Fred Uhlman

La historia de las civilizaciones la cuentan los hombres y mujeres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho quela civilización, de un modo u otro,prospere.

Apreciar las luces y las sombras de las personas destacadas como Fred Uhlman, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa sustancial para que seamos capaces de valorar no sólo la vida de Fred Uhlman, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Fred Uhlman, personas a quienes de de una u otra forma Fred Uhlman influenció, y ciertamente, conocer y descifrar cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Fred Uhlman.

Las biografías y las vidas de personas que, como Fred Uhlman, atraen nuestro interés, deben ayudarnos siempre como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Fred Uhlman, el motivo por el cual Fred Uhlman vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Fred Uhlman

(Stuttgart, Alemania, 1901 - Londres, 1985) Escritor inglés de origen alemán. Perteneciente a una familia judía acomodada, Fred Uhlman ejercitó como letrado tras cursar estudios de derecho, hasta el momento en que el ascenso de los nazis al poder le forzó a buscar cobijo en Francia. En 1933 se instaló en París, donde entró en contacto con los entornos artísticos.

Si bien obligado a subsistir ejercitando los trabajos mucho más distintos, en el lapso de los años consecutivos Uhlman se entregó totalmente al ejercicio de su recién descubierta vocación pictórica. En 1938, tras haber contraído matrimonio, se trasladó con su mujer a Londres, en donde fijó su vivienda. Durante la Segunda Guerra Mundial creó una organización de asiste para los asilados alemanes escapados del nazismo, lo que le logró sospechoso a las autoridades británicas, que instaron su encarcelamiento.

En la posguerra, la obra pictórica de Uhlman alcanzó reconocimiento artístico, hecho que contribuyó a que su creador definiese sus relaciones con las etnias alemana y también inglesa publicando la autobiografía Hoy hace buen tiempo en París (The Making of an Englishman, 1960) y una sucesión de novelas: Reencuentro (publicada en 1971), La carta de Conrad, El retorno y Un alma valiente.

Publicada póstumamente en 1996, Un alma valiente puede ser útil de exhibe de su tarea como escritor al reunir temas costosos al creador. El personaje principal es Konradin von Hohenfels, que, tres días antes de fallecer, redacta desde la prisión de Spandau una larga carta a un viejo instructor con el suplico de que la lleve a cabo llegar a Hans Schwarz, un amigo de su adolescencia que probablemente vive en América. Condenado a muerte por haber participado en el atentado de Stauffenberg contra Hitler, Konradin evoca su historia desde el instante en que, a inicios de 1932, ingresó en el Karl Alexander Gymnasiun y conoció a Hans Schwarz, el único amigo que tuvo en su historia.

Descendiente de una rancia familia, Konradin había crecido en el seno de la aristocracia. Jamás se había relacionado a absolutamente nadie, ya que su padre, embajador, había rodado incesantemente de un destino a otro. Tenía solo quince años y sabía que, según los esquemas familiares, la vida popular se encontraba de manera perfecta definida: todos están abajo y solo unos pocos arriba. Konradin era de los privilegiados de arriba y le sorprendió sentirse atraído por otro chaval tan discreto y recogido como él, que no solo era un burgués sino más bien asimismo un judío. Konradin impide que su madre, "la mujer mucho más hermosa" que vió en su historia, conozca a Hans, ya que sabe el horror que ella siente por los judíos.

Su madre era "la princesa Milowski, de una conocida familia aristocrática polaca y, como mi padre, se encontraba vinculada con todas y cada una las considerables familias de Europa". Konradin se comprende bien con su madre y odia a su padre, que no posee mucho más finalidad en la vida que "ser un Hohenfels", y que regularmente se está burlando del "pequeño Moisés", como llama al amigo de su hijo. Frío y distante, el conde Hohenfels recuerda aún con humor los tiempos en que los hombres de su familia disfrutaban del privilegio de la ius primae noctis con las mujeres de sus vasallos. Konradin, por su lado, solo se siente favorecido por haber podido viajar por toda Europa y, especialmente, por Francia, Italia, Grecia y Turquía. "Podía vivir en un planeta de ensueño", afirma, pero "el hijo de un campesino heleno recibía mucho más amor en un día del que yo había recibido en mi vida". Y ya que no recibe amor, Konradin se refugia en la hermosura, un sentimiento que pide silencio y es imposible comunicar.

De esta manera había sido su historia, y en este momento, en el momento en que espera ser colgado de un gancho de carnicero y ahorcado con una cuerda de piano, le tiene el ineludible timor mortis. Konradin evoca la trifulca con su madre gracias a su amistad con Hans, y, fascinado, recuerda de qué manera conoció a la madre de su amigo, una mujer dulce y atractiva. Consternado, recuerda asimismo que por entonces ignoraba completamente la persecución de siglos a que los judíos habían sido sometidos por los cristianos. "Jamás había oído charlar de ghettos, de dinero de protección, de que los judíos no tengan la posibilidad de tener tierras ni viajar, de que solo pudieran ser buhoneros o tratantes de ganado..." Ignoraba asimismo que lo verdaderamente esencial en la vida eran "las relaciones humanas, de manera especial la amistad, el cariño, la sinceridad, la hermosura, la realidad y la compasión", y en cambio su amigo sí que era siendo consciente de ello.

La carta de Konradin von Hohenfels es una confesión a su amigo Hans, contrito por haber fingido que no lo veía una noche en que acompañaba a sus progenitores a la ópera; contrito por haberse dejado por fin cautivar por la vanidad del traje de los jóvenes nazis, hermosos como "dioses norteños"; contrito por ser inútil de socorrer a los progenitores de Hans de su destino cierto en el momento en que fueron internados en un campo de concentración. Su patética confesión, llena de inocencia y sensibilidad, es un canto de amor hacia el amigo perdido, hacia la madre errante que odiaba el sexo, hacia el padre que Konradin revela en su madurez y al que al fin comprende y quiere en el momento en que ahora todo es irremediable.

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Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son en todos los casos imprescindibles, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de alguien como Fred Uhlman, que poseyó su relevancia en una época determinada, es esencia procurar mostrar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.

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