Georges Seurat

La historia de la civilización la escriben aquellas mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado quela sociedad, de un modo u otro,progrese.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la importancia que tuvo Georges Seurat en la historia. Cómo vivió y lo que hizo en el tiempo en que estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para aquellas personas que conocieron a Georges Seurat, sino que quizá dejó una huella mucho más honda de lo que logremosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Georges Seurat de forma personal.Georges Seurat fue una de esas personas que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Georges Seurat

(París, 1859 - id., 1891) Pintor francés. Ingresó muy joven en el taller de Lehmann, donde aprendió las teorías sobre la luz y el color inspiradas en el clasicismo de Ingres. Más tarde participó en la fundación del Salón de Artistas Independientes, que reunía pintores de novedosas tendencias como el neoimpresionismo o puntillismo, corriente de la que fue el iniciador. Seurat llevó al máximo la experiencia impresionista y, en vez de reproducir los efectos de la luz, comenzó a colorear a través de toques apartados y a plasmar las formas reducidas a sus especificaciones fundamentales. En un transcurso de siete años efectuó sus cuadros mucho más esenciales: Un baño en Asnières (1884), Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1886), su pieza maestra, y Parada del circo (1888), entre muchas otras. Los puntos profesionales de su obra influirían en los fauves, y sus estrictos estudios teóricos, en los cubistas.

El estudio científico del color y la sistemática división de las tonalidades cromáticas fueron los principios fundamentales que inspiraron la metódica búsqueda de los autodenominados pintores neoimpresionistas o puntillistas. Estos artistas llevaron a sus últimas secuelas los planteamientos que, de modo mucho más deducible, habían creado los impresionistas. Interesado por los adelantos en el estudio del color (completados por Eugène Chevreul, Charles Blanc y Oden Rood), Georges Seurat experimentó cerca de fenómenos ópticos, como la descomposición de la luz o el efecto de intensificación de la percepción producido por la presencia simultánea de colores complementarios.

Para lograr plasmar la visualización pictórica de estos principios, Georges Seurat efectuó una disminución progresiva de la pincelada hasta reducirla a pequeños puntos de colores puros, sin combinar, que al derretirse en la retina del que contempla el cuadro generan un efecto de enorme iluminación y también intensidad cromática. La lectura de los autores convocados y sus indagaciones con las "mezclas ópticas" lo llevaron a buscar la plasmación de colores secundarios refulgentes (por servirnos de un ejemplo, el verde) a través de colores primarios (azul y amarillo) que no están verdaderamente mezclados sino más bien próximos, tal es así que es el ojo humano el que, a determinada distancia, siente el color buscado. Paul Signac, en su libro De Delacroix al neoimpresionismo, descubrió los misterios de esta técnica, que una parte del principio de que el color negro no existe en la naturaleza y que, por este motivo, logra los tonos grises sin recurrir al mismo. El "puntillismo", designación que no era del gusto de sus desarolladores, toma el nombre de los puntos y rayas cortas yuxtapuestas que conforman la trama de esta pintura.

Las ideas de Seurat fueron consecutivas por Signac; los dos se conocieron en el Salón de los Independientes de París del año 1884, sitio en que exponían los pintores aún extraños, a los que la Academia Francesa no reconocía bastante calidad para mostrar en la exhibe oficial. En 1885 se les unió Camille Pissarro; los tres pintores formaron el núcleo del conjunto que sería entonces popular con el nombre de neoimpresionistas o puntillistas. Al igual que los impresionistas, procuraban expresar las calidades fundamentales de la luz y el color. Pero pese a apuntar a objetivos afines, estos 2 movimientos pictóricos se contraponían.

El impresionismo había conferido a la pintura novedosas libertades. Había ensanchado la paleta con tonos frescos, brillantes; tenía que ver con omitir las convenciones de cualquier escuela, de abolir las inhibiciones en el momento de colorear. Los impresionistas se liberaron del exceso de contemplación y razonamiento constructivista al empleo: pretendían capturar el instante fugaz, su transitoriedad, sus matices alterables. Los puntillistas respondieron contra esta fugacidad. En vez de una aproximación instintiva, de unos métodos aproximadamente improvisados, ellos deseaban localizar una técnica razonada, normativa, perenne. Seurat había estudiado esmeradamente a los tradicionales (Poussin, Delacroix, Ingres y otros), para entregar al final la mayor relevancia a la composición: esta debía ser, según él, minuciosa en radical. Sus teorías de de qué manera debían situarse los pequeños puntos de color para hacer los diferentes matices se fundamentaban en los mucho más recientes descubrimientos sobre la luz y la visión.

La predominación del puntillismo fue extensa, pero de corta duración, ya que lo riguroso de las reglas chocaba con la sensibilidad caracteristica de cada artista. Además, las ideas en sí mismas eran bien difíciles de llevar a la práctica y la teoría dejaba varios inconvenientes sin solucionar. Cuando los pequeños puntos no conseguían derretirse, generaban exactamente el mismo efecto que un mosaico. Sin embargo, aun en el momento en que el puntillismo fuera de forma rápida descuidado, consiguió varios logros, entre aquéllos que se cuenta el de favorecer la creencia de que el arte debía respaldarse en el saber científico, iniciativa que, de alguna manera, condujo al nacimiento del cubismo (Picasso, Georges Braque) y del arte abstracto (Kandinsky, Piet Mondrian).

El comienzo del neoimpresionismo o puntillismo puede datarse en 1883, en el momento en que Georges Seurat, animado por la aceptación de 2 de sus proyectos en el Salón de aquel año, efectuó una larga serie de dibujos y bocetos con ocasión de la presentación de Un baño en Asnières (1883-1884, National Gallery, Londres) para el Salón de 1884. La obra, más allá de que era una composición armoniosa efectuada con suma meticulosidad, fue rechazada y presentada más tarde en el primer Salón de Artistas Independientes.

Con Un baño en Asnières, Seurat pretendió equipararse a los impresionistas, encarando un tema bastante común entre ellos: el recreo al aire libre. Los efectos luminosos, como el reflejo del cielo en el agua, son tratados con sumo aspecto, y la relevancia del volumen y sus contornos, tal como lo premeditado de la composición, nos remiten a Piero de ella Francesca. Del mismo modo que Cézanne, Seurat tiende a la realización de elementos geométricos, si bien elegantemente afinados. Su forma de efectuar la pintura fue asimismo completamente diferente de la de los impresionistas: trabajó la escena en su estudio en el transcurso de un largo período temporal, y empleó tanto apuntes completados en forma impresionista como dibujos cuidados y prácticamente académicos para cada aspecto del cuadro, introduciendo las ropas de los bañistas dejadas en el suelo. El resultado es una pintura de persistente y tradicional calidad, en que cada línea, cada color, están calculados con precisión científica y donde no hay nada accidental.

En la octava y última exposición impresionista (1886), Seurat presentó, con enorme éxito, otra obra ambiciosa: Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1884-1886, Art Institute, Chicago). En la temporada en que Georges Seurat pintó este cuadro, las clases parisienses mucho más respetables asistían las tardes de cada domingo a la isla de la Grande Jatte, en el río Sena, para pasear. Tras muchas horas de observación y varios bocetos del sitio (se conocen sesenta estudios y bocetos de esta obra), Seurat inmortalizó uno de esos instantes.

Su esquema compositivo es mucho más complejo que el de Un baño en Asnières, dada la necesidad de integrar armónicamente 40 individuos en un extenso paisaje. En esta obra monumental, el pintor radicalizó su iniciativa al contraponer un espacio escalonado en oposición al esquema bidimensional de las figuras, cuyos concretes están nítidamente acotados. En la obra hace aparición algún elemento simbólico, como el mono del primer chato que, pese a ser una mascota corriente en la temporada, comúnmente se ha anunciado como la personificación del erotismo. La lona ejercitaría una enorme predominación en ciertos artistas contemporáneos suyos, como el holandés Vincent Van Gogh.

En La parada (1888, Metropolitan Museum, Nueva York), Seurat representó un espacio nocturno iluminado por luz de gas, bajo una atmósfera espesa y lúgubre. En esta ocasión las formas geométricas deshumanizan a los individuos, dotándolos de determinada rigidez arcaizante. En general, su obra se identifica por sus figuras hieráticas que nos recuerdan, en cierta manera, la estatua egipcia y a Piero de ella Francesca. Sus cuadros son un claro rechazo de la pintura de carácter "romántico" cultivada por Manet, y su obra estableció las premisas de lo que después sería el fauvismo y el cubismo.

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