La historia de la civilización la narran los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han ocasionado queel género humano, de un modo u otro,prospere.
Ya sea inspirando a otros o formando parte de la acción. Garci Rodríguez de Montalvo es uno de esos seres humanos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra atención debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Garci Rodríguez de Montalvo es conocer más acerca de una época concreta de la historia del género humano.
Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la importancia que detentó Garci Rodríguez de Montalvo en la historia. El modo en que vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que conocieron a Garci Rodríguez de Montalvo, sino que tal vez legó una señal mucho más insondable de lo que podamosfigurar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Garci Rodríguez de Montalvo de modo personal.Garci Rodríguez de Montalvo ha sido un ser humano que, por alguna causa, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
(Siglo XV) Escritor español que debe su popularidad a Amadís de Gaula, la mejor y mucho más célebre novela de caballerías en lengua castellana. Aunque no fue el constructor del inmortal caballero, Garci Rodríguez de Montalvo dio forma determinante a su crónica al realizar una refundición del artículo viejo de los tres primeros libros del Amadís de Gaula, cuyo tono rápido atenuó imbuyéndole un carácter ética; el cuarto libro, que trata de la monarquía universal, debe de considerarse íntegramente o prácticamente íntegramente de el, exactamente la misma el quinto, que tiene dentro una continuación del Amadís de Gaula interpretada por el hijo de Amadís y llamada Las sergas de Esplandián.
Las únicas y pocas novedades que se preservan de Garci Rodríguez de Montalvo derivan del prólogo a los tres primeros libros, tal como de lo que el creador puso en boca de Urganda en el capítulo XCVIII de Las sergas de Esplandián. Garci Rodríguez de Montalvo debió proseguir la carrera de las armas desde muy joven y, en el momento en que trabajaba en el Amadís, ejercitaba el cargo de regidor de Medina del Campo. Por el opuesto, en el momento en que escribió Las sergas de Esplandián era ahora maduro, y como asegura haber popular en Castilla a múltiples reyes y reinas, es de sospechar que naciese en tiempos de Juan II y que en el instante de la toma de Granada, en 1492, tuviese al menos cincuenta años.
Aparentemente empleó un buen tiempo en la composición de sus proyectos y que las acabó poco tras la conquista de Granada y de la expulsión de los judíos, pues no se charla en ellas de hechos siguientes. De otras novedades que da de sí se deduce que agradaba bastante de la caza, que en 1482 era noble, que tenía poca afición a la administración doméstica, que se encontraba poco dotado de sentido práctico y que era muy predispuesto a la imaginación y a abstraerse de la verdad.
No es totalmente seguro su apellido, en tanto que en la primera edición del Amadís de Gaula (Zaragoza, 1508) diríase que el libro fue corregido y enmendado por "el honrado y virtuoso caballero Garci Rodríguez de Montalvo", al tiempo que en las ediciones consecutivas se firma Garci Ordóñez de Montalvo y, por último, en la edición de Roma (1525) de Las sergas de Esplandián, hace aparición como García Gutiérrez de Montalvo.
Amadís de Gaula
Amadís de Gaula es indudablemente la mucho más conocida novela caballeresca de españa. Fue publicada por vez primera en Zaragoza en 1508; pero una redacción diferente y considerablemente más vieja debió propagarse extensamente por la península ibérica, ya que hay testimonios de su conocimiento en la segunda mitad del siglo XIV. En 1956 se encontraron y han publicado (en el Boletín de la Real Academia De españa) ciertos extractos de la versión de principios del siglo XV. Con ello quedó probado que la novela fue redactada originariamente en español (no en portugués) y se vió que la redacción primitiva era mucho más extensa que la refundida por Rodríguez de Montalvo.
El tema de la novela se enlaza con el período bretón, y la toponimia tiene relación a Inglaterra, a la zona de Gales ("Gaula"); no obstante, no faltan referencias a Francia, debidas probablemente a una polución de fuentes literarias. Montalvo, según afirma él mismo en el prólogo, no logró mucho más que refundir los primeros tres libros de la vieja redacción, elaborando una cuarta parte libro sobre la iniciativa de la monarquía universal, y ahora una quinta parte para narrar las compañías de Esplandián, hijo de Amadís.
La novela, que tuvo en su tiempo enorme resonancia, sigue, en forma desviste y esquelética, la tradición idealista de las artes medievales francesas; pero su tema revive en la atmósfera de platonismo mundano que respiraba entonces, en los reposos de la guerra, la sociedad aristocrática del Renacimiento español. Amadís es un prototipo de perfección caballeresca que actúa en un planeta enigmático, distanciado de la verdad, donde le resguardan fuerzas sobrenaturales. La sabiduría de la maga Urganda la Desconocida le guía, le consuela y le resguarda en la línea de su destino que es exactamente la misma línea de la novela.
El razonamiento de la narración, desviándose de forma continua hacia situaciones de encantamientos y magia y de fieras peleas con monstruos y colosales, se enfoca en los capítulos de amor que forman su contenido sentimental. Amadís, hijo natural del rey Perión de Gaula y de Elisena, es descuidado, al nacer, en una barca al capricho de las olas del mar. Sólo transporta consigo, como señales de reconocimiento, un anillo y una espada.
Crecido en la casa de Gandales de Escocia, que piadosamente lo salva de las aguas y lo adopta como hijo, Amadís es después conducido por el rey Languines a su corte. Allí conoce a la princesa Oriana, hija de Lisuarte, rey de Bretaña; y su acercamiento es el de 2 ánimas que se reconocen en un mismo sueño de felicidad y hermosura. La escena (I, 4), calcada artísticamente de la del beso que se dan Lanzarote y Ginebra, está vista con fina psicología y contada con despacio elegancia. Ambos jóvenes se juran recíproca lealtad, ligándose indisolublemente por toda la vida.
Por intervención de Oriana, Amadís es armado caballero, lanzándose a la aventura con la bella imagen de aquella siempre y en todo momento que se encuentra en su corazón. Responde a la situación propia de toda novela medieval de caballería, donde el cariño se considera como plenitud cariñosa que transporta al apasionado fuera de la verdad, a un reino de independencia absoluta, donde va a poder obrar sin constricción alguna. Amadís no posee mucho más norte que Oriana: ella es la estrella radiante que le guía por los caminos del sacrificio, durante los que conquistará honor y gloria.
Las aventuras afloran de las aventuras, una tras otra, sin solución de continuidad. Entre otras, Amadís vence al enorme rey Abies, contrincante del rey Perión, en cuya corte es recibido y honrado con agasajos. Afortunadamente, a través de el anillo de reconocimiento, recupera allí a sus progenitores. Pero el destino le distancia de ellos por los caminos solitarios de un planeta donde los prodigios se multiplican. Sin saberlo, está peleando contra su hermano Galaor, con quien por fin se pone en concordancia, actuando juntos desde ese momento. Ambos hermanos, tras varias pruebas de valor emprendidas por la independencia y la justicia, alcanzan socorrer al rey Lisuarte y a su hija Oriana, encerrados por Arcaláus en un castillo encantado. A su vez Amadís es encadenado y separado de todos, y lo libera exactamente la misma Oriana, que se le distribución en el instante por obra del amor (I, 35). Y Amadís recibe, en premio de su lealtad, la hermosura por la que suspiraba y por la que había sufrido.
El fundamento ideal de la novela, que aquí se expone, enseña los hechos siguientes que se concretan con algún relieve entre un frágil tejido de capítulos fragmentarios y desperdigados. Amadís, dejando a Oriana, se dirige al reino de Sobradisa, donde la reina Briolanja le recibe con fiestas; pero él solo piensa en la dama de su corazón y escoge regresar a su lado. Se pone en sendero pero, habiendo llegado a la Ínsula estable, encuentra con el simbólico castillo de los escudos, donde cuelgan las enseñas de los varios caballeros andantes que se habían esforzado en explorarlo. Triunfando de toda contrariedad, Amadís penetra en él y liberta a incontables presos.
En lo destacado de la compañía llega una carta de Oriana, que, indignada con él por suponerle enamorado de la reina Briolanja, le llama falso y desleal, prohibiéndole que se muestre en su presencia. Amadís, que no puede excusarse ni muchísimo menos infringir una orden de su señora, se quita a la Peña Pobre y toma el nombre de Beltenebros. El episodio es conocidísimo por la sátira que trazó Miguel de Cervantes en la sección primera de Don Quijote de la Mancha (1605), en el momento en que detalla al inteligente noble de manera voluntaria ido de amor en Sierra Morocha. Pero la hermosa Oriana es para Amadís una situación, a través de la que puede reconocerse en sus pretensiones profundas y de esta forma hacerse conocer; esto es, revelarse como un especial caballero, siempre y en todo momento sumiso a la criatura a quien se ha entregado por impulso espontáneo de su naturaleza. Y, de hecho, Amadís desespera en su soledad: le negaron la gloria de su lealtad y es una gloria fallecer por esa lealtad (II, 8: "allí do muere la gloria, - es gloria fallecer la vida").
Desde este instante el interés de la novela da un giro hacia lo fabuloso y fantástico, y el arte se estampa en formas que se repiten con determinada monotonía. Llamado en auxilio de Lisuarte y de Oriana, el caballero Beltenebros se transforma en el caballero de la Verde Espada, combatiente indómito que va de victoria en victoria, de triunfo en triunfo. Garci Rodríguez de Montalvo prepara en el tercer libro la continuación de la vieja novela: las futuras compañías de Esplandián, hijo de Oriana y de Amadís (III, 5). Mientras tanto prosigue a su héroe, que pausadamente domina la escena de todo el mundo: no solo es victorioso en su patria sino más bien en Alemania, en Bohemia, en Italia y en Grecia. En su última compañía Amadís libera a Oriana del emperador de Occidente, que la tenía presa; y los dos amantes, tras tantas luchas y peripecias, se retiran a la Ínsula estable.
El último libro tiene carácter didáctico y es un grupo de enseñanzas que se relacionan con la vida caballeresca. Acaba en las bodas de Amadís con Oriana y de Galaor con Briolanja, tal como las de otros múltiples caballeros, cada quien con su enamorada. Por último, Urganda la Desconocida aparece del mar, pronosticando los gloriosos sitios de Esplandián, a quien han armado caballero.
Prototipo del héroe caballeresco, las características que acaban en Amadís le dan una fisonomía bastante especial para ser de carne y hueso y tener aspectos propios y diferenciales. Es el mucho más intrépido, el mucho más cortés, el mucho más leal de los vasallos, el mucho más cumplido enamorado, el amigo mucho más leal, el hombre mucho más justo. Su espada, siempre y en todo momento victoriosa, pelea por la patria, por la fe y por el cariño; protege a los necesitados, resguarda a doncellas, viudas y huérfanos, abate el orgullo de los soberbios y la maldad de los malvados, derrota a colosales y monstruos fantásticos y combate contra poderes mágicos.
El hombre se transforma de esta forma en pensamiento. La misma inverosimilitud de ciertas de sus aventuras se encuentra totalmente justificada por lo irreal de su figura. Un hombre tan especial no puede vivir y batallar como un hombre habitual. El amor de Amadís por la sin par Oriana nace en el momento en que el héroe, que entonces tiene por nombre el Doncel del Mar, tiene solo 12 años, y también comunica toda su historia, justificando sus combates y compañías y procurándole continuas amarguras. Amadís resiste victoriosamente la prueba del Arco de los Leales Amadores, empapada de magia y de simbolismo, y se transforma de este modo en el emblema del especial enamorado. Cuando la maledicencia y las calumnias de un enano hacen opinar a Oriana que Amadís le fué inflel, los enamorados consiguen trazos mucho más personales y establecidos, si bien siguen envueltos en oratorias frondosidades de celos y desesperación. Los lloros, suspiros y desesperación de Amadís esta vez sobrepasan todo lo imaginable y van seguidos por su conocida penitencia en la Peña Pobre.
Con su concepción del amor y su sueño de independencia y de justicia, la novela reflejaba los especiales caballerescos de su tiempo. Por esta razón gozó de enorme popularidad. Fue la lectura predilecta de reyes y emperadores (como Francisco I de Francia y Carlos V de España), exquisita distracción de pensadores y escritores (Montaigne, Pietro Bembo y Baltasar Castiglione), fecundo fundamento de inspiración de versistas, tanto en España como en Italia (recuérdese el poema tradicional caballeresco, el Amadís de Bernardo Tasso) y en Alemania. Son innumerables las traducciones y las adaptaciones o refundiciones fabricadas según el gusto de la época, como la de Herberay des Essarts (1540-1548), mediante la que la novela llegó a Alemania y a Inglaterra, manteniéndose viva hasta principios del pasado siglo.
Garci Rodríguez de Montalvo deseó seguir la narración de Amadís en Las sergas de Esplandián (1510), corto novela caballeresca que cuenta las compañías y hazañas de Esplandián, hijo de Amadís y Oriana, desde que Urganda la ignota lo arma caballero hasta sus bodas con su querida Leonorina. La novela es muy inferior al modelo, del que reitera con monotonía oraciones y temas: aventuras, combates, encantos y todo el acompañamiento fabuloso del Amadís. Con todo, en ciertos capítulos se destaca una alguna singularidad de invención. Es popular el juicio que emitió Cervantes en el escrutinio de la biblioteca de Don Quijote: señalando un volumen, el Barbero afirma: "Es Las sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula"; y el Cura sentencia: "Ya que de hecho que no le debe de servir al hijo la amabilidad del padre. Tomad, señora quiere; abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se debe de realizar".
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