La historia universal la cuentan los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela civilización, de un modo u otro,progrese.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la importancia que detentó Francisco José de Obando en la historia. El modo en que vivió y las cosas que hizo mientras estuvo en la tierra fue determinante no sólo para las personas que conocieron a Francisco José de Obando, sino que a caso legó una señal mucho más profunda de lo que logremossospechar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Francisco José de Obando personalmente.Francisco José de Obando ha sido una de esas personas que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Francisco José de Obando, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo fundamental para que podamos valorar no sólo la vida de Francisco José de Obando, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Francisco José de Obando, aquellas personas a quienes de un modo u otro Francisco José de Obando influyó, y indudablemente, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Francisco José de Obando.
(Francisco José de Obando y Solís; Cáceres, 1698 - costa de Acapulco, 1754) Militar español, gobernador de Chile y de Filipinas. Fue militar y marino de la alta nobleza de españa, ya que tenía el título de marqués y caballero de la Orden de Calatrava. Sumamente capaz y culto, tenía una increíble biblioteca, por el número y la calidad de los libros que acumulaba. Obtuvo los galones de mariscal de campo y dirigió la Escuadra Real en las Antillas en 1736.
Después viajó al Virreinato del Perú, donde continuó un tiempo aprendiendo los antecedentes del enfrentamiento mapuche del Reino de Chile, para entonces dirigirse, vía marítima, a Santiago. El entonces gobernador de Chile, José Manso de Velasco, designado virrey del Perú, lo nombró interinamente en su remplazo, mientras que el rey designaba a un nuevo gobernador en propiedad (4 de junio de 1745). Su administración duró hasta el momento en que el teniente coronel Domingo Ortiz de Rozas aceptó el cargo el 25 de mayo de 1746.
A lo largo de los diez meses que duró su gobierno, se dedicó a proseguir los trabajos en proyectos públicas de la administración previo. Especial interés puso en la reconstrucción de los tajamares del Mapocho, en Santiago, lo que siempre y en todo momento había dado enormes inconvenientes a las autoridades coloniales por los peligrosos desbordes invernales. La reconstrucción de la prisión, incendiada antes, fue asimismo obra de su periodo.
La sublevación de los mapuches, en cooperación con los pehuenches de los dos lados de la cordillera y con los indios pampas que arrasaban territorio transandino hasta las inmediaciones de Buenos Aires, logró que tomara medidas para fomentar un tratado de paz que evitara los continuos ataques a las características rurales con latrocinios de mujeres, bartulos y ganado. Este tratado, que no tuvo efecto práctico, lo firmó su sustituto en Tapihue en el mes de diciembre de 1746, en el momento en que él ahora había dejado el cargo.
A su regreso al Perú se encargó de la comandancia de la flota del Pacífico, para entonces ser designado gobernador y capitán general de las Filipinas. Sin embargo, no ha podido asumir el nuevo cargo hasta 1750 gracias a los arduos problemas en el transporte marítimo ocasionados más que nada por la existencia de piratas y corsarios que arrasaban las aguas del Pacífico Sur.
En virtud del tratado de coalición firmado por su antecesor en el cargo, fray Juan Arrechederra, con el sultán de Joló, el nuevo gobernador procedió al cumplimiento de lo pactado (restituir en el trono de Joló a Alí Muddín, en este momento Fernando I tras transformarse a la fe católica).
Para esto organizó la partida de una flota que tuvo antes que vencer la resistencia de los joloanos, renuentes a admitir como príncipe a un católico. Sin embargo, desconfiando de las auténticas pretenciones de Fernando I, Obando mandó su arresto y devolución a Manila, aparte de achicar a esclavitud a los integrantes del séquito del sultán (octubre de 1751).
Por ejemplo medidas, Obando impulsó la enseñanza del español en las academias primarias de todo el archipiélago, pero a costa de reprimir la utilización de las lenguas nativas, dando órdenes expresas en este sentido. Debido a su talante poco conciliador, este gobernador asimismo se vio envuelto en discusiones con el arzobispo de Manila y la Real Audiencia de la ciudad más importante filipina, lo que le granjeó capaces enemistades.
De este modo, en el instante de ser relevado del cargo por su sustituto Pedro Manuel de Arandía (19 de julio de 1754), fue sometido a un severísimo juicio de vivienda que decretó su responsabilidad en múltiples de los cargos presentados. Condenado a la pena de prisión, murió a lo largo de la extendida travesía que le conducía a México.
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