Ya sea inspirando a otros o formando parte de la acción. Gregorio Imedio es uno de esos sujetos cuya vida, realmente, merece nuestra atención por el grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Gregorio Imedio es conocer más sobre periodo preciso de la historia del ser humano.
Las biografías y las vidas de personas que, como Gregorio Imedio, cautivan nuestro interés, deben valernos siempre como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Gregorio Imedio, porqué Gregorio Imedio vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Calzada de Calatrava, 1915 - Madrid, 2002) Empresario español, constructor del habitual pegamento que transporta su nombre. Gregorio Imedio nació en 1915, en Calzada de Calatrava, provincia de Ciudad Real, donde unas décadas después vería la luz otro universal personaje, el director de cine Pedro Almodóvar.
Su padre, aparte de una droguería, administraba un cine de verano, y Gregorio, un chaval de quince años, era el responsable de la cámara y de dibujar el letrero anunciador de las películas. Acostumbrado a llevar a cabo ensayos con los modelos químicos en la tienda paterna y a efectuar empalmes con las cintas cinematográficas, un día observó que con acetona se conseguía la unión de la celulosa del celuloide y se producía una gelatina que se pega.
Ese hallazgo le llevó a ofrecer con la fórmula óptima, no sin antes romper en el hogar una gran parte de la vajilla para realizar pruebas de pegado y revisar su resistencia. Tenía entonces dieciséis años. Su única capacitación fue la escuela y jamás, si no fue por propia afición, tuvo ingreso a libros de química.
Versátil y polifacético, siempre y en todo momento se encontraba ocupado en algo: en el avance de alguna iniciativa o en la creación y el diseño definitivo de un nuevo aviso promocional para su producto estrella y, en los últimos años, en otros que comercializaría la compañía, construída en 1944. Gregorio creó, en verdad, el logo de la marca, y su primera inversión fue de quinientas pesetas. Garrafas de vidrio, marmitas, jeringuillas de chapa y cilindros y tenazas para cerrarlos fueron sus primitivos instrumentos.
Productos Imedio, S. A.
Imedio se sirvió de su capacidad, su intuición, su los pies en el suelo y la brillantez que le caracterizaban como empresario para ofrecer con un pegamento transparente que lo unía todo y cuya fórmula fue su misterio mejor guardado a lo largo de décadas.
Después del descubrimiento original vinieron otras fórmulas complementarias que terminaron dándole una gama de modelos adhesivos. Gregorio se dedicó a crear pegamentos en cantidad, los envasaba en botes a través de jeringuillas y los daba a evaluar a los clientes del servicio de su padre. Incluso se sirvió de los viajantes de su progenitor, a quienes obsequiaba botes de pegamento a fin de que lo diesen a evaluar y lo difundieran por otros sitios.
Cuando se resolvió a montar una industria en toda regla solicitó la colaboración de los potentados del pueblo y absolutamente nadie creyó en él. Sólo su cuñado Pedro Ciudad Torres se transformó en su colega para toda la vida nueve años una vez que Gregorio diese con la fórmula de su enorme proyecto.
Alquilaron un local, y también empezaron la aventura. La Guerra Civil paralizó sus ocupaciones y, en 1944, tras sobrepasar todos y cada uno de los problemas para abastecerse de materias primas, renació Productos Imedio en compañía de su cuñado. Por entonces la factoría generaba ahora unos doscientos cilindros diarios.
Éxito y venta de la compañía
En 1972 levantaron una actualizada industria con instalaciones deportivas y de ocio para sus usados, la mayor parte de los que eran mujeres. La peculiar forma de comprender la administración empresarial de estos calzadeños incluía la realización de un viaje de forma anual de toda la plantilla, usados y directivos, ajeno del periodo habitual de vacaciones. El primer viaje que hicieron fue en carro y los últimos en avión.
La factoría y el negocio funcionaron con perfección. Aún de esta forma, en 1988, en el momento en que Gregorio ahora se encontraba jubilado, una internacional de holanda, Perfecta Chemie, adquirió Imedio. La compañía prosiguió en Calzada, donde se envasaba el producto que se traía de los Países Bajos.
Don Gregorio, como ahora era llamado por todos lados, decidió entonces pasar largas temporadas adjuntado con su mujer, Dolores Trujillo, en Madrid, acompañados de sus seis hijos. Murió el 9 de enero de 2002 en su casa de la ciudad más importante, tras mantenerse trece días ingresado en La Paz, a consecuencia de una parada cardiaca ocasionada por una neumonía.
Es posible que las presentes generaciones de las novedosas tecnologías no conozcan, como sus «ancestros» de la posguerra, «la solución para todo», como cantaba aquel pegadizo eslogan desarrollado por Gregorio Imedio: «El antídoto, pegamento Imedio». Muchos de sus viejos individuos ignoraban, no obstante, que el nombre de la marca se correspondía con el del apellido de su inventor, que creó la fórmula de la cola sin solamente entendimientos químicos y que después la comercializó de forma exitosa. Pocos se habían planteado, hasta el momento en que las necrológicas lo desenterraron del olvido, a qué respondía el título Imedio.
El inventor fue un personaje de espíritu revolucionario, apasionado de los trenes en miniatura, la mecánica y el dibujo. Melómano de los tradicionales y la canción habitual de españa, fue un hombre muy trabajador, de carácter alegre, simple y muy humano que preservó hasta el último instante de su historia la cabeza abierta y la aptitud de dejarse asombrar por las cosas mucho más sencillos. Fue, de todos modos, un adelantado a su tiempo y se ganó a pulso un hueco en la historia empresarial de españa.
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