Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Friedrich Gottlieb Klopstock, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo esencial para que podamos apreciar no sólo la vida de Friedrich Gottlieb Klopstock, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Friedrich Gottlieb Klopstock, gentes a quienes de un modo u otro Friedrich Gottlieb Klopstock influyó, y sin duda, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Friedrich Gottlieb Klopstock.
Las biografías y las vidas de personas que, como Friedrich Gottlieb Klopstock, cautivan nuestro interés, deben ayudarnos siempre como punto de referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Friedrich Gottlieb Klopstock, el motivo por qué Friedrich Gottlieb Klopstock vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inevitable, la historia.
(Quedlinburg, de hoy Alemania, 1724 - Hamburgo, 1803) Poeta y dramaturgo alemán. Considerado por J. J. Bodmer como un «poeta de la religión y de la patria», marcó un etapa definitiva en la crónica de la literatura de su país, al comenzar el retorno a los orígenes germánicos y ayudar a la afirmación de la singularidad nacional alemana. Ello no le impidió sostener intacto su espíritu cosmopolita y festejó, como muchos escritores y pensadores alemanes de su temporada, el advenimiento de la Revolución Francesa, lo que le valió ser nombrado ciudadano de honor de la República (1792). Más adelante condenaría los excesos de la temporada del Terror. Su obra La Mesíada (1748-1777), poema épico espiritual cuya ensaltación mística responde a los cánones del pietismo predominante en su temporada, consagró su popularidad literaria. También escribió Odas y desgracias bíblicas (Salomón, 1764; David, 1772).
En Schulpfort, donde inició los estudios, Klopstock leyó El Paraíso perdido, de John Milton, que le sugirió ahora a los quince años de edad la primera iniciativa de una Mesíada, es decir de un poema donde apareciese exaltada la vida del Redentor. Establecido en Jena y después en Leipzig, entró en contacto con el conjunto de los "Bremer Beiträger" (Gellert, Rabeler, J. Y también. y W. A. Schlegel, F. W. Zachariae, Ebert y otros, ayudantes de la gaceta Neue Beiträge zum Vergnügen des Verstandes und des Witzes, 1744-1748), quienes, apartándose del ajustado clasicismo de Gottsched, defendían, contra la monotonía racionalista, la saludable necesidad de lo fantástico (esto es de la fantasía y el patetismo, y, por lo tanto, del sentimiento) en la poesía.
En el jornal del conjunto publicó en 1748 los tres cantos iniciales de La Mesíada, compuestos en primer lugar en prosa y después en hexámetros. Influido por el pietismo, que oponía a la desligada ortodoxia protestante un sentimiento espiritual inmediato, y asimismo por los intentos poéticos de Lange y Pyra, proclives a la creación de una poesía de fondo espiritual-ética y formalmente ennoblecida por una métrica tradicional en substitución de los viejos alejandrinos de Martin Opitz, Friedrich Klopstock se descubrió repentinamente contrincante natural del racionalismo de la Ilustración y entre los precursores del "Sturm und Drang".
Klopstock fue el primero que comprendió el carácter fundamentalmente sentimental del arte y recubrió la poesía, hasta el momento destinada solo a recrear o enseñar, de una dignidad prácticamente religiosa, como único elemento susceptible de educar y subir el espíritu humano a través de los sentimientos mucho más dignos y nobles. En ello viven la relevancia histórica y la significación de Klopstock, quien, así, superaba finalmente el barroco y el rococó en relación concepciones en general de vida.
El enorme éxito de los tres cantos de La Mesíada atrajo la atención primeramente de Bodmer, quien invitó al joven poeta a Zurich en 1750 (sin que, en cuanto al resto, los dos llegaran a una plena compenetración), y, entonces, del rey Federico V de Dinamarca, el que le llamó a Copenhague el año siguiente para que, con un estipendio honorífico, pudiese ocuparse allí apaciblemente a la redacción del poema; ello supuso un reconocimiento sin precedentes del valor del poeta y de su poesía.
En Hamburgo, donde se detuvo en el curso de su viaje a Dinamarca, Klopstock (quien ahora previamente había experimentado un amor infeliz por su prima María Sofía Schmidt, cantada con el nombre de Fanny), se enamoró de Meta Moller, la Cidli de sus Odas, que, unida a él en matrimonio en 1754, murió 4 años después. Klopstock continuó en Copenhague hasta la desaparición del rey; entonces, vuelto en 1770 a la patria, se estableció en Hamburgo, donde compiló y publicó en 1771 la antología completa de las Odas, que desde 1747 habían ido mostrándose sueltas en distintas gacetas. Llamado en 1774 a Karlsruhe por el margrave Carlos Federico, Klopstock se dirigió a Gotinga para conocer a los entusiastas seguidores de la "Hainbund", y a Francfort del Main al acercamiento de Goethe.
Al teatro, siquiera en un tono épico y carente de acción trágica, dio el creador ciertos dramas bíblicos: La muerte de Adán (1757) Salomón (1764) y David (1772). También para la escena escribió una trilogía que viene de la historia germánica: La guerra de Hermann (1769), Hermann y los príncipes (1784) y La muerte de Hermann (1787). Compuestos en versos aliterados, y no divididos en actos, estos últimos dramas, llamados "bárdicos" por su creador, quieren sugerir un contrincante germánico a la catástrofe griega y despertar exactamente los mismos sentimientos patrióticos que habían inducido ahora al poeta a redactar, según la tradición del movimiento ossiánico de Macpherson y el ejemplo directo de Gerstenberg, las elegías salvajes en las que ingresó la mitología norteña. Casado por segunda vez en 1791 con Juana Isabel von Winthem, sobrina de Meta, Klopstock pasó los últimos años de su historia en Hamburgo, envuelto en polémicas con Goethe, Kant y Federico el Grande, pero extraño ahora a un ámbito poético del que, no obstante, había sido entre los mucho más predominantes precursores.
La Mesíada
La edición completa de La Mesíada no llenó las esperanzas iniciales; no obstante, aun en el momento en que en grupo le perjudique la absoluta carencia de ímpetu, de relieve plástico en los individuos y de unidad en la composición de la vasta composición, la obra resulta eficiente por su amplia y extensa escenografía y, más que nada, por su musicalidad, y sugestiva por el sentimiento de lo divino que en ella abunda y que la eleva en determinados instantes a escenarios verdaderamente fenomenales. Compuesto por veinte cantos en hexámetros, el poema se puede decir terminado en 1777, pero la edición determinante transporta la fecha de 1781.
La obra comienza la noche tras la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en Jerusalén; en el Huerto de Getsemaní, Cristo se prepara, orando, a cumplir el sacrificio para la redención de la raza humana. Ángeles y diablos en el cielo y en la tierra organizan el drama de la pasión y muerte del Mesías. Mientras Satanás pronuncia su condena, el ángel rebelde Abbadón no permite en ella y va a ser un testigo contrito de toda la Pasión. Los hombres, actores del drama del Calvario, se mueven sostenidos por nuestro ángel o por nuestro demonio, mientras que el Mesías padece el tormento del alma. Tiene sitio la última cena y los curas deciden ofrecer muerte a Jesús.
El canto V, que detalla a Jehová como juez la raza humana y al Redentor que se dobla bajo la enorme carga de los errores de todo el mundo, pertence a los mucho más hermosos. Callan los diablos y cantan himnos de gloria los ángeles. Siguen los cantos de la Pasión hasta el X de la Crucifixión, muy conmovedor, donde Klopstock hace desplazar en torno a la cruz todas y cada una de las ánimas, desde las todavía no juzgadas que esperan con horror su próximo juicio a las que siguen aguardando nuestra encarnación. Los últimos diez cantos tratan del Redentor triunfante, hasta su aparición en el Monte Tabor, juez de todos los hombres. Sigue la bajada de Jesús al infierno, donde cumple la eterna condena, para elevarse después al cielo, llevando a los seleccionados hacia las beatitudes paradisiacas. Cristo exhibe a Adán ciertas situaciones del Juicio Universal, hace aparición frente a los acólitos y en el último canto sube al cielo y se sienta a la diestra del Padre. Son muy bellas en el poema las figuras de Eva y la Virgen María, símbolos del sentimiento maternal, si bien no tengan, en la composición deliciosamente lírica del poema, un relieve ni una precisa fisonomía que quizá las humanizaría bastante.
La aparición del poema fue un auténtico hecho en el planeta literario y espiritual de su tiempo, tanto pues representó la expresión de una fe intensa, lejos de inquietudes y brumas filosóficas, como por el hecho de que estilísticamente el creador logró del hexámetro un metro puramente alemán dando nuevo vigor a la lengua poética. Hacia el objetivo de su historia sintió Klopstock que le comenzaba a fallar la unión espiritual con la novedosa generación; ahora los románticos, los Schlegel, Ludwig Tieck y todos y cada uno de los renovadores y incondicionales de Schleiermacher y de Novalis perdieron el contacto con este poema; no obstante, prosigue representando una curva definitiva en la literatura alemana y bastaron pocos decenios a fin de que fuera valorizado tanto en su relevancia histórica como en su valor político.
Odas
Compuestas de 1747 de ahora en adelante y reunidas por Klopstock en primera edición en 1771, solo fueron publicadas en compilación completa tras la desaparición del poeta. La Odas forman la mucho más alta expresión de su poesía, y, al tiempo, la obra poética mucho más profunda y renovadora de la Alemania previo a Goethe. Al nuevo carácter grave y noble del contenido (el cariño puro, la amistad, la religión, la patria, la naturaleza, y, además, el deporte, como el patinaje sobre hielo) unen una dignidad formal que, dejando los complicados, vanos y damnificados juegos de la inclinación anacreóntica, se expresa en metros tradicionales que proceden de Horacio y de los versistas helenos, o, en el momento en que semejantes formas podían parecer bastante recias para un canto mucho más alto, en versos libres según el ejemplo de Píndaro (cuya métrica, de todos modos, no entendió Klopstock, ni tampoco ninguno de sus contemporáneos).
Por su contenido y por su fuerza autora de la lengua, Klopstock abrió a la lírica nuevos caminos, reconociendo que "poetizar es confesarse" y vertiendo en sus elegías su esencia espiritual. Sus elegías manifiestan sus sentimientos religiosos, patrióticos, su culto a la naturaleza, su entusiasmo por la amistad, su desgraciado amor por Sofía Schmidt en la oda "A Fanny", su feliz amor por Meta Moller, la mujer de manera temprana fallecida, en "Cidli". Dos de sus poesías inferiores, ricas, fueron traducidas por Giosue Carducci: "Tumbas precoces" ("Die frühen Gräber") y "Noche de estío" ("Sommernacht"), donde las noches de luna, cantadas con una felicidad que sobrepasa a la de la literatura moderna inglesa, despiertan en el poeta la melancólica melancolia de la gente queridas precozmente desaparecidas, la mujer y el amigo. Aun donde Klopstock se desplaza entre las imágenes habituales del rococó, como en "Guirnalda de rosas" ("Rosenband"), conocida por la música de Schubert, donde la querida yacente está relacionada con guirnaldas de flores, llega a sobrepasar la tradición fallecida ingresando el sentimiento inefable.
Klopstock alcanzó las cumbres mucho más altas en sus elegías religiosas, que se acercan a los pasajes con apariencia de himno de la Mesíada. En 2 de ellas se une el culto de Dios con el de la naturaleza en una grandiosidad de pathos que después únicamente fue superada por Friedrich Schiller: "Al Omnipresente" ("Dem Allgegenwärtigen"), donde el poeta, "con sagrado estremecimiento", ve un símbolo del Eterno en todos y cada fenómeno de la naturaleza; y "Celebración de la Primavera" ("Frühlingsfeier"), una sinfonía de imágenes en ocasiones atrevidas en las que revive la creación desde las mucho más pequeñas y humildes criaturas a las mucho más enormes manifestaciones de la naturaleza. Es conocida la descripción del temporal, en el que se dan a conocer la presencia, la omnipotencia y la amabilidad de Jehová con tal viveza de representación que Goethe, para expresar la emoción de Werther y Lotte en frente de un espectáculo semejante, les hace vocalizar solo una palabra: "¡Klopstock!".
Bastante habitual es la oda "El patinaje" ("Der Eislauf"), a propósito de la que exactamente el mismo Goethe, en Poesía y Verdad, expresó su gratitud a Klopstock, "el hombre que con su impulso espiritual ennoblece y dignifica todas y cada una de las acciones terrenas". En esta hermosa oda el poeta, que ejercitó tal deporte hasta muy tarde, exalta "el arte de Thialf", últimamente descubierto, como fuente de puras y sanas alegrías. La oda "El lago de Zurich" ("Der Züricher See") canta una excursión en barca en compañía de amigos y amigas a lo largo de la estancia del joven Klopstock al lado de Bodmer en 1750. En el atractivo del paisaje se exaltan los más destacados sentimientos de lo hermoso, del amor, de la patria, de la gloria, pero el mucho más dulce de todos es el de "sentirse amigo entre los brazos de un amigo".
Entre las elegías patrióticas, "El canto de guerra" ("Schlachtgesang") funde el entusiasmo patriótico con el sentido de la omnipotencia divina. Las elegías de la última temporada por el momento no tienen el impulso de las elegías juveniles y son en ocasiones frías, artificiosas y oscuras. No se puede denegar que, en varias de ellas, la uniformidad del tono elegíaco o patético y la sucesión de superiores sentimientos, superiores pensamientos y altas expresiones admirativas transforma la poesía en una exclusiva oratoria. Sorprende un tanto la creciente inclinación del poeta a reemplazar los populares símbolos de la mitología tradicional por los nombres de la mitología germánica, como en "Wingolf", originariamente llamada "A mis amigos". De todos métodos, la predominación ejercida por Klopstock con sus elegías y con sus ritmos libres sobre las consecutivas generaciones germánicas fue enorme, hasta el punto de que Goethe y en especial Schiller se inspiraron en él para su lírica intelectual.
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