejadas en el mes de junio volvieron a dar a Rafsanjani la oportunidad de comenzar un nuevo orden. Esto impidió que Rafsanjani pudiese presentarse a las selecciones en general de 1997, en las que Mohamed Jatami, considerablemente más pragmático y liberal que Rafsanjani, consiguió la victoria.
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